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POV Emerson. Ha pasado un mes de nuestra boda. Suena el despertador, es sábado, veo a mi esposa durmiendo justo a mi lado. Sonrió, besó su mejilla. Aún es muy temprano para que mi pequeña princesa despierte. Me apuro para bañarme y vestirme. Hoy es día de descanso en la empresa, pero debo ir al aeropuerto. Prometí ir a despedir a mi hermano, que se va a Mayrit, por lo menos conseguí que se quedara un mes más. Pronto emprenderá una empresa aquí, pero primero debe arreglar su pasado allá. Quisiera que se quedara para siempre cerca de mí. Nunca tuve un hermano, en realidad, mi infancia fue solitaria, hasta que llegó Anya, pero, ahora es evidente, nunca la vi como mi hermana, solo era una falsa idea. Pensar en ella, era prohibido para mi tormentoso corazón, pero ahora, pensar en ella es como el aire que necesito para respirar. Una vez listo, salgo a la habitación de mi Sienna, amo verla dormir. Escucho unos pasos detrás. Anya me abraza. —¿Qué guapo? ¿A dónde vas? —Debo despedir a m
SINOPSIS Abigaíl Alwyn fue engañada en el pasado por quien creyó que la amaba, y eso la llevó a cometer su peor error: dejar plantado en el altar al hombre que más la amó. El tiempo ha pasado y la mujer pagó su error, convirtiéndose en la moneda de cambio de su familia cruel. Ahora que su padre está muriendo por el cáncer, y sin dinero para pagar el tratamiento, Abigaíl tendrá que verse la cara con el hombre al que lastimó. Suplicar por dinero podría ser la tarea más difícil de su vida. Lo que no espera es que Denver quiera algo más que verla de rodillas suplicando perdón, tal vez él quiera acabar con su dignidad. Denver está repleto de rencor, fue humillado por la familia que lo crio, pero al descubrir que de verdad es un hombre rico, está dispuesto a ejercer el poder que se le negó. Ahora volverá con los que lo despreciaron y les hará sentir su odio. Hará que la mujer que lo destrozó en el pasado pague por su error, sin importarle las circunstancias que la llevaron hasta ahí;
«Podía recordarlo todo muy bien. Él estaba de pie ante el altar, con los nervios consumiéndolo, y una ilusión en su corazón. Ese día, la mujer que adoraba sería suya; Abigail Alwyn sería su esposa ante Dios y ante la ley. De pronto, las campanas resonaron, la puerta se abrió y sonó la marcha nupcial. Denver miró a su abuelo y sonrió, pero su sonrisa se volvió dudosa, al ver que era Vania quien entraba. Caminó, levantando su largo vestido para llegar más rápido a él. —Ella no vendrá, Denver, esta es su última carta. Denver sintió un dolor que golpeaba su corazón, tomó la carta en sus manos temblorosas. La abrió con rapidez y leyó. «No te amo, Denver, nunca te amé. No sé nada sobre este juego, pero no puedo casarme con alguien a quien no amo. Si quieres llamarme una traidora, infiel, o lo que sea, puedes hacerlo, pero el amor no miente, el amor no es sacrificio. Amo a Matty, él y yo escaparemos, vamos a lograr nuestro amor, así que, si tienes dignidad, olvídate de mí, busca
Mandy corrió hasta el mar, observó al hombre, no dudó en sujetarlo, hasta que vio a unas personas venir a ella, gritó por auxilio. Los hombres corrieron y sacaron tanto a ella, como al hombre, arrastrándolos fuera del agua. Mandy respiró asustada. Vio al hombre sobre la arena, las personas le dieron primeros auxilio. Cuando vio cómo ese desconocido expulsaba agua por la boca, y volvía en sí, Mandy sintió alivio. Se intentó levantar, los hombres quisieron negarse, le dijeron que llamarían a una ambulancia. —¡No! Estoy bien —dijo el hombre con voz severa, ni siquiera les dijo gracias. Los sujetos asintieron, lo dejaron ahí. Mandy observó al hombre. —No te ves bien, mi hotel está ahí, ven conmigo, ahí llamaré a un médico y pediré que sequen tu ropa. —¿Quién eres? ¿Por qué me salvaste? —exclamó con amargura —¿Querías morir? —ella observó su rostro, supo que sí, y sintió compasión—. Me llamo Mandy ¿Y tú? —Matt, me llamo Matt, gracias por salvarme —dijo con voz débil —Entonces…
Mandy puso comida en la mesa. Miró al hombre, tenía una sonrisa blanca en el rostro. —Vamos, siéntate a comer, después de que casi te ahogas, deberías dar gracias a la vida, y disfrutar de un poco de comida deliciosa. Matt se sentó a la mesa con ella. —La gente como yo no sabemos de buena vida —dijo Matt Mandy le miró fijamente, arrugando el gesto. —Te aseguro una cosa: si hubieses crecido en el lugar donde lo hice yo, no hubieras aguantado ni un día. Matt sonrió, su sonrisa era perlada, grande y suave. —¿Tan mala fue? —Mala y tres veces, no teníamos que comer. Mi padre nos dejó por las drogas, terminó muerto y su cuerpo en una tumba común, ni siquiera pudimos reclamarlo, ¿con qué dinero se le enterraría? Mi madre hizo lo que pudo y, como siempre pasa, siendo pobres, enfermó, yo tuve que hacer de madre subrogada para poder pagar su tratamiento, ¿y qué crees? El hijo de puta que debió pagarme por dar a luz a su bebé, no lo hizo, mi madre murió, y yo ni siquiera lo supe, porque e
Mandy escuchó que llamaban a la puerta, al abrir le entregaron la ropa del hombre. Ella se la dio y Matt fue a cambiarse al baño. Cuando salió le dijo que debía irse. «Ojalá fuera libre», pensó, pero se reprendió en su interior, ella era solo una chica que recién conoció, aunque salvó su vida. —Matt, recuerda lo que hablamos, mira que no quiero verte debajo de un puente. Él rio un poco. —No lo haré. —¿Promesa? —exclamó ella, mostrándole el dedo pequeño. Matt se sorprendió, pero unió su dedo meñique al de ella, para sellar esa promesa. —Lo prometo, ¿Y por qué te importa tanto lo que me pase? —cuestionó, liberando su dedo. Ella sonrió. —No lo sé, no te conozco, podrías ser un asesino serial —ambos rieron—. Mi madre, decía que, en realidad, nada es casualidad. Cada persona que cruza en tu vida es por una razón especial. Quizás ya nos conocimos en otra vida, por eso te he salvado. Adiós y buena suerte, Matt. Ella lo llevó a la puerta. Matt aún la miraba, había tal brillo que,
Abigail volvió a la realidad, encendió el auto y salió de ese lugar. Denver la observaba desde la ventana de su habitación, conservaba un poco de esperanza, ni siquiera sabía por qué, en el fondo, esperaba que ella subiera a esa habitación. «¿Qué esperaba? Que viniera y dijera que se arrepiente de todo, que me rogara por una oportunidad, que confesara que siempre me amó a mí. ¡Qué idiota soy! Tengo prohibido amarte otra vez, Abigail, esto será así por siempre», pensó con rabia. *** Mandy estaba lista, se observó al espejo, le gustaba cómo se veía. Si alguien en el pasado le hubiese dicho que estaría en Europa, con dinero suficiente para gastar y la única misión de divertirse, ella no lo creería, pero ahora, la vida dio un vuelco. —Debo disfrutar esto, uno nunca sabe cuándo va a encontrarse con esta oportunidad, de todos modos, al final, lo único que nos queda es el recuerdo. Mandy tomó su cartera, se dirigió a uno de los mejores clubes del lugar, estaba solo a un par de calles.
Mandy empujó la puerta, se adentraron en la habitación, escuchó que él cerró la puerta. El beso era exigente, ambicioso y pasional. Sus pieles se erizaron, era como si se reconocieran. Cayeron en la cama, no pudieron evitarlo. Detuvieron el beso, él estaba encima de ella, sus ojos se encontraron, ambas pupilas brillaban cegadas por el deseo. Se alejaron, él se levantó, lanzó un suspiro. La cordura parecía volver a sus cabezas. Ella respiró. «¿Qué estoy haciendo?», pensó. Pero, sintió cómo esas manos volvían a acercarla. Matt besó sus labios, ella se dejó llevar. Él se quitó la camisa, el corazón de Mandy latió rápido, era un hombre tan atractivo: ojos ardientes y azules, cabellos oscuros y un cuerpo esculpido como estatua de Dios griego. Volvió a acercarla, mientras sus labios la reclamaban, no pudo escapar, sintiendo esas manos que la acariciaban sin tregua. Ella besó sus labios, sus lenguas se acariciaron, sus corazones latían en sintonía, las manos de Matt se apuraron a de