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Bill organizó el funeral, lo hizo tan rápido que a todos sorprendió. Hannah Carrigan tenía muchos amigos en la alta sociedad, desde tiempo atrás ella era una dama distinguida cuando era la viuda del señor Byle, aunque la fortuna de Byle nunca se compararía con la de Carrigan-Smith, el apellido de Byle era más limpio y distinguido en el círculo social de Chicago. Mucha gente se dio cita ahí, y las personas murmuraban. —¿Cómo es que una mujer tan joven pudo caer así y tener tan mala suerte de caer en una mesa de mármol para morir? ¿Cómo es que pudieron cremarla tan rápido? Algunos ejemplificaban que, en otras circunstancias, tardaron más tiempo, sin embargo, desconocían que el señor Carrigan tenía un cómplice, el dueño del hospital, quien le debía muchos favores, y no dudó en ayudarle a hacer una autopsia falsa, y a cremar el cuerpo con tal rapidez que nadie podría hacer nada para inculpar a su amada Ruby Lang o a él. Anya tenía las cenizas de su madre abrazadas a su pecho, sus ojos
Al día siguiente. El teléfono de Emerson sonaba, pero estaba en silencio, él seguía dormido al lado de Anya. Hank estaba en el jardín, cuando recibió esa llamada. —Hank, comunícame urgente con Emerson. —¿Quién habla? —exclamó seguro de que sabía quién era —¡Soy Bianca, comunícame con èl! —Ahora está durmiendo con su esposa, pidió no ser molestado, llama más tarde. —¡Escúchame bien, Hank, me siento muy mal! Emerson tiene que venir a cuidarme o su bebé puede morir. Hank sintió rabia de sus chantajes. —Porque mejor no haces un favor, pierde a ese niño, ambos sabemos que no es de Emerson, cuando se entere de que le estás viendo la cara de imbécil otra vez, no te va a gustar al monstruo con el que te encontrarás. —¡Cállate! ¿Quién te has creído, escoria? Eres un vil criado, ¡comunícame con él! —Vete al diablo —dijo y colgó la llamada. Bianca hizo un gran berrinche, había tomado es medicamento para provocarse un ligero sangrado, pero tuvo miedo, si Emerson no llegaba, podía perde
Emerson llegó al hospital, Hank iba detrás de èl. Preguntó ante la recepcionista. —Busco informes sobre Bianca Stuart, me dijeron que la han traído aquí, que estaba enferma. La enfermera comenzó a revisar, asintió. —Sí, está en el tercer piso, en el área de obstetricia, puede ir ahí y le darán información. Emerson asintió, subieron al elevador, y pronto llegaron a ese piso. Una enfermera les indicó que pronto el doctor les daría información. Cuando el doctor apareció, Emerson se puso nervioso. —¿Cómo está el bebé? —El bebé está bien, tuvo suerte, el sangrado fue leve, y pudimos salvarlo, la paciente deberá estar en reposo completo, por hoy permanecerá aquí, mañana ya veremos la posibilidad de darle el alta médica. —¿Puedo verla? El doctor asintió, Hank esperó ahí. Sin embargo, cuando Emerson se fue, Hank siguió al médico. —Disculpe, el señor Carrigan me ha dicho que le pida algo. —¿Diga? —Quiere hacer una prueba de paternidad, ya lo habló con la señora Stuart, sin embarg
Anya bajó la escalera, estaba temblorosa, pero no iba a retroceder, corrió hasta llegar al portón. —¡Déjenme salir! —Lo siento, señora, tenemos órdenes explícitas del señor Carrigan, usted no puede salir de la propiedad. Anya sintió rabia. —¡Si no me dejan salir, he de llamar a la policía, y tendrán que explicarlo! Los guardias no se lo creyeron. —Entonces, llamaremos a su esposo, señora. Anya tomó su móvil. Llamó. —Habla Anya Byle, tengo veinticuatro años, y vivo en la mansión de Balmoral, número setenta y un mil setenta, me tienen secuestrada en mi propia casa, hay guardias que no me dejan salir, ¿pueden venir, por favor? —Vamos de inmediato. Los guardias se miraron incrédulos, decidieron llamar por teléfono, pero, ni Emerson, ni Hank respondieron. La policía no demoró, ni cinco minutos, escucharon las sirenas resonar, se parquearon del otro lado del portón. —¿Señora Anya Byle? —Sí, ellos no me dejan salir, me tienen prisionera. —¿Qué es lo que sucede? Dejen salir a la
Dennis estacionó su auto al llegar al aeropuerto, había pedido a uno de sus empleados, que más tarde viniera por el auto, y lo llevara de vuelta a casa. —Mi plan es llevarte a California, Anya, ahí podrás trabajar en la Escuela de Arte de Santa Mónica, es un internado, así que podremos vivir ahí, me propusieron ser el director, y decidí elegir Chicago, pero ahora, podemos ir ahí, ¿Qué te parece? Cuando Dennis observó a Anya, la notó ausente. —Lo que sea, solo quiero irme de aquí —dijo Bajaron del auto, y caminaron al aeropuerto, Dennis bajó su maleta. —Bien, compremos los boletos, y vámonos, allá podrás comprar un nuevo guardarropa. Ella no dijo nada. Dennis moría por saber cuál era su pensamiento, quería estar dentro de su cabeza. Entraron al aeropuerto, èl estaba por comprar los boletos de avión. Anya estaba parada ahí, pero se sentía sin vida, una opresión estaba golpeando su pecho como si tuviese una losa encima, sus ojos se cubrieron de lágrimas, estaba luchando, sintió qu
Anya estaba dormida, sin embargo, cuando escuchó que alguien entró en la habitación, logró abrir los ojos y ver a Dennis sin que él la viera. Cerró los ojos rápidamente, no quería verlo, no después de lo que dijo, su frialdad y desinterés por su bebé le hizo sentir tanto recelo de él. Una enfermera entró y revisó los signos de la mujer. Estaba a punto de irse, cuando Dennis la detuvo. —Señorita, dígame una cosa, ella está embarazada, pero tiene deseos de abortar al bebé, ¿podría realizarlo aquí? La enfermera pensó un segundo. —Sí, puede hacerlo aquí. —No es un proceso delicado, ¿Verdad? —Bueno, no, en realidad no, pero debe estar internada aquí por unos días. —Señorita, ¿podría haber una forma en que se realice el aborto sin que ella se entere? Los ojos de la enfermera se abrieron con estupor. —¿Qué insinúa? No, eso no es posible, eso sería un delito. —¿Y si yo le pagará mucho dinero, lo haría? La mujer le miró incrédula. —No, señor. La enfermera salió, parecía furiosa,
Anya llegó al aeropuerto. Había comprado su boleto de avión. Esperaba a que llegara la hora de irse. Cuando anunciaron el vuelo rumbo al Mediterráneo, ella estuvo ansiosa, por un instante deseó que Emerson llegara, que la rescatara de todo eso, pero pronto se dio cuenta de que eso no era posible. Tocó su vientre. «Es su hijo, estoy llevándome al hijo de Emerson conmigo, sin importarme nada, pero… èl no lo merece, no nos merece, quizás, lo haga sentir como a mí, como si nunca fuese la prioridad en su vida, perdóname, hijo, es mejor estar lejos de tu padre, ahora», pensó, sus ojos se volvieron cristalinos, entregó su boleto y pasaporte, y abordó el avión. *** Emerson despertó a la mañana siguiente, se había quedado dormido en esa cama, en una posición fetal, y solo despertó cuando escuchó el sonido incesante del teléfono. Abrió sus ojos, por un instante, anhelo que todo fuera una pesadilla, pero, cuando vio alrededor, encontró la habitación tal como ayer. Sus ojos se volvieron ll
—Si te negaste a ser la madre sustituta de mi hijo, ¿Quién lo hará entonces? —exclamó Ashton Clarisse sonrió. —Ya lo verás, espera, ya va a llegar. Escucharon el timbre de la puerta, Clarisse se apuró a abrir la puerta, antes que la empleada, entonces la joven entró, mirò a la mujer, tenía ese gesto, como un animal asustadizo. Los ojos de Ashton la miraron con una lascivia y gran sonrisa. —Hola, ¿y esta belleza? Clarisse sonrió. —Ayer dijiste que, si pagaba la cuenta de hospital de tu madre, harías lo que sea, ¿verdad? La jovencita asintió, temblorosa. —Bien, entonces, aquí tienes a la mujer que dará a luz al bebé que tendrás con Betty, Ashton. El hombre sonrió con malicia. —¿Te encargarás de Bradley? La mujer sonrió. —Sì, hoy mismo entraré en acción. —Hazlo, no quiero fallas. La mujer asintió. *** Ciudad Santander, Mediterráneo. Hank llegó a esa mansión, estaba ansioso, sin saber qué decir. «¿Qué diré? Solo, hola, hijo, soy tu padre, ¡Patético! No puedo solo decir e