—¡No hagas esto, Emerson! No destruyas nuestro amor, créeme, ¡soy inocente! No recuerdo como llegué a ese departamento, creo que… ¡Fui drogada! —exclamó sollozando—. Es una trampa para separarnos.
Emerson se acercó a ella, pellizcó su mejilla, levantándola del suelo con tanta fuerza, que la mujer chilló.
—¡Mentirosa, eres una traidora!
—¡Señor Carrigan, recuerde que debemos irnos! —dijo Hank, cuidando que no fuese a lastimar a la mujer, y meterse en problemas.
El hombre soltó a la mujer.
—Firma ahora mismo.
—¡No! Por favor… ¡Emerson, no me hagas esto!
—¡Firma! Si no lo haces, si intentas pelear ante un juez, voy a destruirte, te lo aseguro que no te gustará, puedo enviarte presa, puedo hacer cualquier cosa contigo y tu amante.
Bianca miró el rostro de Emerson, nunca fue tan cruel, la gente solía decir que era intolerante con sus enemigos, pero hasta ahora se dio cuenta de que era impenetrable, sus súplicas no llegaban a él.
La mujer tomó el bolígrafo, sus manos temblaban, miró el acuerdo de divorcio, firmar significaba dejar atrás su único triunfo en la vida; ser la señora Carrigan.
Se maldijo en su mente por ser tan estúpida y ser descubierta.
«¿Cómo pude ser tan estúpida? Tres meses siendo infiel, y ahora mismo me descubren, ¡idiota! Si me niego a firmar, Emerson me odiará más, será difícil volver a él, si firmo, quizás tenga una oportunidad», pensó
Bianca firmó los papeles, y Emerson sintió como si le hubiesen arrancado las entrañas, miró a otro lado, pero alzó la mirada, no dejaría que ella notara lo que le mataba.
—¡Emerson, me estás matando! —dijo
El hombre le arrebató el divorcio, ya firmado por los dos, se lo dio a Hank.
—Ahora toma tu maleta, y sal.
La mujer miró su maleta detrás, se quedó perpleja, esperó por un instante no ser echada de esa mansión.
—¿Dónde viviré?
Emerson esbozó una sonrisa cínica
—En la calle, ahí es donde perteneces, realmente, no me importa, es ahora tu problema, puedes vivir debajo de un puente, o con tu amante Chad, si sobrevive. Yo, pronto me volveré a casar, con una mujer mejor que tú.
—¡No, Emerson, no lo hagas, no puedes reemplazarme! —sollozó herida.
—Lo haré, pero quiero ver cómo me reemplazas tú a mí, nunca podrás tener a un hombre millonario como yo, que te tenga en una mansión como está, y te ponga en un altar, quiero verte podrida en donde perteneces, la basura.
Los guardias llevaron a la mujer afuera, ella suplicó, no fue escuchada.
Hank y Emerson salieron detrás.
—Está listo, háganlo —dijo Emerson.
Los hombres rociaron gasolina a la mansión y prendieron fuego.
Bianca miró horrorizada, se echó a llorar.
—¡Emerson, perdóname, por favor!
Él no la miró, las llamas se reflejaban en sus pupilas.
Un guardia tomó el brazo de la mujer, le ordenó salir.
Bianca fue llevada fuera de la propiedad, observó como el fuego consumía lo que fue su casa, perdió todo por unos segundos de placer, lloró desesperada, sin un lugar ya al que llamar hogar.
Emerson miró las llamas, la única vez que amó, una mujer le arrancó el corazón, eso nunca volvería a ocurrir, estaba seguro de que no confiaría en nadie, no volvería a ser frágil para ninguna mujer.
Cuando Anya abrió los ojos, descubrió que era plena madrugada, se levantó de la cama, fue al baño, lavó su rostro y dientes, aún llevaba ese vestido, se puso los zapatos.
Bajó deprisa, solo pensaba en Emerson, escuchó unas voces en el salón.
Eran sus padres y Hank.
—¿Cómo es posible que siendo su guardia personal no lo encuentres, Hank? ¿Tal vez está con la desgraciada Bianca? —exclamó Bill.
—No, Emerson estaría en el mismo infierno, pero no con Bianca —sentenció Hank—. Eso es lo que me preocupa más, he buscado en todos los lugares donde puede estar, pero, sigo sin hallarlo.
—¡Cómo pudo quemar una mansión de veinte millones de dólares! Emerson perdió la cabeza —sentenció Hannah.
—¿Estás seguro de que mi hijo no estaba adentro? —exclamó Bill asustado.
—No lo estaba señor.
Anya no se detuvo a hablar, de pronto tuvo una visión, una certeza de que ella sabía dónde Emerson estaba, tomó su cartera, salió en su auto, y escapó.
La mujer condujo y recordó cuando conoció a Emerson, entonces él pasaba mucho tiempo en casa, antes de tomar el cargo de CEO en la Corporación, y solía traerla al lago Crystal, en la pequeña cabaña de la mansión Balmoral, la casa donde Emerson vivió su infancia, y decía que era su refugio.
Ella acampó con él, paseó en bote, si no estaba en ese lugar, entonces enloquecería, porque significaría que él no estaría en ningún lugar del mundo.
Pero, al llegar, observó el auto de Emerson, y luces encendidas.
El alma le volvió al cuerpo, estacionó el auto y corrió adentro de la cabaña.
Empujó la puerta, lo encontró en el suelo, con la chimenea encendida, bebiendo alcohol sin control.
La chica se acercó a él, se puso de rodillas a su lado.
—Emerson, no bebas así, por favor, no vale la pena.
—Déjame, ¿Qué quieres? —dijo con voz ronca, y temblorosa, su rostro parecía surcado por lágrimas, tenía el traje maltrecho—. ¡Déjame beber hasta morirme! Tengo derecho, soy un cornudo, ¿no? —lanzó una risa que le dio escalofrío.
—No vale la pena, esto pasará.
Emerson la miró a los ojos, sintió sus manos pequeñas sobre su rostro.
—¿Y qué vale la pena en la vida, pequeña Anya? El amor no existe.
—El amor existe, Emerson.
—¡Nos traicionaron! Eres ingenua, el amor es una basura…
—No me refiero a ellos, me refiero a mi amor por ti, yo te amo, Emerson. —Anya besó sus labios.
Sintió como ese beso apremió, sus fuertes manos la atrajeron a su cuerpo, hasta recostarla debajo de él, mientras esas caricias encendían su piel, pero él detuvo el beso.
—Bianca… —susurró y ese nombre la hizo sentir como si bajara infierno, apartó al hombre, que cayó dormido apenas tocò el suelo.
Al día siguiente.Cuando Emerson Carrigan abrió los ojos, un olor a café impregnó su nariz.Tocó su cabeza porque dolía, alzó la mirada, solo para encontrar a Anya ahí, no pudo recordar muy bien que había pasado, era como si alguien hubiese apagado un interruptor en él, y ahora fuera encendido.—Anya, ¿Qué haces aquí?Ella sonrió.—Estoy preparándote un café.Él talló sus ojos, se levantó, fue hasta la rústica mesa de madera, se sentó a su lado.—No deberías estar aquí, ¿Qué hice ayer? No estaba en mis cinco sentidos.Sus miradas se encontraron, cuando se vieron, el flash de un recuerdo alumbró la mente de Emerson, no lo recordaba con toda claridad, pero supo que la había besado, hundió la mirada, se negó a creerlo.No pudo evitar que su rostro se volviera rojo.Ella le dio la taza de café.—Bebe, te sentirás mejor.Él tomó el café, bebió un sorbo.—No deberías estar aquí, Anya, no estoy en un buen momento, y tú tampoco.—Solo quiero ayudarte… —dijo con voz débil—. ¿Te divorciaste?—S
Emerson tenía ganas de asesinar a ese hombre, Hank insistió en quedarse, pero solo pudo quedarse afuera.Vio al hombre llegar, arrastraba los pies, y tenía aún las marcas de los puños de Emerson sobre su rostro, parecía un perro al que habían vapuleado mil veces, incluso Hank sonrió al ver su miedo en el rostro.—Un golpe más y quedarás sin dentadura —dijo Hank, y pudo notar que el hombre se estremeció solo con el sonido de su voz.Llamó a la puerta y escuchó la gruesa voz de Emerson decir que entrara, cuando lo hizo, el hombre tenía ojos severos, gélidos como el hielo.—¡¿Qué demonios quieres, Chad?! —exclamó y el hombre casi se orina encima al ver la pistola que lo apuntaba.—¡No me mates, por favor!—Arrodíllate —dijo EmersonEl hombre cayó al suelo de rodillas, suplicó de nuevo.—No me mates, Emerson, mira cómo me dejaste, supe que hiciste que los socios de mi padre vendieran las acciones a ti, ahora mi padre está a tu merced, ¡estamos arruinados! No era para tanto.—¿No era para
—Difiero de su absurda mentalidad, cuando un infiel engaña, habla de su falta de lealtad y baja calidad moral, y no pienso discutirlo, ¿Sabe algo? No creo que tengamos nada en común, debemos finalizar la cita, lo acompaño a que se marche de la propiedad.Anya intentó irse, cuando sintió una fuerte mano tomarla del brazo.El hombre la empujó contra una pared, puso su mano en su boca para evitar que gritara, ella no lo esperaba, tembló de miedo, sus ojos se volvieron llorosos, mientras sentía esa sucia mano levantando su vestido y tocando su pierna.De pronto, sintió que alguien alejó al hombre de ella, con brusquedad.Anya cayó al suelo, había estado congelada, ahora sollozaba histérica.Emerson golpeó a ese hombre hasta que Hank y otros guardias los alejaron, el rostro del hombre estaba casi destrozado, nadie sabía si estaba bien.—Encárguense de él, no quiero volverlo a ver en este mundo —sentenció Emerson.El hombre fue sacado arrastras de la propiedad.Cuando Emerson miró atrás, y
—Sí, acepto —dijo ella con voz firme, aunque temblorosaSus miradas se encontraron, sus corazones latían, sin saber si estaban cometiendo el peor error de sus vidas.—Hablaré con Hannah, ella preparará todo, ve a descansar.Anya obedeció.Más tarde, su madre entró en su alcoba, ella estaba recostada en la cama, no durmió, pensaba sin cesar, cuando vio a su madre, se levantó.—¿Lo planeaste todo, Anya?—¿Qué?—Sobre esto; la infidelidad, y arrastrar a Emerson a esto.—Pero ¿Cómo puedes culparme de todo lo malo que ocurre? ¿Cómo puedes tener tantas agallas? —exclamó frustrada—Anya, sé que has amado a Emerson desde la primera vez que lo viste, al principio creí que era algo inerte a la adolescencia, pero ahora debo reconocer que era serio, debí enviarte lejos de él, ¡Emerson es como tu hermano!—¡No lo es! No te metas en mi vida, madre, por una vez, déjame ser feliz.—¡¿Y crees que serás feliz?! Emerson me lo contó todo, desde que fuiste tú quien le dio la brillante idea de casarse, has
Emerson caminó hasta Bianca, tomó el brazo de la mujer con fuerza, y salió de ahí, dejando a todos los presentes boquiabiertos por su actuación. Hank fue tras él, pero Anya se quedó ahí, con las lágrimas rebotando sobre su rostro, se sentía humillada, un segundo después dio la vuelta, y se fue, mientras su madre iba detrás de ella. Emerson llevó a Bianca fuera del salón, miró su rostro con rabia. —¡Emerson! ¿Por qué te casas con ella? ¿Por qué precisamente con ella? ¿Crees que no me he dado cuenta de que esto es solo una venganza? Vas a sufrir, porque ella nunca va a ser yo, cuando la beses o le hagas el amor, seré yo la que está en tus pensamientos. Emerson río en su cara, ella sintió escalofríos. —¡Una mujerzuela como tú se encuentre en cualquier lado! ¡No vales tanto, Bianca! No vales nada, ningún hombre debe pelear por ti, ningún hombre merece llevarte a un altar, ni casarse contigo, ¡eres una mujer perdida! Así te quedarás, ahora lárgate de mi boda, Anya vale su peso en oro,
El barco zarpó, les mostraron su camarote, Emerson intentó hacerse con otro, pero el camarero le indicó que no había otro disponible. De todos modos, el camarote era amplio, pero solo tenía una habitación. Ella estaba agotada, no era como quería pasar su noche de bodas, su mente se sintió desolada, entró al cuarto de baño. Emerson estaba en el minibar, bebía sin control, cuando un recuerdo vino a su mente, eran las palabras de Bianca. Recibió un mensaje. «Anya es mala, siempre quiso separarnos, por eso me obligó a firmar el contrato prenupcial, siempre te ha amado, ¿y si es una trampa de Chad y ella para conseguir casarse contigo? Me drogaron, Emerson, ¡soy inocente!» Emerson empujó el teléfono lejos de él. Anya salió vestida, miró el teléfono. —Bebes mucho —dijo y miró el teléfono, vio el nombre de esa mujer y el mensaje, lo tomó sin pensar, y leyó. —¿Qué es esto, Emerson? ¿Por qué sigues hablando con ella? —exclamó enojada. Emerson se levantó. —Anya, ¡¿Has tendido una tram
Él pudo escuchar su llanto. Anya intentó alejarse, pero sintió como su mano tomó su brazo, la devolvió a ella. Sus ojos se encontraron fijamente, estaban tan cerca, pudo sentir su aliento, él solo quería que dejara de llorar, sus dedos limpiaron sus lágrimas, odiaba sentir que la lastimaba, pero entre más cerca estaba, sintió que una vorágine de deseos ocultos y prohibidos lo capturaban. Se acercó, olió su perfume, no pudo evitarlo, rozó sus labios con los suyos, eran tentadores, no supo si era la bebida o su necesidad de hombre, pero al toque sus manos estrecharon su cintura, el beso apremió, su lengua se abrió paso por su boca, acariciándola. Anya se estremeció, no estaba ebrio como esa vez, esto era un beso real, la hizo tocar las nubes, y él ni siquiera lo sabía. El beso se volvió voraz, ambicioso, no pudieron detenerse, él la hizo caminar hasta la cama, y cuando acordaron, estaban ahí, recostados. Emerson no dejó de besarla, fue quitándose la ropa, primero el saco, la camisa,
—¡¿Por qué dices esto, Emerson?! —exclamó ella aún envuelta en las mantas. —Esto no debió pasar, ¡Soy tu hermanastro, Anya! No podemos estar juntos, esto se siente mal. —¡Ah, y ayer! No parecía tan mal, ¿Verdad? —Anya, ayer fue un error, perdóname. Ella le miró con rabia. —¿Me llamas un error? ¡Me entregué a ti por amor! —exclamó. Él la miró incrédulo—. Te amo con locura, Emerson, te amo desde que te vi, ahora dime, ¿Por qué no puedes amarme? Ella intentó acercarse, él se alejó. —No puedo, si hubiese sabido tus sentimientos, jamás me hubiese casado contigo —exclamó desconcertado. Anya rompió en llanto, verla así angustió al hombre que se acercó, pero cuando quiso tocarla, ella se alejó. —¡No me toques! —Anya… —Murmuró triste al escuchar reproche en su tono de voz. —Está bien, Emerson Carrigan, ¿Quieres que este matrimonio sea solo de apariencias y mentiras? Perfecto, si quieres seguir llorándole a una traidora y despreciar mi amor, puedes hacerlo, pero te advierto, cuando en