Sara sintió un desasosiego en el estómago cuando vio a Emiliano subir por las escaleras. Sabía para qué lo quería Ezequiel. Sabía que quería matarlo. No entendía las razones o el porqué, pero lo haría.Ella no era más que una carnada y Emiliano había caído en su juego. Cuando el hombre la miró, ella negó con vehemencia. Quiso gritarle que corriera, pero tenía la mordaza bien puesta en la boca. Comenzó a empujarla con la lengua mientras los hombres tenían una corta conversación. Necesitaba quitársela, necesitaba gritarle que corriera, pero era demasiado tarde.Ezequiel sacó el arma, apuntó hacia el suelo, pero la aferró con fuerza en la mano. — Quiero tu vida — le dijo a Emiliano.Su esposo levantó la cabeza. Pensar de esa manera hizo que el nudo en su estómago creciera aún más. Su esposo, era su esposo porque legalmente lo era, porque ella quería que lo fuese, porque ni siquiera se habían divorciado. Pensarlo como su esposo hizo que sintiera esa sensación de protección y que ella
Sara vio cómo Emiliano saltó hacia un lado, esquivando el próximo disparo de Ezequiel. Se escondió tras la puerta. El segundo hombre que había subido con Emiliano corrió hacia él para tratar de dispararle, pero otro disparo en su hombro lo hizo rodar por las escaleras.Sara se apoyó en la pared y se empujó. Los perdigones de las balas pasaban volando por sobre su cabeza. Cuando cayó, la silla de madera se rompió y el espaldar se le clavó en las costillas, pero no le importó. Se removió y los trozos de madera que la sujetaban a la silla comenzaron a apartarse, dejándola libre.Sara se puso de pie, sin zapatos, cansada y con miedo. A lo lejos logró ver un tubo metálico y lo sujetó. — ¿A dónde vas, perra? — le gritó Ezequiel.Pero Sara logró refugiarse detrás de una pared antes de que el hombre le disparara. Las balas rompieron el concreto a su lado. Ezequiel disparaba a diestra y siniestra. El sonido del helicóptero se hacía cada vez más fuerte. Sara vio cómo un par de hombres más b
Sara no sintió rabia ante la confesión de Luna, ni tampoco sintió placer al verla descompuesta frente a ella. Estiró la mano y agarró la de Luna con fuerza. La mujer trató de apartarla, pero Sara la mantuvo sujeta.— Déjame adivinar, ¿Mario? — preguntó Sara, y Luna asintió.— Él me dijo que tú le eras infiel a Emiliano. Me mintió y me manipuló. Por eso contraté a una prostituta para que fingiera que se acostaba con él. Yo ni siquiera supe cómo lo drogaron.— ¿Tú eres la mujer que aparecía en el video de seguridad con el casco de motociclista, cierto?Luna asintió. — No sabes cuánto me ha pesado estos años. Cuando regresaste a Casa Monter, tenía miedo, por eso me comporté tan hostil. Tenía miedo de que supieras la verdad. Tenía miedo de que mi hermano me delatara por ello.Sara apretó con más fuerza la mano de la mujer. — No es tu culpa, es culpa de Mario. Él fue quien nos manipuló, quien nos usó. De verdad lamento que hubieras tenido que llegar a eso. Pero lo importante es que es
Era la noche del viernes, la despedida de soltero de Emiliano Monter, el hombre más rico y frío de la ciudad. Emiliano Monter estaba sentado en el amplio mueble rodeado de sus amigos, no eran más que seis hombres, los únicos seis en los que él podía confiar realmente. Las luces se apagaron, apenas se encendió una en el centro del techo que apuntó hacia un punto en específico donde una mujer rubia apareció. Tenía el cabello corto a los hombros y una máscara que le cubría el rostro, un traje de cuero que ajustaba su perfecta silueta con cadenas de plata que hacían ruido cuando la mujer se movía. La música comenzó, los amigos de Emiliano se inclinaron hacia el frente para ver el espectáculo, pero él simplemente se encogió de hombros, no quería una despedida de soltero, tampoco quería una bailarina exótica, pero ¿quién podía decirle que no a su amigo Samuel? La mujer estiró las caderas y arqueó la espalda. Era indudable que era un espectáculo de mujer, con la figura marcada, las pie
— ¡Esta mujer es mi esposa! — ante tal confesión, La rubia se soltó con fuerza del agarre de Emiliano y salió corriendo. Sus tacones resonaron por el suelo de mármol, sobre la alacena del corredor había dejado su abrigo.Se cubrió con él y salió corriendo, pero Emiliano no podía dejarla ir.Utilizó la fuerza de voluntad y la adrenalina que le había dado el encuentro para correr tras la bailarina, el corazón le latió con fuerza, el dolor en el pecho fue como un apuñalada.¡La había encontrado nuevamente¡ ¡después de tantos años de haber pedido su rastro! Mientras corría, le dolía con fuerza el corazón.Salió al corredor de su edificio y cuando las puertas del ascensor comenzaron a cerrarse, corrió tras ella, pero no logró llegar a tiempo. — ¡Sara! — gritó a las puertas cerradas del elevador, pero no la dejaría escapar, no esa vez. Salió corriendo a toda velocidad por las escaleras, eran ocho pisos. Saltaba de a dos a tres escalones, cuando llegó al primer piso, cansado y sudoroso,
La recepcionista pareció no prestarle mucha atención.— Le pido por favor que modere su tono de voz — Emiliano sacó del bolsillo la tarjeta del lugar y la puso frente a la cara de la mujer.— ¿Estos son ustedes?— Si, somos nosotros.— Bien, pues aquí trabaja ella y necesito que me dé esta información — la mujer sacó el catálogo que tenía debajo del escritorio, era una revista grande llena de fotografías de mujeres hermosas.— Si está ahí, tal vez — Emiliano tomó la revista y comenzó a pasar las hojas. La mayoría tenían nombres de acompañantes, pero él sabía muy bien qué eran. Cuando llegó a la categoría de bailarinas la encontró en el primer puesto. Sonreía con el cabello rubio corto y la mirada alegre, pero no era alegre en realidad, solo él la conoció lo suficiente como para ver que aquella mirada estaba cargada de muchas emociones, no solo alegría, menos que alegría.— Es ella — debajo de su fotografía aparecía el nombre de: Paloma Dorada. Era su seudónimo de bailarina — Necesito
Sara se recostó en la puerta y lloró.No podía ser que después de tantos años los sentimientos que tenía por él no hubieran desaparecido, ella lo sabía en el fondo, sabía que lo seguía amando a pesar de todo, pero nunca imaginó que volvería a verlo, ni siquiera cuando regresó a la ciudad temió que pudiera encontrarlo. Siempre trataba de evitar los lugares donde podría tal vez encontrarlo, pero nunca imaginó que sería el hombre de La despedida de soltero. Cuando paró de llorar y los recuerdos dejaron de atormentarla, se puso de pie y caminó hacia los diseños. Tenía que terminar dos vestidos esa misma tarde, esos le permitirían vivir al menos una semana, después ya verían qué lograban hacer. Estaba trabajando en ellos intentando no pensar en Emiliano y en que podía quitarle a sus hijos si no aceptaba la propuesta de diseñar para Casa Monter cuando la puerta se abrió, su hermana Sofía y sus hijos entraron por ella con el uniforme del colegio.— ¿Qué están haciendo aquí tan temprano? —
Sara estaba a punto de enderezarse para darle un puñetazo a su excuñada cuando la voz firme de Emiliano resonó por toda la sala de espera. Ambas levantaron la cabeza y se encontraron con la mirada fiera del ceo que avanzó hacia ellas con paso firme. — ¡Qué la sueltes! — le gritó a su hermana, pero Luna no soltó a Sara. — Esta mujer tiene el descaro de aparecerse en Casa Monter — bufó la trilliza— yo misma la sacaré del cabello. La mano de Emiliano se movió rápido y se afianzó en la muñeca de su hermana apretándola con fuerza, tanta que la mujer se removió del dolor y la final soltó el cabello rubio de Sara que se acarició la cabeza. — Pues Sara es mi invitada, así que te pido… no, ¡Te ordeno! Que la dejes en paz — Luna le dio una fría mirada a Sara. — No puedo creer que tenga el descaro de regresar y tú de invitarla después de todo lo que pasó. — ¿Todo lo que pasó? — bufó Emiliano — ¿Te refieres a todas las humillaciones que le hicieron? No seas cínica, Luna, y mejor métete a la