Era la noche del viernes, la despedida de soltero de Emiliano Monter, el hombre más rico y frío de la ciudad.
Emiliano Monter estaba sentado en el amplio mueble rodeado de sus amigos, no eran más que seis hombres, los únicos seis en los que él podía confiar realmente.
Las luces se apagaron, apenas se encendió una en el centro del techo que apuntó hacia un punto en específico donde una mujer rubia apareció.
Tenía el cabello corto a los hombros y una máscara que le cubría el rostro, un traje de cuero que ajustaba su perfecta silueta con cadenas de plata que hacían ruido cuando la mujer se movía.
La música comenzó, los amigos de Emiliano se inclinaron hacia el frente para ver el espectáculo, pero él simplemente se encogió de hombros, no quería una despedida de soltero, tampoco quería una bailarina exótica, pero ¿quién podía decirle que no a su amigo Samuel?
La mujer estiró las caderas y arqueó la espalda.
Era indudable que era un espectáculo de mujer, con la figura marcada, las piernas torneadas, pero había algo peculiar en ella. Emiliano se inclinó hacia el frente, estrechando los ojos.
No frecuentaba nunca lugares de estriptis, pero aquella mujer se le hizo curiosamente conocida.
La música llegó a su punto álgido, la mujer se contoneaba, bailaba, tenía movimientos sexys y una buena flexibilidad.
Notó como sus amigos comenzaron a emocionarse de más, pero él ciertamente estaba un poco aburrido.
Se recostó en el mueble con los brazos cruzados y observó el show en silencio.
— Vamos, anímate —le dijo Samuel meneándolo por el hombro — la contraté especialmente para ti, es toda una joya, y una ganga, era de las más baratas, pero la verdad no veo por qué. Para mí era la más atractiva de todo el catálogo, además, baila increíble. Mira esas caderas — la música seguía sonando a todo volumen, cuando terminó, los hombres aplaudieron.
La mujer no se quitó el antifaz.
La siguiente canción era más lenta, más seductora.
La mujer se tocó el cuerpo.
— Mira eso, todo eso puede ser tuyo esta noche —pero Emiliano negó.
— No, sabes que no me gustan ese tipo de cosas, no me voy a acostar con ella.
— ¿cómo que no? ¡pagué un precio muy alto para que viniera hasta aquí! No puedes hacerme eso.
— ¿No dijiste que era la más barata?
— Sigue siendo mucho para mí, no todos somos los presidentes de la empresa de moda más importante del país, ¡Vamos!
— Para nada, Samuel, me caso mañana.
— Sí, pero no te casas por amor. Yo más que nadie sé que es simplemente un negocio, además ni siquiera es un buen negocio — su amigo parecía frustrado.
— Claro que la amo — mintió — además, necesito una esposa temporal para que Casa Monter logre ese contrato con su familia, una vez terminen nuestras actividades con la empresa de ella… no sé.
— Bien, no te creo que te cases por amor con la pelirroja, pero si aún es así, ¿qué te impide llevarte a la cama a esa preciosura? — Emiliano pasó saliva, ciertamente no tenía la respuesta a esa pregunta, pero no le pareció correcto. Al ver la duda en los ojos de su amigo, Samuel se tronó los dedos y Emiliano notó sus intenciones.
— Pues si ella quiere, entonces tú acuéstate con ella — Emiliano se encogió de hombros.
— Bien, no soy mucho de recoger las sobras de mis amigos, pero hay tiempos oscuros y hay que aprovechar —Samuel se puso de pie y caminó hacia la mujer, ella se acercó a él y comenzó a bailarle cadenciosamente.
Su amigo trató de agarrarla por las caderas, pero ella tomó sus muñecas y las levantó en el aire impidiendo que la tocara.
Aquello solo hizo emocionar más a Samuel, sus compañeros aplaudían y chiflaban.
Emiliano se recostó aperezado en el mueble y observó la escena, su amigo trataba de bailar con la chica, pero lo cierto es que era pésimo bailando.
Ella se meneaba y lo seducía, pero no parecía dispuesta a ir más allá.
Cuando el hombre estiró la mano y la puso sobre uno de los senos de la bailarina a través del traje de cuero, ella se inclinó y le murmuró algo al oído.
La cara de su amigo cambió, del placer más erótico al la sorpresa más absoluta.
— ¡¿Cómo que no?! — dijo enojado.
El que controlaba la música le bajó un poco el volumen.
— ¿Qué está pasando? —preguntó Emiliano.
En cuanto la bailarina escuchó su voz, clavó los ojos en él, pero la luz del techo y la oscuridad de la casa le impidieron verlo con claridad.
— Pues que aquí nuestra bailarina me dice que no la puedo tocar, que ella es sólo bailarina — la muchacha se quedó paralizada en medio de la luz, la música se detuvo.
Uno de los amigos salió corriendo a encender las luces.
Cuando lo hizo, Emiliano notó que era incluso más joven de lo que parecía, no podía ser mayor de veinte seis, pero el antifaz le cubría todo el rostro.
Samuel la tomó por la muñeca con fuerza.
— Yo pagué mucho dinero para traerte aquí, ahora no te me vas a negar — la mujer se soltó con fuerza del agarre de Samuel.
— Cuando me contrató, en el catálogo muy explícito estaba que yo no era una prostituta, solo una bailarina, por eso era más barata que las demás. Si quería acostarse con una debió haber pagado las más caras — Emiliano sintió un extraño escalofrío en la columna. Esa voz...
Caminó hacia la mujer, la tomó por la muñeca y en un hábil movimiento antes de que ella lograra hacer algo se deshizo del antifaz de su rostro y entonces la vio.
Las fuerzas del cuerpo le fallaron, el antifaz en su mano cayó al suelo y rodó hasta estar a los pies de sus compañeros anonadados al otro lado.
La bailarina parpadeó un par de veces, pero en cuanto lo vio, en cuanto lo reconoció, abrió los ojos como la luna llena.
Espantada, apretó los labios y luego dio un paso atrás, pero seguía atrapada en el fuerte agarre de Emiliano en su muñeca.
— ¡Tú¡ —le dijo Emiliano, la voz le tembló.
Samuel los miró a ambos sorprendido, luego se aclaró la garganta.
— ¿Acaso la conoces? —Emiliano asintió.
— ¿Que si la conozco? ¡Esta mujer es mi esposa!
— ¡Esta mujer es mi esposa! — ante tal confesión, La rubia se soltó con fuerza del agarre de Emiliano y salió corriendo. Sus tacones resonaron por el suelo de mármol, sobre la alacena del corredor había dejado su abrigo.Se cubrió con él y salió corriendo, pero Emiliano no podía dejarla ir.Utilizó la fuerza de voluntad y la adrenalina que le había dado el encuentro para correr tras la bailarina, el corazón le latió con fuerza, el dolor en el pecho fue como un apuñalada.¡La había encontrado nuevamente¡ ¡después de tantos años de haber pedido su rastro! Mientras corría, le dolía con fuerza el corazón.Salió al corredor de su edificio y cuando las puertas del ascensor comenzaron a cerrarse, corrió tras ella, pero no logró llegar a tiempo. — ¡Sara! — gritó a las puertas cerradas del elevador, pero no la dejaría escapar, no esa vez. Salió corriendo a toda velocidad por las escaleras, eran ocho pisos. Saltaba de a dos a tres escalones, cuando llegó al primer piso, cansado y sudoroso,
La recepcionista pareció no prestarle mucha atención.— Le pido por favor que modere su tono de voz — Emiliano sacó del bolsillo la tarjeta del lugar y la puso frente a la cara de la mujer.— ¿Estos son ustedes?— Si, somos nosotros.— Bien, pues aquí trabaja ella y necesito que me dé esta información — la mujer sacó el catálogo que tenía debajo del escritorio, era una revista grande llena de fotografías de mujeres hermosas.— Si está ahí, tal vez — Emiliano tomó la revista y comenzó a pasar las hojas. La mayoría tenían nombres de acompañantes, pero él sabía muy bien qué eran. Cuando llegó a la categoría de bailarinas la encontró en el primer puesto. Sonreía con el cabello rubio corto y la mirada alegre, pero no era alegre en realidad, solo él la conoció lo suficiente como para ver que aquella mirada estaba cargada de muchas emociones, no solo alegría, menos que alegría.— Es ella — debajo de su fotografía aparecía el nombre de: Paloma Dorada. Era su seudónimo de bailarina — Necesito
Sara se recostó en la puerta y lloró.No podía ser que después de tantos años los sentimientos que tenía por él no hubieran desaparecido, ella lo sabía en el fondo, sabía que lo seguía amando a pesar de todo, pero nunca imaginó que volvería a verlo, ni siquiera cuando regresó a la ciudad temió que pudiera encontrarlo. Siempre trataba de evitar los lugares donde podría tal vez encontrarlo, pero nunca imaginó que sería el hombre de La despedida de soltero. Cuando paró de llorar y los recuerdos dejaron de atormentarla, se puso de pie y caminó hacia los diseños. Tenía que terminar dos vestidos esa misma tarde, esos le permitirían vivir al menos una semana, después ya verían qué lograban hacer. Estaba trabajando en ellos intentando no pensar en Emiliano y en que podía quitarle a sus hijos si no aceptaba la propuesta de diseñar para Casa Monter cuando la puerta se abrió, su hermana Sofía y sus hijos entraron por ella con el uniforme del colegio.— ¿Qué están haciendo aquí tan temprano? —
Sara estaba a punto de enderezarse para darle un puñetazo a su excuñada cuando la voz firme de Emiliano resonó por toda la sala de espera. Ambas levantaron la cabeza y se encontraron con la mirada fiera del ceo que avanzó hacia ellas con paso firme. — ¡Qué la sueltes! — le gritó a su hermana, pero Luna no soltó a Sara. — Esta mujer tiene el descaro de aparecerse en Casa Monter — bufó la trilliza— yo misma la sacaré del cabello. La mano de Emiliano se movió rápido y se afianzó en la muñeca de su hermana apretándola con fuerza, tanta que la mujer se removió del dolor y la final soltó el cabello rubio de Sara que se acarició la cabeza. — Pues Sara es mi invitada, así que te pido… no, ¡Te ordeno! Que la dejes en paz — Luna le dio una fría mirada a Sara. — No puedo creer que tenga el descaro de regresar y tú de invitarla después de todo lo que pasó. — ¿Todo lo que pasó? — bufó Emiliano — ¿Te refieres a todas las humillaciones que le hicieron? No seas cínica, Luna, y mejor métete a la
Sara sintió que el corazón le dio un vuelco en el pecho, contuvo el aliento y apartó la mirada de todos los miembros de la junta que clavaron sus ojos en ella.—¿Pero de qué estás hablando, abuela? — preguntó con brusquedad Luna y doña Amelia tomó el cuaderno de Sara y se lo lanzó a su nieta golpeando la mesa con fuerza.— Mira los diseños. Ninguno de los diseñadores que hay afuera logrará hacer algo como esto. Pienso que las ideas innovadoras de Sara podrían hacerle bien a la compañía en un momento tan crítico como estos, Pero eso no lo puedo decir solo yo. El presidente es Emiliano. Él tiene dos votos a diferencia de nosotros que tenemos solo uno — Laura, la otra gemela, habló mientras se observaba las puntas del cabello, Vanidosa, — Es obvio que mi hermano va a votar que sí.— y yo les pido que ustedes voten igual — las regañó la abuela — Sara recordaba bien a la mujer, era fuerte y decidida como su esposo, todos la respetaban, su opinión importaba, era la matriarca del legado Mo
Sara tiró del cabello de Luna, la empujó con fuerza contra el pavimento y ambas mujeres salieron rodando, ella ya no era la misma niña tonta que se dejaba humillar, se ganaría el respeto de las trillizas así fuese a los golpes, Así que se subió a horcajadas sobre Luna y le apretó el cuello contra el pavimento.— Yo ya no soy la de antes —le dijo. Le escurría champán por el cabello que la melliza le había tirado en la cabeza, la cara de la mujer estaba roja de la ira. Las otras dos mellizas llegaron corriendo con Luna para rescatarla del fuerte agarre en el que la tenía Sara, la tomaron por debajo de los brazos y la sacaron de ahí.— ¡¿Ahora qué está pasando?! No puedo creer que ya lleguen a esto — les gritó alguien desde la entrada, era Emiliano que corría hacia ellas.— Ella empezó — le dijo Sara mientras Luna se desarrugaba el costoso vestido. — No me importa que no hubieras empezado. Tú eres una accionista de la empresa y ejecutiva, y tú ahora eres la nueva diseñadora, no pueden d
Sara se apartó del agarre de Emiliano con fuerza, dándole un golpe en la muñeca. — No me puedes exigir que te diga nada, ya no importa. — No, te equivocas, importa, así que dímelo.— Pero antes no querías que te dijera nada — Emiliano dudó.— Pues ahora sí quiero.Sara sabía que no podía escapar de aquella situación, pero tal vez podía retrasarla un poco, así que abrió la puerta del auto en medio de la calle y salió corriendo a toda velocidad dejando al CEO en su auto, fúrico. No tenía dinero para tomar un taxi, así que tuvo que caminar hasta la estación del metro y cuando llegó a casa se encontró a su hermana ayudándole con la tarea a sus hijos. Mael corrió hacia ella y se le colgó del cuello, luego la tomó por la mano y la llevó al mueble. — ¿Dónde estabas, mami? — Sara observó los tres pares de ojos que se posaron en ella, con anhelo y esperanza. — Logré conseguir trabajo — les contó y Sofía se puso de pie y caminó hasta ella. — ¿Dónde? — Sara le apartó la mirada. — Soy la
En efecto, Emiliano Monter había pagado la colegiatura de seis meses por adelantado en uno de los mejores colegios de la ciudad. Para Sofía era complicado, estaba un poco triste de dejar a sus amigos con los que había estudiado durante toda su vida. Pensó que se graduaría con ellos, faltando tampoco cambiar de colegio era un golpe duro para la muchacha, pero no se lo dijo a Sara, la joven entendía que estaban pasando por un mal momento, que si Emiliano había pagado la colegiatura, lo mejor que podían hacer era aceptar, no podían darse el lujo de rechazar una gran oportunidad, pero Sara en la noche entró a la habitación de la muchacha que estaba acostado boca abajo con la cara entre las almohadas.— Tú volverás a tu antiguo colegio, te lo prometo.— Claro que no, Emiliano fue muy amable al pagarme un cupo en esta prestigiosa escuela, no puedo ser tan arrogante y malagradecida, además salir graduada de ahí sería bueno para mi currículum — Pero Sara negó.— ¿Y para tu vida? ¿Sería bueno?