4| Regresar al infierno.

Sara se recostó en la puerta y lloró.

No podía ser que después de tantos años los sentimientos que tenía por él no hubieran desaparecido, ella lo sabía en el fondo, sabía que lo seguía amando a pesar de todo, pero nunca imaginó que volvería a verlo, ni siquiera cuando regresó a la ciudad temió que pudiera encontrarlo. Siempre trataba de evitar los lugares donde podría tal vez encontrarlo, pero nunca imaginó que sería el hombre de La despedida de soltero. 

Cuando paró de llorar y los recuerdos dejaron de atormentarla, se puso de pie y caminó hacia los diseños. Tenía que terminar dos vestidos esa misma tarde, esos le permitirían vivir al menos una semana, después ya verían qué lograban hacer. 

Estaba trabajando en ellos intentando no pensar en Emiliano y en que podía quitarle a sus hijos si no aceptaba la propuesta de diseñar para Casa Monter cuando la puerta se abrió, su hermana Sofía y sus hijos entraron por ella con el uniforme del colegio.

— ¿Qué están haciendo aquí tan temprano? — los regañó, Sofía se metió las manos en los bolsillos de la falda, mientras la niña corría a darle un abrazo a su madre.

— Lo que pasa es que nos suspendieron porque hicimos algo malo, pero no te preocupes, nos dejarán estudiar en casa una semana y luego regresaremos —Sara se cruzó de brazos, luego miró hacia su hijo que le agachó la mirada.

— Mami, Es que no nos dejaron entrar porque no has pagado la mensualidad — la tía del niño lo regañó. 

— Lo siento, hermana, no quería decirte la verdad para que no te sintieras presionada, ¡Pero no importa! Yo puedo enseñarle a Mael y a Mara desde la casa — Pero Sara negó.

— ¿Y a ti quién te enseña? Estás a punto de graduarte, no puedes darte el lujo de perder este año — les dio la espalda para que no vieran Como los ojos se le llenaron de lágrimas. Observó su casa con manchas y humedad.

Regresar a Casa Monter podía ser un infierno, las razones por las que salió de allí eran variadas, pero podría ser diferente. Cuando se casó con Emiliano compartían su casa junto con su familia, trabajar en la empresa podía ser diferente, era otro ambiente, otro lugar, así que se enjaugó las lágrimas y se sonó en la nariz con el delantal.

— Tranquilos, Todo va a estar bien — les dijo — Sofía, ayúdame a terminar estos vestidos, Mañana tengo una entrevista de trabajo.

— No me digas que al fin vas a dejar tu carrera de bailarina exótica — preguntó la muchacha con alegría, pero Sara no contestó.

Pasaron el resto de la mañana y la tarde terminando los vestidos, cuando llegó la noche Sara tomó el teléfono y lo apretó contra el oído. 

Recordaba perfectamente el número de la empresa pero luego negó, si ella iba a ganarse ese puesto lo haría legalmente, así que colgó de nuevo, tomó los cuadernos con sus diseños y los observó. Claro que podía ganarlo, era buen momento para regresar. 

La razón principal por lo que había abandonado a emiliano estaba fuera de ese país, las cosas, imaginó, ya debían haber cambiado, Así que en la mañana siguiente se puso su vestido más bonito, el de flores amarillas a media pierna, se trenzó el cabello y se maquilló de una forma muy decente. 

Cuando llegó a la empresa, apretó el cuaderno con fuerza contra su pecho en un abrazo. Cuando estaba casada con Emiliano no había ido muchas veces a ahí, pero las pocas veces que cruzó por la puerta fueron un verdadero infierno. 

El portero le dio la entrada y Sara caminó, no quería encontrarse con nadie de su antigua vida, al menos no ese día. Cuando llegó al tercer piso salió del elevador y observó una enorme y larga fila llena de personas variadas con vestidos demasiado llamativos, evidentemente eran los candidatos a convertirse en los diseñadores de la empresa Casa Monter, así que Sara se acomodó en la parte trasera de la fila y guardó silencio. 

Comenzaron a pasar los minutos, persona a persona eran llamadas a la sala de juntas y luego salían llorando o con cara de tragedia. El diseñador de la empresa era una de las partes más importantes de la compañía y Sara sabía que aquella decisión se tomaba con la junta en pleno, cosa que la aterró, pero ya estaba ahí, ya no podía retroceder. 

Un rato después observó aterrorizada como una de las hermanas de Emiliano salió por el ascensor, venía con su otra hermana, eran tres mellizas idénticas. Sara antes podría distinguir quién era quién, pero habían pasado muchos años así que ya no sabría decir cuál de las dos era cual. 

Se cubrió la cara con la con el libro para que no la vieran, pero las mujeres se detuvieron frente a todos y observaron entretenidamente a cada diseñador.

— No puedo creer que tengamos que hacer esto, me parece humillante, Casa Monter debería de contratar un excelente diseñador de alta costura, no hacer entrevistas de esta forma como si fuésemos a contratar una secretaria — claramente, por el tono de voz y la arrogancia, era Luna. 

Cuando pasó por el lado de Sara, accidentalmente le golpeó el hombro, o no tan accidentalmente. El libro de Sara cayó al suelo y rodó, Sara salió corriendo tras él, lo tomó del suelo, lo levantó y cuando dio la vuelta se encontró frente a frente con Luna. 

Era alta como su hermano Emiliano, las tres tenían el cabello oscuro y los ojos verdes.

— ¡Tú! — le gritó la mujer en cuanto la vio — tú — repitió con rabia — ¿Qué estás haciendo aquí, m*****a z0rra? — Sara trató de abrir la boca para defenderse, pero la mujer se acercó a ella, de un movimiento rápido la tomó por el cabello y comenzó a arrastrarla hacia el elevador — no vuelves a pisar mi empresa, m*****a estúpida. ¿Cómo se te ocurre volver a nuestras vidas, estúpida? Te voy a sacar a rastras de aquí — comenzó a llevar a Sara arrastrada por el cabello hacia el elevador y cuando Sara estaba a punto de defenderse, una voz firme y autoritaria gritó desde lo lejos.

— ¡Suéltala ahora! — ambas se detuvieron y se volvieron para ver a Emiliano Monter, furioso, caminando hacia ellas. 

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