Capitulo 20

Las manitas, en silencio, con sus gestos delicados y su devoción palpable, se aproximaron a Mia, cuyo cuerpo hablaba más que mil palabras. Con movimientos suaves y respetuosos, comenzaron el ritual de lavar su cuerpo, preparándolo para la boda, sintiendo en cada caricia la profundidad de las cicatrices que marcaban la piel de la mujer y tratando de adivinar el pasado de esta.

Sus manos, entrenadas en el arte del cuidado, se deslizaron sobre las heridas que el tiempo había dejado. Cada una de ellas, sin preguntar ni juzgar, entendían que el dolor que había soportado Mia no era solo físico, sino también un eco de las batallas internas que había librado. Con una mezcla de ternura y reverencia, las manitas lavaron cada rincón de su cuerpo, como si al hacerlo pudieran limpiar también su alma.

— No temas, señora, — susurró una de ellas, con voz calmada —. Estamos aquí para cuidarte.

Los ojos de Mia se cerraron brevemente, permitiendo que las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo
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