Margarita quiso levantarse para saludar cortés, pero la madre no se lo permitió.—No es necesario que te levantes —le dijo severa. Margarita se quedó tiesa en su lugar—. Lidia estará a cargo algunos días, al menos hasta que Lucca se recupere.—¿Qué? —preguntó Margarita, asustada y se levantó de su puesto enseñando lo preocupada que estaba—. ¿Está bien? ¿Qué ocurrió? —insistió con angustia.Lidia la miró con una sonrisa en el rostro y negó con la cabeza. No podía creer el descaro que tenía.La madre de Lucca le miró con las cejas en alto, sorprendida por su atrevimiento. Y, aunque no debía referirse así a sus trabajadores, estaba al corriente que Lucca no se iba a detener.—Ni siquiera debería preguntar, Señorita Ossandón —le dijo con rabia—. Su irresponsabilidad ha puesto en peligro la salud de mi hijo —reveló y la joven ante ella se puso pálida.No la dejó responder ni realizar más preguntas. Se fue marchando apurada y Margarita se quedó a solas con Lidia, quien se tomó unos segundos
Tras enfrentar las bromas de sus vecinos y amigos, Margarita se atrevió a invitar a Lucca a tomar un té con ella. Para su suerte, Lucca no habían entendido las referencias de Rusia y Luis y pudo escapar de ese momento sin tener que explicar mucho al respecto.Todavía tenía vergüenza de que el hombre le hubiera metido la nariz entre las nalgas y que sus manos hubieran acariciado sus esponjosos glúteos sin nada de timidez.En esa nueva oportunidad, Margarita no dejó que Lucca se sentara en el sofá de Kun y July y lo invitó a la mesa central, donde las amigas solían cenar y compartir su divertido día.Ella puso la tetera con agua fresca y preparó té de manzana y canela para esa tarde. En el interior del departamento se podía sentir la tensión que los dos respiraban, peor aún cuando entendían que estaban a solas.Margarita se sentó frente a él y trataron de comenzar de cero. Al final, apenas se conocían y temían que las cosas no resultaran como ellos esperaban.—Nunca me había embriagado
Lucca se puso de pie cuando July entró y la joven le sonrió. Kun le acompañaba, como siempre y no dudó en invadir todo el departamento con su presencia alegre.—Soy Kun —dijo el hombre—. ¿Novio de Kalma? —preguntó el chino y Lucca se rio.—¿Kalma? —preguntó Lucca, confundido.—Calladito te ves más bonito, Kun —dijo July y lo agarró por la mano para moverlo de allí y que no abriera la boca y arruinara las cosas.Lucca le dijo a Margarita que debía regresar. Había sudado un poco y necesitaba cambiarse. Ella le entregó las llaves de su camioneta y lo acompañó hasta la salida del edifico.Él se acercó para besarla.Ella cerró los ojos y separó los labios con ansiedad, pero sus labios se moldearon en su mejilla, haciéndola trepidar de pies a cabeza.—Lo de anoche fue un error —dijo. Margarita se paralizó y se sintió peor. Él le tocó el cabello con la punta de sus dedos y se acercó a ella un poco más. Sus cuerpos se rozaron—. Te dije que antes de tocar tus labios, quiero tocar tu corazón, p
Margarita se metió al cuarto de baño con la piel de gallina. Se encontró cara a cara con las empleadas más jóvenes, las modelos que modelaban la marca en los supermercados y para evitar las conversaciones incómodas, se escondió dentro de un cubículo privado.Se puso las manos en la boca para aguantar un chillido de rabia que la hizo sentir peor.Estaba tan confundida como ofendida.Era claro que Margarita quería casarse, pero no de esa forma.Y lo que Lucca había hecho, para ella no tenía nada de romántico, todo lo contrario, encontraba que era lo más tosco y desabrido que alguna vez un hombre le había propuesto.Cuando escuchó la puerta de entrada azotándose, entendió que estaba sola y abandonó su cobarde escondite para lavarse las manos y la cara.Se secó con papel y en la frente se vio la línea hundida que el zapato de Lucca le había dejado como cicatriz eterna el primer día en el que se habían conocido.Sofocó una sonrisa con mala cara y se afirmó del lavado para pensar, para quit
Por breves segundos, se arrepintió de aceptar, pero cuando se encontró con sus ojos azules y profundos, sintió tranquilidad y confianza.—Me encantaría que pudiéramos conversar, pero debemos mantener la distancia aquí y mostrarle a Lidia que nada ocurre entre nosotros —dijo Lucca sin dejar de sostener su mano.Margarita estaba idiotizada. La calidez de su cuerpo era la más increíble que había probado nunca. El hombre poseía un roce delicado, apenas imperceptible, pero que la hacía sentir más cosas que cualquier otro tipo de manoseo.—¿Y qué ocurre entre nosotros? —preguntó y sacudió las pestañas con prisa, disimulando lo mucho que le había costado efectuar esa pregunta.Lucca se rio y le acarició la mejilla con el dedo pulgar.—Creo que muchas cosas, pero ninguna palabra sería adecuada para explicar lo que sucede entre tú y yo —musitó y le tocó el cabello sedoso con suavidad.—¿Ninguna? —preguntó ella con perspicacia y sonrió para decir—: yo tengo una palabra. —Él la miró sorprendido—
Margarita se quedó boquiabierta conforme el hombre sostenía su mano y le miraba a los ojos con un brillo diferente. Se rio, puesto que no podía ocultar la alegría que la dominaba.Si bien, la primera proposición de Lucca le había resultado fría e incluso robótica, en aquel segundo intento, las cosas habían mejorado mucho más.No solo había escogido uno de los lugares favoritos de Margarita, sino también, se había encargado de preparar todo para ese momento tan diferente.—Esto si es muy lindo —siseó ella. Tenía las mejillas rojas y la voz le tiritaba—. Debo reconocer que sí te esforzaste —agregó y miró a su alrededor cuando notó las luces blancas de la cúpula transparente—. Voy a aceptar porque me has sorprendido.—¿Solo por eso? —preguntó Lucca y se sintió confundido—. ¿No aceptarías por mí? —investigó.Margarita se rio y sus nervios empeoraron cuando el hombre abrió una linda cajita roja que llevaba una extraña joya. Ella se agachó para mirarlo mejor, pero los dos estaban tan nervio
Regresaron a casa antes de la medianoche, cuando terminaron de comerse todo el pollo frito que Lucca había llevado para ese momento tan personal e incomparable.Lucca llevó a Margarita hasta la puerta de su departamento y no la dejó ir cuando ella quiso meter las llaves en el cerrojo. La tomó con fuerza por la mejilla y le plantó un suave y apasionado beso en la boca.Habría querido resistir un poco más, pero no podía negar lo mucho que Margarita le enloquecía y, no podía quedarse con esa sensación en el cuerpo o no iba a poder dormir en toda la noche.—Lamento ser tan contradictorio, pero necesitaba besarte —susurró sobre su boca y la tomó por la nuca para sentirla cerca. Ella lo abrazó por la cintura y juntó sus cuerpos tibios—. Dije que te besaría cuando tocara tu corazón, pero me lo pones muy difícil, Margarita.—Tal vez ya tocaste mi corazón —musitó ella con los ojos cerrados y se rio tierna cuando él volvió a besarla.El beso fue tibio, lento y húmedo. A ella las piernas le temb
Al otro día, Margarita se levantó algunos minutos antes y se preparó a toda prisa. Estaba impaciente por llegar al trabajo y ver a Lucca. Su cuerpo le reclamaba con fuerza; deseaba verlo, sentirlo, olerlo, e incluso, moría por besarlo otra vez.Se despertó sintiéndose impaciente, pero también muy estúpida. ¿Por qué no lo había invitado a pasar? Se preguntó cientos de veces mientras se bañó, se secó el cabello y se vistió.¿Por qué había decidido, justo en ese momento, ser la nueva Margarita? La vieja Margarita habría despertado con un hombre sexy a su lado, satisfecha y feliz.¿Por qué? Se preguntó con rabia mientras se bebió una taza de café.Llegar a los viñedos fue difícil. Se encontró con una larga fila de personas y supo que algo importante estaba sucediendo.Sus ojos no tardaron en encontrarse con Lucca. El hombre conversaba con Américo, conforme Lidia participaba como espectadora.Margarita se acercó con discreción y saludó a los tres con un simple gesto con su cabeza.—Qué bue