Es mi hijo
Aquella noche solo pude dormir escuchando la voz de Jamie, las grabaciones de audio que me había hecho me servían de mucho.
Pero había llegado el domingo y teníamos que pasarlo junto con Nicol.
Sinceramente no tenía ni ganas de hablar.
Todo el día pasó como si yo no estuviera presente en él y solo lo veía transcurrir.
Cuando llegó la noche, empecé a inquietarme.
Jamie no había enviado ningún mensaje para saber si había llegado bien o cualquier cosa y yo no quería ser la primera en escribir. Debía de demostrarle que no tenía dependencia de él, era la única maner
Miró por décima vez la pantalla de su celular. Como si con eso pudiera hacer que entrase una llamada o un mensaje. Pero era algo que no podía evitar. Llevaba todo el día con el celular en las manos. En esos momentos era su tesoro.¿Cuantos mensajes había escrito y borrado sin llegar a enviar ninguno? ¿Cuantas llamadas estuvo a punto de marcar? Sentía que probablemente estaba más desesperado de hablar con Ana que ella con el.Y solo había pasado una semana.— Buenas tardes, Jamie. — la dulce voz de la hermosa joven Alessia interrumpió todas las teorías que se estaban formando en su cabeza con respecto a lo que podría estar haciendo Ana en aquel momento. — He venido para que demos un paseo por el jardín. Mi hermano llega en una hora.— ¿Luca? — preguntó el, no tenía ganas de salir.— No, mi hermano Angelo.— Ah, aún no conozco a tu otro hermano.— Llega en un rato. Suele venir poco pero le he insistido para que se cono
¿Cual era la prenda correcta? Debía de decir “Estoy aqui” o tal vez tenía que decir “Mírame.” Puede que “Mírame” sea la más apropiada. Mi belleza no tenía efecto en el, ser inocente tampoco parecía cautivarle, solo me quedaba ser atrevida. Podía intentarlo. Pero, ¿donde estaba el idiota de mi hermano con Jamie? ¡Ya era muy tarde! Pero daba igual. Tenía que ponerme el babydoll, había elegido el que decía “Mírame” pero con letras mayúsculas. Era sencillo, fácil de quitar y de color rojo, aunque potenciaba todos mis a
Mi pequeña maleta, mi celular y yo. Ya estaba en el aeropuerto después de al fin lograr irme de casa de Alessia. Esta me había visto salir con la maleta y había ido a impedir mi partida entre lágrimas y súplicas. Le aseguré que volvería cuando supiera qué iba hacer y que si tardaba mucho o iba solo jugando con mi trabajo, renunciaría. Cuando estaba frente a la puerta de embarque, dos hombres se acercaron a mi, pertenecían a la seguridad del aeropuerto o eso decían sus uniformes grises. — Buenos días, señor. Acompáñenos, por favor. — dijo uno de ellos con ceño fruncido y expresión seria. — ¿Sucede algo? — pregunté extrañado. — Acompáñenos. — volvió a repetir, colocando ambas manos en su cintura y parándose de forma autoritaria. Tenía que acompañarlos. Caminaba uno frente a mi y otro detrás, llamando la atención de todos. La gente nos miraban y empezaban a murmurar. Y
Llevaba en mis manos un ramo de lirios y un corazón cargado de sentimientos hacia Ana. Pensé que ella sospecharía al hacerle aquellas preguntas por mensaje, pero era tan inocente. Frente a su puerta, respiré profundo y exhalé. Toqué tres veces y luego esperé. Unos pocos segundos después la escuché acercarse pero no abrió y más adelante un grito de emoción. Parecía estar tan feliz como yo. Pero aún no abría. Escuché sus pasos alejarse unos minutos y después los oí acercase. La puerta hizo un pequeño ruido y luego se abrió. Ana me miró un segundo y al siguiente se lanzó sobre mi sin darme tiempo a darle las flores. Sus manos rodearon mi cuerpo haciéndome retroceder hacia atrás hasta dar con la pared, quer&i
Debía de abrir, era mi oportunidad para ver a Tom, no tenía ni que pensármelo. — ¡Hola! — me agaché y sus diminutas manos rodearon mi cuello. — Mi pequeño. — Mamá… me dejaste. — aquello me destruía. No lo había dejado, no podía llevármelo. Intenté todo y perdí. — No volviste por mi. — Lo siento, Tom. No quería dejarte pero por el momento tendrás que estar con Jake. — Sus ojitos llorosos me hacían daño. — No quiero volver con ellos. Quiero quedarme aquí contigo. — Ya Jake te ha dicho que no puedes. — Dijo Nicol, levanté la vista y la miré con odio. Cada vez más tenía ganas de pegarle, quería pegarle en la boca para que dejara de hablar. Ya su voz me molestaba. — Solo hemos venido para que te vea un momento. Es tarde. — Tom, mírame. — No quería dejarlo ir y no me conformaba con solo verlo unos minutos. Si me ponía a llorar, él se entristecería más y sería más difícil su partida. — El
—Jamie. — dije su nombre en voz baja para saber si estaba dormido, sabía que aún estaba incómodo por haberle mentido, era comprensible, y ahora no habíamos retomado aquello que me tenía tan emocionada. Incluso se había acostado con ropa y yo con mi ridícula pijama. Volví a llamarlo, aunque él no respondió. Apagué la luz y me dispuse a dormir, pero después de un rato, sentí su mano acariciar mi espalda.— ¿Te vas a dormir sin darme un beso? — me di la vuelta y allí estaban aquellos ojos.— Pensé que ya dormías.— Solo estaba pensando en lo que tengo que hacer mañana.— ¿Y eso que es?— Tenemos que ir algún lugar, juntos. Hay varias personas a las que tengo que presentarte.— No será lo mismo si no eres tú el que sostiene la cámara.— Eso no importa, lo importante es que obtengas un mejor empleo que no te quite tiempo, que puedas estudiar y a la vez poder estar con Tom cuando lo recuperes.— ¿A donde iremos?—
Nicol acababa de salir de mi oficina, eran las 12 del medio día y mañana era la operación del joven Marc Arlet, había que hacerle un transplante de corazón, solo tenía diecinueve años, se podría pensar que sería algo sencillo o normal, debido a que una persona de esa edad suele estar fuerte, pero el joven Arlet era todo lo contrario. Esta sería su tercera operación y eso lo complicaba todo. Debido a su condición, se le había reparado la válvula aórtica y sustituido la mitral, pero su estado de salud no había mejorado en lo más mínimo. Tenía que recibir siempre transfusiones de sangre, tenía poca producción de glóbulos blancos y aunque su enfermedad era congénita, había sido no hace mucho detectada. Aún más complicado, su corazón se fue estropeando debido a que no recibía las condiciones adecuadas y el joven llevaba una vida normal y muy activa. Tenía dos meses en nuestro hospital y desde ese entonces, el caso había sido dirigido a mi. — Disculpe, doctor Matthe
No sabía que pasaba, no tenía detalles de nada, solo una dirección de una comisaría y que Jamie estaba desmayado. Pero ya aquí, pasaron a un hombre por el lado mío, iba esposado con el rostro todo machacado y caminando apenas. Aunque me miró por un segundo, pareció no reconocerme pero yo si a él. ¿Como olvidar aquel rostro que incluso en aquel momento me hacía temblar de miedo, asco y repulsión? Robert. Mi cuerpo quería entrar en pánico, pero no lo dejé, apreté mi bolso con fuerza y me obligué a esperar. Jamie me necesitaba. Tuve la intención de salir corriendo, de hecho, era lo que hubiera hecho si las piernas me hubieran respondido en aquel momento, pero no lo hicieron. Me quedé allí de pie hasta que se fue de mi vista, solo así pude moverme otra vez. Me acerqué al mostrador donde estaba un oficial y pregunté por Jamie. — Gire aquí a la derecha, lo verá recostado a unos asi