Angelo Amato

Miró por décima vez la pantalla de su celular. Como si con eso pudiera hacer que entrase una llamada o un mensaje. Pero era algo que no podía evitar. Llevaba todo el día con el celular en las manos. En esos momentos era su tesoro. 

¿Cuantos mensajes había escrito y borrado sin llegar a enviar ninguno? ¿Cuantas llamadas estuvo a punto de marcar? Sentía que probablemente estaba más desesperado de hablar con Ana que ella con el. 

Y solo había pasado una semana. 

— Buenas tardes, Jamie. — la dulce voz de la hermosa joven Alessia interrumpió todas las teorías que se estaban formando en su cabeza con respecto a lo que podría estar haciendo Ana en aquel momento. — He venido para que demos un paseo por el jardín. Mi hermano llega en una hora. 

— ¿Luca? — preguntó el, no tenía ganas de salir. 

— No, mi hermano Angelo. 

— Ah, aún no conozco a tu otro hermano. 

— Llega en un rato. Suele venir poco pero le he insistido para que se cono
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