Capítulo 35

Ya en la biblioteca buscó entre los millones de libros, aquel tomo grueso que había leído la vez pasada, ese que enseñaba el alfabeto ruso y comenzó a escribir en su cuaderno otra vez, con sorpresa se dio cuenta de que las letras ya no eran tan desconocidas para ella y con felicidad renovada comenzó a estudiar más a fondo.

Unas dos horas más tarde pudo entender que no podría aprender ruso sin alguien que le enseñara las pronunciaciones y los distintos contextos de las palabras. ¡Había palabras que se escribían igual pero que se pronunciaban distinto! ¡Como también palabras que se escriben distinto pero suenan iguales! ¡Cada palabra con un significado diferente dependiendo del contexto de la situación!

Que pesadilla de idioma. ¿Quién lo inventó? ¿Lo hizo por aburrimiento o para joderle la vida a los hispanohablantes? ¿Quizás ambos?

Justo cuando iba a ir hacia la puerta, dispuesta a darse por vencida, una idea cobró vida en su mente.

Ya que el bastardo que prometió enseñarle dos horas
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