Capítulo 40

Adara no tuvo tiempo de tener segundos pensamientos cuando fue arrastrada precipitadamente a unos brazos fornidos y cálidos, apenas recobró el aliento cuando fue empujada sin cuidado a la orilla de la cama con sábanas de seda color bordó.

Sintió su espalda chocar contra la suavidad de las sábanas de máxima calidad a la que se acostumbró desde que puso un pie en el umbral de la puerta principal de la familia Romanov.

Sus labios fueron tomados agresivamente por el mafioso. Ahí estaba, la agresividad que Adara había estado esperando desde que entró en el dormitorio infestado con su aroma.

No le dio oportunidad de decir nada cuando el ruso aprovechó su jadeo en busca de oxígeno para dominar su boca con su lengua, la fuerza en esos besos marcaba quien tenía el control ahí. Le mostraba a la paraguaya que no tendría ni la más mínima oportunidad en contra del pseudoDuque si buscaba marcar el ritmo.

El agarre en su cintura era casi doloroso

y estaba completamente segura de que dejaría marcas
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