Capítulo 12

“Cuando se pone en serio y se abre, no sé si alguno ha visto las imágenes de su interior. Yo, sin embargo, las he visto ya una vez y me pareció que eran tan divinas y doradas, tan extremadamente bellas y admirables, que tenía que hacer sin más lo que Sócrates mandara”.

Alcibíades, “El discurso de Alcibíades”, p.756.

Cuando Alexei despertó, fue por una dolorosa rigidez. En algún momento durante la noche, rodó sobre su espalda. Por un momento, entró en pánico ante la idea de no aferrarse más a su dulce prometida. Se calmó cuando la niebla del sueño se disipó y vio a Adara durmiendo plácidamente a su lado.

No ha sido una fantasía.

Estaba acostada, con la cabeza apoyada en su hombro y el brazo extendido sobre su estómago. Su pierna estaba envuelta alrededor de su pelvis, su suave muslo agarraba su miembro. Reprimió un gemido cuando sintió sus pechos contra su caja torácica y el calor de su sexo contra su cadera.

Adara se movió en sueños y frotó la pierna contra él, haciendo que gruñera.

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