Sam tuvo un esguince de tobillo por lo que tuvieron que ponerle un yeso que tendría que usar durante cuatro semanas. —¡Oh, Dios mío! ¿Cómo iré a hacer sola en mi casa, sin poder moverme con esta cosa en el pie? —lloró con un plan en mente. No podía dejar a Nathan solo con la casa con esa mujer, ella podía seducirlo y quedarse con él. Tenía la ventaja del mocoso y no podía permitir que ganara terreno. —No te preocupes, Sam, contrataré una enfermera para que te cuide. —Eso está muy bien, pero no me dejes sola en casa, me volveré loca si debo estar un mes metida entre esas cuatro paredes, además sabes que vivo en un segundo piso y en mi edificio no hay ascensor. —Te ayudaré a subir. —No, Nathan, llévame contigo a tu casa, estamos comprometidos y nadie lo verá mal. Gabriel no tendrá un mal ejemplo, sino uno maravilloso al ver como su padre cuida de su mujer. —No creo que sea buena idea con Bárbara en la casa, no quiero que se la pasen como perros y gatos delante del niño. —¿Piensa d
Gabriel dormía plácidamente sobre el pecho de su madre, ajeno al drama que se había desatado en el hospital. Bárbara lo abrazó con ternura, sintiendo su respiración tranquila y su calor reconfortante.Nathan llegó a la sala de espera y se sentó al lado de Bárbara, sin decir una palabra. Se sentía preocupado y molesto por la situación, no sabía cómo resolvería la guerra que se había desatado con Sam. Estaba molesto con Bárbara por aparecer en su vida para trastocar toda su existencia. Estaba confundido por sus sentimientos, que se habían revuelto al verla de nuevo.—¿Cómo está Sam? —preguntó Bárbara con voz indiferente, rompiendo el silencio.—Vivirá, le están haciendo una rinoplastia en este momento, esperaré que salga del quirófano para irme a la casa —respondió Nathan con voz seca, sin mirarla a los ojos.Bárbara se giró en su asiento para mirarlo a la cara.—¿Una rinoplastia? ¿Es en serio? —preguntó Bárbara con un tono de voz irónico, burlándose de la frivolidad de Sam.—Ya tiene r
Gabriel llegó al apartamento de su mamá despierto y con hambre por lo que al entrar en su hogar Bárbara pidió una pizza.—Es muy bonito tu apartamento, mamá, me gusta mucho —dijo el pequeño apreciando el toque hogareño que Bárbara le había dado a su hogar.Bárbara había decorado el apartamento con mucho cariño y buen gusto, buscando crear un ambiente acogedor y familiar.—Esta también es tu casa, mi amor, ven te mostraré la habitación que preparé para ti —dijo ella con voz ilusionada, llevándolo de la mano.Bárbara había mandado a redecorar una habitación, llamó a la misma decoradora que le había remodelado el apartamento cuando decidió mudarse allí. Como no sabía qué hacer, había pedido algo en tonos azules y que fuera divertido.Bárbara también se había divertido comprando muchas cosas por internet y enviándolas a su apartamento para que la asistente del hogar que estaba durante el día, las guardara en la habitación de su hijo. Así él contaba con todo lo que podía llegar a necesitar
—Te llevaste a mi hijo sin una explicación y encima apagas tu teléfono sin siquiera avisar que llegaron bien a tu apartamento —gruñó Nathan amenazadoramente, a medida que hablaba caminaba un paso hacia adelante lo que obligó a Bárbara a echarse hacia atrás cediéndole el paso, situación que aprovechó él para entrar al lugar.La ceja izquierda de Nathan se levantó cuando vio a Henry en el salón, no tuvo tiempo de emitir comentario alguno porque en ese momento Gabriel lo vio y se lanzó a sus brazos.—¡Papá! Has traído la pizza, gracias porque tengo mucha hambre.—Gabriel, pensé que estabas dormido, ven, vamos a la cocina mientras mamá se despide de su amigo —ordenó Nathan con cara de pocos amigos.Bárbara abrió la boca de la sorpresa, pero la cerró inmediatamente, la furia la invadió ¿Cómo se atrevía Nathan a venir a su casa y encima echar a su visita?—Henry aún no se va, Nathan, gracias por traer la pizza comeremos en el salón —replicó ella de inmediato. —Buscaré platos y algo de beber
Bárbara tomó la caja del anillo de compromiso y lo abrió para mirarlo, era realmente hermoso, pensó tocando la piedra con un dedo. Había sentido la propuesta de Henry como un ultimátum.Si ella no aceptaba casarse con él en ese momento sabía que su novio rompería su incipiente relación y se alejaría. No volvería a verlo, pero si aceptaba su propuesta también debía aceptar que él fuera el abogado que discutiría con Nathan las condiciones de una custodia compartida, y eso era algo que ella no quería, menos aún actuando Henry en el papel de su prometido.Había visto a Henry en acción y era un tiburón que siempre atacaba para acabar con su contrincante y lo que menos quería era una relación de enemistad con Nathan, tenían un hijo en común y por él debía mantener la paz.—Una propuesta de matrimonio muy romántica —se burló Nathan a sus espaldas.Bárbara se sobresaltó al oír su voz, no se había dado cuenta de que él había entrado en el comedor. Se giró para enfrentarlo y sintió un nudo en e
Bárbara se armó de valor y se dirigió al bufete de Henry para rechazar su propuesta de matrimonio y devolverle el anillo que él dejó en su casa. Era un adiós definitivo, y ella lo sabía. No quería seguir con una relación que no la hacía feliz, ni tampoco quería que Henry se entrometiera y la presionara para obtener la custodia total de su hijo. Bárbara amaba a Gabriel más que a nada en el mundo, y no le iba a hacer daño quitándole a su padre. A excepción de su ceguera con Sam, Nathan había sido un buen padre.Al llegar al bufete, Bárbara pidió hablar con Henry. La secretaria le dijo que esperara un momento, que él estaba ocupado con un cliente. Bárbara se sentó en una silla y miró a su alrededor. El lugar era elegante y sofisticado, lleno de diplomas y trofeos que mostraban el éxito profesional de Henry.Después de unos minutos, Henry salió de su despacho y la vio. Se acercó a ella con una expresión sería, debió ver la incomodidad de Bárbara por lo que previo que lo iba a rechazar.—H
Nathan se sentía feliz mientras conducía su camioneta hasta el parque donde pernoctarían dos noches. Iba a acampar con Bárbara y Gabriel dejando atrás a Sam y sus quejas y exigencias.En el asiento del copiloto poniendo la música iba Bárbara ataviada con unos pantaloncillos que mostraban sus largas y hermosas piernas. Unas que Nathan recordaba enlazadas en su cintura y que lo tenían con pensamientos subidos de tono por el camino.Se imaginó los dos solos en una tienda y su mente se echó a volar en una fantasía caliente que se vio interrumpida por la voz de su hijo.—¿Falta mucho para llegar, papá? —preguntó el chiquillo por enésima vez.—Como una hora, hijo —respondió Nathan con infinita paciencia.Bárbara sonrió por la pregunta y por la paciencia de Nathan en responder lo mismo cada diez minutosGabriel miraba por la ventana del coche, emocionado por el viaje de acampada que iba a hacer con su familia. Era la primera vez que iba a pasar unos días al aire libre con sus padres, sus tío
Un par de minutos de caminata en el oscuro y solitario bosque convencieron a Gabriel de que su plan había sido mala idea. Se arrepintió de haber escapado del campamento, por lo que se devolvió sobre sus pasos y comenzó a caminar de regreso, sin darse cuenta había seguido un sendero que se bifurcaba en dos direcciones, al llegar allí dudó cual seguir, escogió el que creía que lo llevaría de vuelta al campamento, pero se había equivocado. Su decisión lo había adentrado cada vez más en el bosque, sin darse cuenta de que se alejaba de su familia.Con el paso del tiempo, la realidad de su situación lo golpeó. Gabriel se hallaba perdido, rodeado de árboles que parecían estirarse infinitamente hacia el cielo oscurecido. Desesperado, sus ojos se llenaron de lágrimas. Anhelaba la seguridad de los brazos de su padre y susurro sus anhelos en la densa quietud del bosque.—Quiero a mi papá —susurró recurriendo al hombre que lo había cuidado toda su vida.Siguió había caminado durante horas, espera