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04: Todo sale a la luz

A la mañana siguiente, Mariano se arregló y se puso pantalón blanco algo ajustado y polo rosa. salió de la habitación y antes de llegar a las escaleras, escuchó a su cuñada hablar con su sobrino. Caminó hasta la habitación de ella y se apoyó en la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa en los sabios.

De pronto se le vino cosas a la cabeza. «Si estoy casado ¿Por qué no tuve hijos? ¿Ella era estéril? ¿Cuándo tiempo llevo casado?» pensó múltiples de cosas, pero no tenía respuestas para ninguna de ellas.

Carlotta le vio y se puso sería al verle tan serio, se preocupó y se acercó a él.

—¿Estás bien? — preguntó preocupada, posando su mano en su hombro.

—Si, ¿Cómo ha amanecido el campeón?— caminó hasta su sobrino.

—Bien, pero anoche Giovanni se dio cuenta que salí de la habitación contigo y me reclamo. — dijo ella y Mariano, se sintió culpable. —Mariano yo te voy ayudar aún sabiendo que le estoy ocultando cosas, cuando prometimos no hacerlo.

—Carlotta, si te vas a meter en problemas con mi hermano, es mejor que lo dejemos. —ella negó.

—No, ya tienes el jet preparado, a las cuatro de la tarde, sale para Milán y la vuelta es a las dos de la madrugada. — Mariano asintió.

—Grazie. — la abrazó con alegría.

—Más te vale no dejarla. — le advirtió.

—Ya te dije que no, tranquila. — ella confió en su palabra y le dio un beso en la mejilla.

Con el pequeño en brazos, ambos bajaron al salón, donde estaba Giovanni y Estefanía ya sentados en la mesa, Carlotta se sentó al lado de Giovanni y Mariano en su lugar.

Pero Mariano se dio cuenta de algo, Carina no estaba y eso le pareció extraño.

—¿Y Carina? — preguntó el italiano.

—Se ha ido esta mañana y no se ha dónde. — habló Estefanía, él solo asintió. Pero le parecía raro que ella se fuera y no se acercara a él.

Ella lo había cumplido, no se acercaba a él, solo estuvo ese día que el le dijo que la iba a pedir el divorcio cuando supiera quién era su esposa. Y desde entonces ella se comportaba extraña con él.

Todos empezaron a desayunar, pero Mariano no podía sacar a Carina de su cabeza. Desde esa noche donde ambos tuvieron sexo, donde él se arrepentía de esa noche. Ella era casada y él se había metido con una mujer casada.

Ella era intrigas, él solo buscaba conocerla más y saber quién es realmente Carina D'Alessio.

Hoy viajaría a Milán y tendría resuelta esa duda que tanto le mataba, esa duda de saber quién es su esposa.

Cuando terminaron, los hermanos se fueron al despacho y se encerraron ahí. Mariano caminó hasta el sofá individual con la mirada de su hermano puesta en él.

—No sé que planean tú y mi mujer y espero que no sea nada malo. — sentenció el moreno.

—No es nada malo, es algo bueno. — respondió él.

—Osea que ella me oculta algo. — afirmó más que pregunta.

—No te enfades con ella, me está ayudando. —la defendió.

—Hacer lo que queráis. —salió del despacho dando un portazo.

Mariano sabía que Carlotta se había metido en problemas y no quería eso para ella.

Al rato escuchó unos gritos y asustado salió de allí, esas voces eran de su hermano y cuñada. Caminó hasta el salón y les escuchó gritar.

—¡Me lo ocultas! ¿¡Que cojones me ocultas!? ¿Te estás follando a mi hermano? —ella dejó caer sus primeras lágrimas. —¿Es eso?

—¡Cuida tus palabras! —intervino Mariano. —Ella me está ayudando con algo.

—Si, a satisfacerte en la cama. —el bofetón que le dio Carlotta no lo vio venir, hizo que el italiano girara la cabeza.

—¡Eres despreciable! — gritó ella. —¡Solo lo ayudaba! Y no de la forma que tú piensas. ¡No puedo creer que después tener un hijo contigo, pienses que te soy infiel! ¡Eso lo puedo pensar yo de ti! ¡Muérete! —salió de allí llorando. Mariano se sentía mal y miró a su hermano.

—Dilo, soy gilipollas. —dijo él.

—No, esa palabra se te queda corta.  Que pienses que me follo a mi cuñada, es de estar enfermo. — exclamó Mariano. —Ella me está ayudando a recordar. — Giovanni le miró. —Me habla y me dice cosas de todos. Hoy te has quedado sin sexo.

Mariano quería hablar con ella, pero también sabía que querría estar sola y no hablar con nadie.

Se fue a su habitación y cogió sus cosas, tenía que estar en el jet en una hora.

Le dejo una nota a su cuñada y salió de la mansión sin decirle nada a nadie. Se subió al auto y fue rumbo al Jet. Quería respuestas y hoy las podría tener.

Cuando llegó, salió del auto y caminó hasta el interior del avión. Se sentó y espero que que despegara.

***********

Cuando llegó a Milán, fue de nuevo al auto de que lo esperaba, el chófer sabía dónde tenía que ir, Carlotta les había dado ordenes a cada uno de lo que tenian que hacer.

Rumbo hasta la iglesia donde se casó, pero había tráfico, así que la espera se hacía más insoportable.

Carina estaba con su hermana, necesitaba salir de esa casa y alejarse de él, no pensar en él, que no la recordara le hacía el corazón trizas. Y más cuando él la dijo aquellas palabras que aún penetraban su cabeza.

—No estés así, conocemos a Mariano y él te ama. — habló su hermana Verónica, Carina negó.

—Si le vieras ahora, no reconoció ni a su propio hermano. —le dio una calada al cigarro.

—Es normal, tiene amnesia. Tal vez su cabeza no te recuerde, pero su corazón si. —Carina miró a su hermana.

—Eso mismo me han dicho. Pero la culpa la tengo yo, por no decirle la verdad desde un principio. —su hermana asintió.

—No lo hiciste a malas, pero ahora estás que te mata en no tener a tu esposo como antes. —ella dejó caer las lágrimas.

—Le extraño tanto, su cariño, sus abrazos, sus besos y como me hacía el amor. —su hermana sonrió. —Hace unas noches atrás nos acostamos, pero él se arrepintió. Diciéndome "Carina eres una mujer casada"

—Y tiene razón, solo que no sabe que con quién estás casada, es con él.

—Te quiero. —la abrazó.

—Y yo a ti. — respondió Verónica.

Mariano había llegado a la iglesia, y caminó hasta el interior de está. Al entrar vio muchas sillas, ángeles pintados en las paredes vela encendidas, siguió caminando y vio al cristo frente de él. No había un solo cura, el miraba por todos los lados.

A los minutos vio a un cura y se acercó a él.

—Buenas tardes, padre. — saludó el joven y el cura le vio y le sonrió.

—Buenas tardes, hijo.— saludó del mismo modo.

—Busco al padre Adolfo Herrera. — el cura bajó la mirada.

—Él no podrá atenderte. — Mariano maldijo.

—¿Cuando podría hablar con él? — el cura negó, Mariano no lo entendía.

—Hijo, Adolfo Herrera, falleció hace un año de un infarto. — Mariano abrió sus ojos como platos.

Había viajado en vano, el cura que le casó había muerto y su esperanza de saber la verdad fue a la m****a.

«No podría ser cierto, creía que ya tenía la respuesta, pero no, no la tenía. ¿Ahora cómo podría saber quién es mi esposa?» pensó él.

—Lo siento mucho, no lo sabía. — se disculpó.

—No te preocupes, hijo. Yo podría resolver tus dudas. — Mariano le miró y lo pensó unos minutos.

—¿Usted sabe con quién me casé? — el padre le miró confundido. —Vera, tuve un accidente de tráfico y los médicos me dijeron que tenía amnesia temporal por llamarlo de alguna manera y ayer me enteré que estoy casado.

—Yo estuve el día de tu boda, Mariano. — el italiano le miró sabiendo que el cura sabía su nombre. —Te casaste con una mujer muy bella y que delante de mucha gente juro serte fiel y amarte.

—¿Podría decirme quién es? — preguntó con esperanza que se lo dijera.

—Tu esposa se llama Carina D'Alessio. — ¡boom! eso hizo el cerebro de Mariano al escuchar el nombre y apellido de esa mujer.

«¿Carina era mi esposa? ¿Por eso ella lloraba y me decía todo aquello?» se preguntó a si mismo.

Entonces esos recuerdos vinieron de golpe.

—¿Estás bien? (...) Si estoy bien (...) Cuando alguien llora, no es porque este bien (...) ¿Algunas vez has dicho o hecho algo para ayudar a una persona para que no le pase nada? (...) ¿Estás casada? (...) Si, con el hombre más tierno y fiel que haya conocido.(...) ¿Y por qué no está aquí? (...) Esta pero, no está, está presente pero su cabeza no (...) Jamás, pero jamás llores por un hombre, eres bonita y a la vista está (...) Tengo que llorar, porque él no me ha hecho daño. Lloro porque quiero abrazarle besarle y decirle cuánto le amo. (...) Te deseo, cariño, más de lo que te imaginas (...) deberías ser una mujer prohibida (...) Quiero pecar, pero contigo (...) Solo espero que un futuro no te arrepientas (...) Estás casado.

Ahora todo tenía sentido, todos los reclamos de Giovanni, los lloros de ella, era por eso.

«Carina es mi esposa.» pensó orgullo.

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