Cinco años más tarde
Nathan tenía a Booke con la cabeza en su pecho, mientras le daba masajes en el cabello. La observaba a través del espejo que se encontraba en una de las puertas abiertas del closet.
Suspiró con gran felicidad de tener a Booke con él después de haberle dado dos maravillosos niños que, a pesar de tener recién cumplidos cinco años, eran tremendos.
Y sí, habían pasado cinco largos años desde que Nathan y Booke se habían casado en circunstancias poco agradables, pero que a pesar de todo seguían juntos.
Booke ahora con veintiséis años, aún conservaba el mismo rostro de cuando tenía veinte años, esa era una de las ventajas de estar marcada por su alfa o su mate: siempre quedarse joven.
Nathan, por su parte, aún seguía siendo la
Booke le indicó a sus hijos que se mantuvieran tranquilos, porque irían a la empresa de su padre para darle una sorpresa. En esos días, lo había sentido algo ausente, pero este le dijo que sólo se debía al exceso de trabajo. Algo que ella no creyó para nada, por lo que optó por dejarlo pasar por esa ocasión.Sus hijos estaban tranquilos, y él que venía en camino también. Ya tenía sus tres meses recién cumplidos, y aún no se notaba del todo que estaba en cinta, ese embarazo decidieron dejarlo en privado, por si alguna persona decidía hacer lo mismo que la bruja de Danielle, quien gracias a Dios, estaba lejos de todos y siendo castigada por sus crímenes.En esos cinco años, trató en más de una ocasión de ha
Jannick miró a Nathan, Nathan miró a Zinov, Zinov miró a Liam y Liam miró a Luca. Estaban en una situación que daba hasta pena.Ni Nathan ni Zinov querían estar en el mismo lugar que el otro.— No tengo nada en contra de él, pero dile que se vaya —el alfa señaló al delta, quien lo miró incrédulo—. Él no me agrada.— ¿Tú crees que tú a mí me agradas? —cruzó los brazos en su pecho—. Que no se te olvide que estás en mi territorios y que eres un ser a la izquierda.— Esto no es tuyo —Jannick se metió en la conversación —. Es mío y tú te vas en unos días a no sé donde con todo y tus hijos.
Nathan Anderson alfa de los alfas. Es el único alfa al que todos le temen por su mal carácter y también por que consigue lo que quiere donde y cuando lo desee.Pero no todo se consigue a las buenas, hay alguien que no pudo tener cuando ésta apenas tenía dieciocho años, pero ahora que tiene veinte, hará todo lo posible por tenerla en sus manos sin importar nada.Booke Taylor veinte años de edad, es una omega sumamente amable sólo con las personas que se merecen su amabilidad. Ella se preocupa mucho por sus hermanas ellas son su mundo aunque ellas sean muy pequeñas y no sepan lo que sucede a su alrededor.Cuando tenía dieciocho años conoció al alfa de los alfas, pero prácticamente salió corriendo a los brazos de su madre, al ver como ese hombre la miraba sin importar que sus padres estuvieran allí presentes.Pero después de dos a&ntil
Son libros independientes. Puedes leerlos en orden o no. Ya es tu decisión. Las historias están todas terminadas.Aquí pueden encontrar algunas escenas algo fuertes, pero no tanto jajaja. Esta serie fue realizada con amor para todos los lectores.Habrá mucho amor, verán que les gustará cada historia de principio a fin que valdrá la pena.Historias completas.Espero que les gusten los libros.Libro 1: La elegida del alfa.Nathan Anderson.Booke Taylor.<
Booke salió del instituto temprano. Era su último día de clases y estaba feliz por eso; no volvería debido a que era muy inteligente y, además, por muy ser aplicada le saltaron algunos cursos. Al salir temprano aprovechó para caminar, pero se sentía incómoda al ver cómo los hombres la miraban sin ningún disimulo. Sus hermanas estaban en casa con su padre y eso la hacía sentirse un poco mejor, aunque no tanto, su padre no era de fiar. Llegó al bosque y se fue a lo más profundo de este sin mirar atrás. Siguió caminando sola con un rumbo fijo en su cabeza hasta que vio al final del sendero un gran y hermoso lago. Dejó su mochila en el piso, se acostó en el verde y esponjoso pasto, para l
—Papá, no me hagas esto, te juro que me portaré bien... Llegaré temprano a la casa, trabajaré, haré lo que sea, pero eso no —suplicó arrodillada frente a él y con las lágrimas saliendo de sus ojos. —Ya no me interesa nada de ti. —No le importaba el dinero que su hija podría darle—. A ese hombre le debo mucho dinero, así que te intercambié para salvar mi pellejo y el de tus hermanas. —Sus ojos no mostraban arrepentimiento, al igual que sus palabras—. Párate del piso en este instante y camina —ordenó, levantándola del piso con brusquedad. Ella gimió de dolor por como su padre la arrastraba por todo el pasillo del segundo piso hasta llegar a las escaleras que estaban casi derrumbándose. Llegaron a la sala y éste tiró a la omega hacia los pies del alfa, quien observaba la situació
Booke sacó la cabeza de entre las sábanas, seguido de eso miró la habitación por si Nathan estaba cerca, no quería encontrarse con él, no después de lo que ocurrió la noche anterior mientras salía del baño. Como si una simple almohada fuera a salvarla, la puso en medio de ambos en un momento dado de la noche cuando lo sintió cerca de su cuerpo. Se tapó nuevamente cuando escuchó que la puerta del baño la abrieron y el aroma del alfa llegó a sus fosas nasales. Se quedó quieta en lo que su audición buscaba sonidos extraños en la habitación, pero no escuchó nada, por lo que terminó de quitarse la sábana del rostro, llevándose la sorpresa de verlo muy cerca de su rostro. —No eres muy buena haciéndote la dormida, novia mía. ¿Qué tal dormiste en nuestra cama con tu futuro esposo? —te
Booke estaba nerviosa, no creyó en realidad que ese alfa vería sus marcas en el brazo o que se preocupara por ella por algo tan pequeño como eso. No culpaba al pobre guardia por su falta de tacto, solo hacía su trabajo. —Respóndeme. —Hizo que la omega se sentará en el sofá—. Estas marcas no se hicieron por la obra y gracia de Dios. —Ya te dije que no fue nada. —Pasó saliva en seco—. Me estás lastimando —gimió adolorida, colocando su mano encima de la de Nathan—. ¡Suéltame! —No hasta que me digas quién te puso la mano encima sin mi permiso, muñeca. —Estaba realmente furioso—. Ya que no me quieres decir, vete a la habitación y solo saldrás cuando yo te diga que lo hagas. —No tienes por qué co