—Papá, no me hagas esto, te juro que me portaré bien... Llegaré temprano a la casa, trabajaré, haré lo que sea, pero eso no —suplicó arrodillada frente a él y con las lágrimas saliendo de sus ojos.
—Ya no me interesa nada de ti. —No le importaba el dinero que su hija podría darle—. A ese hombre le debo mucho dinero, así que te intercambié para salvar mi pellejo y el de tus hermanas. —Sus ojos no mostraban arrepentimiento, al igual que sus palabras—. Párate del piso en este instante y camina —ordenó, levantándola del piso con brusquedad.
Ella gimió de dolor por como su padre la arrastraba por todo el pasillo del segundo piso hasta llegar a las escaleras que estaban casi derrumbándose. Llegaron a la sala y éste tiró a la omega hacia los pies del alfa, quien observaba la situación con enojo.
—Ya es suficiente, ya no es tuya, es mía. Así que ya no la maltrates y mucho menos le pongas un dedo encima — advirtió antes de ayudar a Booke a pararse del suelo.
—Ya se pueden ir de aquí. Espero tener el dinero depositado en el banco y que nunca nos volvamos a ver —comentó Mark, y Nathan asintió.
—No te preocupes, ya está depositado y también están los boletos de avión hacia Wellington-Nueva Zelanda, así que si no hay nada más que decir, nos vamos —explicó, agarrando a la omega del brazo con un poco de fuerza, ya que no se quería mover de donde estaban.
Salieron de la casa y el alfa prácticamente metió a Booke de manera brusca al carro.
—¡Nina! —gritó saliendo del carro por la otra puerta y fue corriendo hacia donde estaba su mejor amiga; dejó a Nathan con la mirada puesta en ella.
Nina también era una omega y pasaba por una situación similar en su casa, con la única diferencia de que su primo era quien la acosaba: Luca Peter, un omega dominante, que igualmente tenía mucho dinero como Nathan Anderson. Nina siempre le había tenido miedo a los alfas al igual que Booke, porque a ellas, al ser unas de las pocas omegas vírgenes, los alfas solo las buscaban para marcarlas como suyas por siempre, y así tener descendencia para su manada.
—¡Booke! —gritó Nina abrazándola.
—Oh, Nina, te voy a extrañar mucho —se lamentó, soltando algunas lágrimas.
—¿Y para dónde te vas? —preguntó con el ceño fruncido y con voz curiosa.
—Mi padre me vendió a ese hombre que está allí —señaló con la cabeza sobre su hombro.
—Tu padre es un hijo de perra —murmuró entre dientes. —Y no sabes lo que me espera. ¿Te acuerdas del hombre que te dije que me veía de forma extraña? Es él —susurró. —Qué mal, amiga. Te voy a extrañar mucho. Nunca me olvides —se entristeció y le dio un gran abrazo. Iba a seguir hablando, pero la omega fue arrastrada lejos de donde estaba Nina, quien la miraba con lástima. Nathan entró al carro con el semblante serio y miró a Booke mal.
—Espero que no se te ocurra escapar a donde te voy a llevar, porque te irá muy mal, ni siquiera llegarás a pisar la calle cuando ya te tendré en mis manos en menos de un segundo —dictaminó serio y Booke asintió con temor—. Ya vamos, Liam.
Liam encendió el carro y salieron de allí. Booke vio a su amiga Nina parada frente a su casa con la mirada triste e hizo lo mismo. Bajó la mirada y se puso a pensar en qué fue lo que hizo mal ese día para que todo el mundo la tratara de esa manera.
Booke sintió como el auto se detenía y levantó la vista, ya que en todo el camino la mantuvo agachada. Vio el lugar en donde estaban y sus ojos se abrieron más de lo normal.
—¿Te gusta el lugar? Es donde vivirás conmigo —susurró muy cerca de su oído, logrando que ella diera un salto del susto en el asiento.
—Me da igual —expresó con indiferencia. Se había dicho a sí misma que sería fuerte mientras estuviera en esa casa. Nathan gruñó y la volteo con agresividad.
—A mí me respetas a las buenas o a las malas, tú decides... Ya llevas una, a la segunda no respondo —le ordenó serio y Booke rodó los ojos.
—Haga lo que quiera, me da lo mismo; usted nunca me tendrá en su cama, si es lo que quiere de mí, si no me tuvo hace dos años, menos me tendrá ahora —contestó del mismo modo con el que Nathan le habló.
—Eso lo veremos... A las buenas o a las malas, tú serás mía —dictaminó soltándola de manera brusca Liam abrió la puerta, Booke salió del carro y esperó a que el morocho saliera. Lo vio hacerlo con elegancia en su paso y eso provocó que rodara los ojos.
—Si vuelves a rodarme los ojos, recibirás un castigo —sentenció agarrando la mano de Booke—. Y no te apartes de mí, aquí son muy folleros mis trabajadores —mandó sujetando bien la mano de la omega.
— ¿Más que tú? Lo dudo —inquirió en un pequeño susurro. Comenzaron a caminar hacia la gran casa, que estaba custodiada por muchos hombres de diferentes edades. Booke se sintió chiquita porque esos hombres le estaban viendo el trasero, así que se acercó más a Nathan y lo abrazó por uno de sus brazos para que nadie se le acercara. El alfa se rió al ver cómo la omega lo agarraba del brazo con un poco de fuerza.
—Te dije que no te apartaras de mí —bromeó.
—Solo lo hago porque ellos me miran extraño —susurró, y Nathan rió con ganas.
—Te dije que son muy calientes y más si tú eres una omega virgen, que no son muy vistas por estos alrededores —le hizo una seña a los trabajadores que estaban en la puerta.
—Ya me di cuenta de eso, ellos me miran como si me quisieran tragar. —Hizo una mueca.
—Pero ellos no te harán nada, tú eres mía —le explicó con una sonrisa de satisfacción y Booke rodó los ojos—. No me ruedes los ojos o te irá muy mal. —Terminaron de entrar a la casa.
—Y yo te dije que no soy tuya —le respondió de mala forma. —A mí no me importa lo que tú pienses, eres mía desde que te vi cuando tenías dieciocho años, desde el momento que te abracé, desde el momento que puse mis manos sobre tu cuerpo, así que acostúmbrate, amor mío, porque en unos días serás mi esposa. —Se pasó la lengua por los labios—. En un rato vienen por ti para llevarte a comprar ropa, ya que no tienes —bramó con los ojos oscuros por el coraje que sentía porque la omega no le decía que sí en nada.
—No me voy a casar con usted, apenas tengo veinte años y ni siquiera me ha llegado el celo. De la única forma que dejaré anudarme por ti, será cuando en la tierra se hayan extinguido todos los alfas, y si eso sucede, primero me mato —espetó seria y Nathan se acercó a ella.
—Eso está por verse —contestó antes de darse la vuelta y salir de allí, dejando a Booke con los brazos cruzados.
...
Booke caminaba por los largos pasillos del centro comercial, viendo con bastante interés la ropa, los zapatos y las joyas que había en la vitrina. Se detuvo al ver una cadena de oro con un con dije en forma de ángel
—Cómprala —la voz de Liam casi le da un paro cardíaco.
— Ya sería abusar, ya bastante tengo con toda esa ropa que llevaste a la camioneta —respondió negando, pero aún viendo la cadena— y con la que faltan por comprar .
—Y eso que te tuve que obligar a comprar esa ropa —bromeó y la omega le siguió.
—No eres igual a los betas que conozco, todos se le tiran a las omegas de sus alfas —comentó mirándolo fijamente, y Liam subió una ceja.
—Al fin admites que eres la omega de Nathan —rió y ella se sonrojó.
—No quise decir eso, olvídalo. —Booke miró al piso y otra vez hacia la cadena, y suspiró.
—Ven, vamos a comprar la famosa cadena —insistió entrando con Booke o, mejor dicho, arrastrándola. Después de comprar la ropa que faltaba, la omega deseaba darse un baño, ya que no se había duchado desde que salió del instituto en la mañana y ya era un poco tarde. —Liam, ya me quiero ir. —Tomó uno de sus brazos. —¿Ya te cansaste? —preguntó y ella asintió—. Ven, ya vámonos. Aquí hay muchos alfas muy poco agradables y a ti no te han marcado.
Liam entró las bolsas en la parte de atrás de la camioneta, luego se subió y vio que la omega se había quedado dormida. Negó con la cabeza al recordar la reacción de Nathan y de Booke después de dos años sin verse.
...
—Booke, ya llegamos —dijo Liam, moviéndola un poco y Booke abrió los ojos de golpe.
Se bajaron de la camioneta y a ellos se acercaron unos sirvientes a tomar las bolsas y llevarlas a la habitación de la omega.
Booke caminó con Liam hacia la casa y luego de entrar a esta, vieron a Nathan sentado con una copa de whisky en la roca en la mano.
—Veo que se divirtieron —comentó sin mirarlos. —Quiero darme un baño —anunció Booke, evitando lo que Nathan había dicho.
—Liam, llévala a la habitación en la que va a dormir. Booke frunció el ceño. ¿Desde cuándo se comportaba de esa manera?
Liam subió las escaleras junto con la omega hasta que llegaron a una habitación bastante grande. Booke le preguntó al beta de quién era la habitación, pero se quedó callada al darse cuenta de que ya no estaba junto a ella.
Suspiró cansada y se acercó al gigantesco clóset; abrió las dos puertas y se encontró con demasiados trajes y su ropa no la veía por ningún lado, así que decidió adentrarse más y se sorprendió mucho al ver que era bastante amplio y con suficiente espacio. Su ropa todavía estaba en las bolsas, y decidió en ese momento organizarla y ponerla donde iba cada prenda...
Media hora después terminó de guardar todas sus cosas. Tomó un pijama que compró junto con unas bragas y entró al baño, que también era grande.
Salió del baño con una toalla enrollada en su cuerpo, se la iba a quitar, pero dio un grito del susto cuando vio al alfa en bóxer sobre la cama, mirándola fijamente con el ceño fruncido y el labio inferior entre sus dientes. La miraba de una forma sensual que ella sintió que iba a morir.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con enojo en su voz.
—Yo duermo en esta habitación —respondió.
—Ya veo. Con razón se me hacía bastante extraño que me diera esta habitación para mí sola —expresó con los ojos entrecerrados.
—¿Ya ves? Vamos a dormir juntos —explicó levantándose de la cama y caminando hacia la omega—. Te ves muy caliente mojada
—suspiró bajo y Booke retrocedió chocando con la puerta del baño.
—Yo, hm… me voy a cambiar —balbuceó nerviosa y buscando la perilla del baño con su mano.
—¿Por qué lo harás? Si así te ves follable —preguntó antes de atacar sus labios en un beso salvaje que hasta el aliento le quitó a la omega.
Booke intentó alejar a Nathan de su boca, pero no lo logró. Le daba golpes en sus brazos y el pecho, pero no conseguía quitárselo.
El alfa se mantuvo firme, en ningún momento se separó de ella, ni cuando sintió los débiles golpes que ella le daba. Sujeto sus manos sobre su cabeza para que esta dejara de golpearlo.
Booke no pudo más y se dejó llevar por las sensaciones que experimentaba. Él pasó su lengua por el labio inferior de la omega y ella lo dejó entrar sin ningún tipo de problemas. Las manos de Nathan fueron dejando libre las de ella.
El alfa comenzó a acariciar el abdomen de la omega, hasta que llegó al nudo que tenía la toalla. La mente de Booke hizo un clic y se separó de él abruptamente.
—Yo no soy tuya —le gruñó antes de entrar al baño, él se rió. —Eso lo veremos. En unos días te haré mía y será el día más esperado para los dos.
—¡Eso está por verse! —gritó totalmente furiosa, desde el interior del baño.
—Eso mismo, ya lo veremos, mejor ven a dormir conmigo, porque de esta habitación no saldrás —le ordenó apartándose de la puerta.
La omega salió ya vestida con el pijama y se dirigió hacia la cama donde estaba el alfa acostado.
—Si te acerques, no respondo —advirtió sería.
—No te voy a tocar... No hoy —confesó dándose la vuelta y dándole la espalda a la omega.
Booke comenzó a llorar en silencio, se preguntaba qué fue lo que hizo mal para que su padre la haya vendido como una simple cosa. Pero lo que más le dolía era que no vería más a sus hermanas ni a su madre.
Booke sacó la cabeza de entre las sábanas, seguido de eso miró la habitación por si Nathan estaba cerca, no quería encontrarse con él, no después de lo que ocurrió la noche anterior mientras salía del baño. Como si una simple almohada fuera a salvarla, la puso en medio de ambos en un momento dado de la noche cuando lo sintió cerca de su cuerpo. Se tapó nuevamente cuando escuchó que la puerta del baño la abrieron y el aroma del alfa llegó a sus fosas nasales. Se quedó quieta en lo que su audición buscaba sonidos extraños en la habitación, pero no escuchó nada, por lo que terminó de quitarse la sábana del rostro, llevándose la sorpresa de verlo muy cerca de su rostro. —No eres muy buena haciéndote la dormida, novia mía. ¿Qué tal dormiste en nuestra cama con tu futuro esposo? —te
Booke estaba nerviosa, no creyó en realidad que ese alfa vería sus marcas en el brazo o que se preocupara por ella por algo tan pequeño como eso. No culpaba al pobre guardia por su falta de tacto, solo hacía su trabajo. —Respóndeme. —Hizo que la omega se sentará en el sofá—. Estas marcas no se hicieron por la obra y gracia de Dios. —Ya te dije que no fue nada. —Pasó saliva en seco—. Me estás lastimando —gimió adolorida, colocando su mano encima de la de Nathan—. ¡Suéltame! —No hasta que me digas quién te puso la mano encima sin mi permiso, muñeca. —Estaba realmente furioso—. Ya que no me quieres decir, vete a la habitación y solo saldrás cuando yo te diga que lo hagas. —No tienes por qué co
Solo un día, solo faltaba eso para ser la esposa de ese alfa. El anillo que lucía su dedo era precioso y algo sencillo, pero bastante caro. Verlo adornando su dedo era una de las tantas maravillas que podía apreciar mientras seguía viviendo en esa casa que parecía un loquero. Por más que quiso decirle a Nathan que no quería casarse, sacó el tema de sus hermanas y todo valió verga, por así decirlo. El vestido era tal y como el que tenía en mente: largo, esponjoso y lleno de pequeños diamantes en los bordes. Todo indicaba que Nathan se tomó el tiempo de estar haciéndole el favor de ver las cosas que quedaban en su casa como recuerdo. Nicole se volvió una muy buena amiga, le llevaba comida o le decía cosas buenas de su compromiso con muy buena fe. No se dio cuenta cuándo llegaron a una casa en la playa, hasta que el carro se detuvo. Bajó del auto sin esperar a Nathan, quien le indicó a Liam que se fuera y que lo llamara para cualquier cosa que él necesitara. El alfa tomó la mano de Booke para que caminara junto con él hacia la casa. Ella observó que la vivienda estaba muy apartada de la civilización, ya que estaba en medio de la nada. Entraron y ella se soltó de la mano de él. —Nuestra habitación es la que está a la derecha —comunicó apuntando hacia el pasillo. Fue hacia donde Nathan le había indicado sin decir una sola palabra. Se quitó la ropa y se tiró en la cama boca abajo y cerró los ojos, hasta que escuchó la puerta abrirse. —QCapítulo 6
Booke despertó por el crujido de su estómago, tenía hambre y eso la estaba matando. Se desprendió del agarre de Nathan y se levantó de la cama, con mucho cuidado para no despertarlo; pues dormía plácidamente. Tomó la camisa blanca del alfa y se la colocó, sin ropa interior porque no encontraba la suya por ningún lado. Se lavó los dientes, no le gustaba tenerlos sucios. Caminó hacia la cocina, abrió la nevera y sacó unas fresas que estaban en un recipiente, al igual que la miel, y se sentó sobre la encimera que estaba justo frente a la ventana que daba al mar. Tomó una fresa y se la entró de forma seductora en la boca, sin percatarse de que había alguien mirándola con una erección en su bóxer. Booke se levantó de la encimera y salió de la casa con rumbo al mar, con las fresas y
Se encontraban Nathan y Booke de camino hacia la gran casa que ahora era también de su propiedad. Booke iba con la cabeza en las piernas de Nathan, estaba muy cansada después de toda la actividad sexual que tuvieron. Liam tenía una sonrisa en el rostro al ver que Booke al fin había aceptado ser la omega de Nathan, o eso era lo que todos pensaban en ese momento. Nathan, en cambio, iba con el rostro serio, mientras acariciaba el cabello castaño claro de su esposa. En su mente aún circulaba lo que Luca tenía que decirle; era extraño que este lo llamara con tanta urgencia interrumpiendo su luna de miel, si apenas había comenzado. Cuando llegaron a la mansión Nathan no quiso despertar a Booke de su sueño, se veía muy hermosa. Así que la tomó
Booke estaba en la oficina de Nathan, leyendo uno de los tantos libros que le gustaban. Desde que se habían casado las cosas estaban más o menos entre ellos. Siempre le pedía a Nathan que la llevara a donde se encontraba su familia, pero este se negaba a dejarla salir de la propiedad a menos que fuera con Liam o con alguna persona de su entera confianza. Las opciones se volvieron nulas. Solo pasaba los días encerrada en esa oficina o en la habitación a la espera de que Nathan llegara todas las noches. Ya hasta parecía una esposa trofeo. Pero si no la dejaba salir de la casa, cuando ella quisiera tomaría el asunto y saldría para saber cómo estaban sus hermanas y su madre, ya que su padre había pasado a ser un cero a la izquierda en su vida. Booke estaba con la espalda desnuda en medio de las piernas de Nathan y con su mejilla sobre el abdomen de este, descansando plácidamente. Desde que la conoció siempre tenía la última palabra, nunca podía llevarle la contraria por más que quisiera; ella siempre tenía todo a su favor solo con hablarle. Ese día no iría a trabajar, estaría con ella durante la visita de su padre. Aunque estaba seguro de que ella no querría que él fuera. Era mejor irse a trabajar y estar al pendiente de su teléfono por si algo malo sucedía. Sí, eso haría. Su largo cabello castaño se veía enredado, ella tendría que tardar largas horas quitando los nudos que posiblemente dejaría de esa manera porque, cuando se trataba de su cabello, Booke se ponía de vaga y dejaba todo para después. Capítulo 10