Booke salió del instituto temprano. Era su último día de clases y estaba feliz por eso; no volvería debido a que era muy inteligente y, además, por muy ser aplicada le saltaron algunos cursos.
Al salir temprano aprovechó para caminar, pero se sentía incómoda al ver cómo los hombres la miraban sin ningún disimulo.
Sus hermanas estaban en casa con su padre y eso la hacía sentirse un poco mejor, aunque no tanto, su padre no era de fiar.
Llegó al bosque y se fue a lo más profundo de este sin mirar atrás. Siguió caminando sola con un rumbo fijo en su cabeza hasta que vio al final del sendero un gran y hermoso lago.
Dejó su mochila en el piso, se acostó en el verde y esponjoso pasto, para luego mirar las copas de los árboles. Booke era una omega muy alegre y de cuerpo envidiable por cualquier omega, beta o hasta una alfa. Rostro de niña, al igual que su voz, cuerpo con bastantes curvas, trasero grande. Sus ojos eran de color azul, pero cuando su ropa era de un color diferente al de sus ojos; estos se tornaban del mismo color de la ropa.
Cerró los ojos dejándose llevar por los ruidos de los pájaros y de las hojas moviéndose al sentir la brisa pasar. Sonrió inconscientemente como una niña pequeña, se mordió el labio y suspiró abriendo los ojos, viendo que el cielo se estaba tornando color naranja.
Suspiró levantándose de allí y tomó su mochila. Comenzó a caminar por el bosque y tocaba los árboles con gran inocencia en el acto. Esa era una de las cualidades de Booke: ser muy inocente, pero muy inteligente. Tomó una manzana y se la llevó a la boca, saboreando ese delicioso sabor. Escuchó cómo una rama se rompía, así que su loba se puso en alerta completamente por cualquier movimiento que pasara.
Vio cómo un lobo salía de entre los árboles. Un Alfa la miraba con hambre y eso la asustó de sobremanera, así que ajustó su mochila en su hombro y comenzó a caminar rápido sin mirar atrás; escuchó pasos apresurados a sus espaldas. Dirigió su vista hacia atrás y vio al mismo hombre tras de ella.
Aceleró el paso hasta que sintió cómo la agarraban del brazo inmovilizándola y deteniendo su caminata apresurada. El alfa la acorraló contra el tronco del árbol, para luego esconder su rostro en el cuello de Booke olfateando y lamiendo; sonrió de manera lasciva.
—Aún no estás marcada. Es una gran lástima para la persona que no podrá hacerlo nunca —comentó con voz ronca, y Booke tembló.
—N-no m-me haga nada —susurró temblando al sentir las manos de ese hombre recorrer su cuerpo.
—Ay... —ronroneó—. Tu voz es igual a la de una bebé que aún no conoce al mundo y eso me hace sentir excitado, pero sobre todo porque tienes un cuerpo tan curvilíneo. —Mordió el lóbulo de la omega, de forma lenta y sensual.
Booke se sentía aterrada. Su loba le decía que saliera de allí lo más rápido que pudiera, pero simplemente no podía; el hombre que la estaba acorralando contra el tronco del árbol era bastante fuerte.
La mochila de Booke cayó al piso al momento de sentir cómo ese hombre comenzaba a tocar su trasero por encima del pantalón. El hombre que tenía enfrente era bastante fuerte, a decir verdad, su cuerpo era de un dios griego. Booke no quería nada con él.
Así que tomó valor y le dio en sus partes nobles, aprovechando esa oportunidad para salir corriendo, como alma que lleva el Diablo, hacia la salida del bosque... o mejor dicho, hacia una de ellas, ya que no tomó el camino por donde había llegado.
—¡Détente en este mismo instante! —gritó el hombre, a sus espaldas; ella no lo escuchó.
Continuó corriendo, hasta que al final del camino vio un carro pasar y eso le dio esperanzas porque ya estaba muy cerca de la carretera. Eso no le serviría de nada, ya que ese lugar era solitario y muy pocos carros pasaban por allí, aun así no perdió las esperanzas.
Sintió que la agarraban de la remera que tenía puesta y fue tirada al piso con brusquedad, logrando que a su labio se le hiciera un corte, al igual que a la frente. El cielo estaba oscuro para esos momentos, lo único que hizo fue llorar con más ganas que antes.
—Te dije que te detuvieras, pero no me hiciste caso y eso se paga. Ahora sabrás lo que es bueno —murmuró, besando su cuello con bastante lujuria. Booke sintió repugnancia en ese momento... De solo percibir la lengua de ese hombre en su cuello, se quiso morir.
Volteó su rostro hacia el lado izquierdo, tomó una piedra y se la pegó en la cabeza; se levantó, mientras pudo, y salió corriendo otra vez hacia la carretera. El hombre desconocido se retorcía en el piso, y cuando vio a su presa salir corriendo fue tras de ella con una mano en la cabeza.
La omega siguió corriendo hasta que llegó a la carretera, pero cayó al piso cuando sintió un auto frenar de golpe frente a ella, logrando que sus manos se rasparan. Soltó un grito de dolor al ver sus manos en ese estado y sus ojos se llenaron de lágrimas que se mezclaran con un poco de sangre que salía de su frente.
Del lujoso carro que casi la choca salió lo que pareció ser el chofer.
—¿Estás bien? —preguntó una voz suave. Levantó la mirada y se topó con unos ojos color miel, que la miraban con preocupación. Ella negó con la cabeza.
El hombre la observó con curiosidad. Vio que de su frente salía sangre y que sus labios estaban partidos, eso lo asustó. Pero después cayó en cuenta de que no hizo nada de eso porque el carro no la impactó tan fuerte.
—Liam, ¿qué pasa? —preguntó una voz ronca saliendo del carro y viendo hacia donde estaba Liam junto a alguien. —Parece que se cayó antes, tiene la frente con una herida al igual que su labio —explicó, girándose hacia su jefe. Booke vio hacia donde Liam miraba y observó al hombre que creyó que jamás volvería a ver en mucho tiempo. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó Liam.
—Booke —susurró, tímida
El señor se acercó a Booke, la vio con curiosidad y sonrió para sus adentros al ver de quién se trataba; no había cambiado mucho, aunque su rostro se encontrara con esa herida.
Booke volteó hacia el bosque cuando escuchó cómo una rama se rompía y vio su peor pesadilla. Se colocó detrás de Liam, quien la miró extrañado por su actitud.
—No deje que me haga nada, se lo pido, por favor —le suplicó temblando a Liam.
—¿Fue él quién te hizo eso? —preguntó Nathan, y ella asintió—. Sube al carro ahora —le ordenó muy serio. Liam la ayudó a levantarse del suelo y a entrar al lujoso carro, mientras que Nathan se quedó fuera.
—Tú vienes conmigo —ordenó, caminando hacia el hombre que sostenía su cabeza con ambas manos.
La omega entró con ayuda de Liam al carro, quien le pasó un paño húmedo para que se limpiara las heridas. Escucharon un grito desde lo más profundo del bosque y eso logró que Booke volteara su cabeza hacia ese lado. Vio cómo Nathan salía sin el saco que tenía puesto, realmente enojado y se preguntó si la iba a matar o algo así, aunque también se preguntaba qué pasó con el hombre del bosque. Nathan subió al carro con el semblante serio y Booke se encogió en su lugar.
Cuando su jefe llegó, Liam entró al lujoso carro. —¿Dónde vives, niña? —preguntó, mirándola fijamente y ella se mordió el labio.
—Al final de la calle... Dobla a mano izquierda, la última casa de esa calle es donde vivo —murmuró bajando la mirada. Nathan sabía perfectamente dónde vivía, solo quería comprobar si era la chica que conoció hace más de dos años. Le dio la dirección a Liam, quien de inmediato comenzó a conducir hacia donde le habían dicho.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó con voz dominante. —Booke Taylor, señor —respondió subiendo la mirada para mirarlo.
—¿Y el nombre de tu padre? —preguntó de nuevo, otra vez sin rodeos.
—Mark Taylor —volvió a responder nerviosa. Ya no le gustaban ese tipo de preguntas.
Nathan pudo oler que la chica estaba nerviosa. —No estés nerviosa, no te voy a hacer nada... «por ahora» —comentó para sí mismo, pero Booke lo escuchó perfectamente.
—¿Qué pasó con el hombre del bosque? —se animó a preguntar, y Nathan la vio con una ceja levantada. —Ya no volverá a estar en esta vida, no te preocupes. —Se encogió de hombros, con indiferencia.
—Lo mató —sonó más como una afirmación que como una pregunta.
—Sí, lo hice, sí eso te hace sentir mejor. No me gusta que se metan con lo que es mío —comentó serio y Booke se sintió morir en esos momentos.
—Ya llegamos —informó Liam cuando aparcaron frente a una casa muy vieja.
Nathan se preguntó si era verdad que ella vivía allí. —Muchas gracias, señor —respondió abriendo la puerta del carro, y cerrándola después de que salió.
Vió que de su casa salió el hombre que la engendró con cara de estar borracho y notablemente furioso.
Nathan observó si era el hombre que lo estafó hace años y efectivamente era él.
Hace años ese hombre desapareció del planeta como por arte de magia y ahora lo tenía frente a frente. Nathan nunca se imaginó que se lo volvería a encontrar, y menos en la misma casa.
Salió del carro cuando vio cómo el hombre tomaba del brazo a Booke y eso lo hizo enfurecer de sobremanera, así que se acercó a ellos y tocó el brazo del alfa, quién lo miró sorprendido.
—Entra a la casa, Booke, y espérame en tu cuarto ya sabes cómo —le ordenó, soltándola de una forma agresiva, haciéndola caer al piso, pero se levantó y corrió a su cuarto.
Volteó su rostro hasta quedar frente al hombre que pensó que jamás volvería a ver.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó el padre de Booke con brusquedad.
—¿Así es como me recibes después que me estafaste, hijo de perra? —soltó con rudeza mientras avanzaba hacia él. —Yo no tengo tu dinero, si es eso lo que quieres; hace años que me lo gasté. —Retrocedió y Nathan rio sarcástico. —Descuida, no quiero el dinero... Quiero algo mejor —sonrió perversamente.
—No entiendo. —Frunció el ceño.
—Mejor hablemos adentro porque lo que te voy a proponer te va a encantar —le explico entrando como perro por su casa y el padre de Booke lo vio extrañado.
Booke se mordía las uñas de las manos por el nerviosismo que estaba sintiendo en ese instante. Su madre se había ido a trabajar, pero faltaba mucho para que ella llegara.
Su padre era un vago de lo peor, Booke siempre se preguntó por qué su madre se casó con una persona así, si ese hombre era tan asqueroso hasta para mirarlo.
Sus hermanas estaban dormidas cuando fue a verlas, era mejor así para que ninguna de ellas escuchara cómo su padre la castigaba por llegar tarde. Aún recordaba el día que él la maltrató por primera vez.
La puerta se abrió mostrando a su padre con una sonrisa que daba miedo.
—Te vas de aquí hoy mismo, ya no eres mi hija —espetó con una sonrisa maliciosa.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó curiosa.
—Lo que escuchaste; te acabo de vender al alfa de los alfas — dijo sin rodeos y el mundo de Booke se vino abajo en cuestión de segundos.
Su padre la vendió al hombre que años atrás la quería solo para él.
—Papá, no me hagas esto, te juro que me portaré bien... Llegaré temprano a la casa, trabajaré, haré lo que sea, pero eso no —suplicó arrodillada frente a él y con las lágrimas saliendo de sus ojos. —Ya no me interesa nada de ti. —No le importaba el dinero que su hija podría darle—. A ese hombre le debo mucho dinero, así que te intercambié para salvar mi pellejo y el de tus hermanas. —Sus ojos no mostraban arrepentimiento, al igual que sus palabras—. Párate del piso en este instante y camina —ordenó, levantándola del piso con brusquedad. Ella gimió de dolor por como su padre la arrastraba por todo el pasillo del segundo piso hasta llegar a las escaleras que estaban casi derrumbándose. Llegaron a la sala y éste tiró a la omega hacia los pies del alfa, quien observaba la situació
Booke sacó la cabeza de entre las sábanas, seguido de eso miró la habitación por si Nathan estaba cerca, no quería encontrarse con él, no después de lo que ocurrió la noche anterior mientras salía del baño. Como si una simple almohada fuera a salvarla, la puso en medio de ambos en un momento dado de la noche cuando lo sintió cerca de su cuerpo. Se tapó nuevamente cuando escuchó que la puerta del baño la abrieron y el aroma del alfa llegó a sus fosas nasales. Se quedó quieta en lo que su audición buscaba sonidos extraños en la habitación, pero no escuchó nada, por lo que terminó de quitarse la sábana del rostro, llevándose la sorpresa de verlo muy cerca de su rostro. —No eres muy buena haciéndote la dormida, novia mía. ¿Qué tal dormiste en nuestra cama con tu futuro esposo? —te
Booke estaba nerviosa, no creyó en realidad que ese alfa vería sus marcas en el brazo o que se preocupara por ella por algo tan pequeño como eso. No culpaba al pobre guardia por su falta de tacto, solo hacía su trabajo. —Respóndeme. —Hizo que la omega se sentará en el sofá—. Estas marcas no se hicieron por la obra y gracia de Dios. —Ya te dije que no fue nada. —Pasó saliva en seco—. Me estás lastimando —gimió adolorida, colocando su mano encima de la de Nathan—. ¡Suéltame! —No hasta que me digas quién te puso la mano encima sin mi permiso, muñeca. —Estaba realmente furioso—. Ya que no me quieres decir, vete a la habitación y solo saldrás cuando yo te diga que lo hagas. —No tienes por qué co
Solo un día, solo faltaba eso para ser la esposa de ese alfa. El anillo que lucía su dedo era precioso y algo sencillo, pero bastante caro. Verlo adornando su dedo era una de las tantas maravillas que podía apreciar mientras seguía viviendo en esa casa que parecía un loquero. Por más que quiso decirle a Nathan que no quería casarse, sacó el tema de sus hermanas y todo valió verga, por así decirlo. El vestido era tal y como el que tenía en mente: largo, esponjoso y lleno de pequeños diamantes en los bordes. Todo indicaba que Nathan se tomó el tiempo de estar haciéndole el favor de ver las cosas que quedaban en su casa como recuerdo. Nicole se volvió una muy buena amiga, le llevaba comida o le decía cosas buenas de su compromiso con muy buena fe. No se dio cuenta cuándo llegaron a una casa en la playa, hasta que el carro se detuvo. Bajó del auto sin esperar a Nathan, quien le indicó a Liam que se fuera y que lo llamara para cualquier cosa que él necesitara. El alfa tomó la mano de Booke para que caminara junto con él hacia la casa. Ella observó que la vivienda estaba muy apartada de la civilización, ya que estaba en medio de la nada. Entraron y ella se soltó de la mano de él. —Nuestra habitación es la que está a la derecha —comunicó apuntando hacia el pasillo. Fue hacia donde Nathan le había indicado sin decir una sola palabra. Se quitó la ropa y se tiró en la cama boca abajo y cerró los ojos, hasta que escuchó la puerta abrirse. —QCapítulo 6
Booke despertó por el crujido de su estómago, tenía hambre y eso la estaba matando. Se desprendió del agarre de Nathan y se levantó de la cama, con mucho cuidado para no despertarlo; pues dormía plácidamente. Tomó la camisa blanca del alfa y se la colocó, sin ropa interior porque no encontraba la suya por ningún lado. Se lavó los dientes, no le gustaba tenerlos sucios. Caminó hacia la cocina, abrió la nevera y sacó unas fresas que estaban en un recipiente, al igual que la miel, y se sentó sobre la encimera que estaba justo frente a la ventana que daba al mar. Tomó una fresa y se la entró de forma seductora en la boca, sin percatarse de que había alguien mirándola con una erección en su bóxer. Booke se levantó de la encimera y salió de la casa con rumbo al mar, con las fresas y
Se encontraban Nathan y Booke de camino hacia la gran casa que ahora era también de su propiedad. Booke iba con la cabeza en las piernas de Nathan, estaba muy cansada después de toda la actividad sexual que tuvieron. Liam tenía una sonrisa en el rostro al ver que Booke al fin había aceptado ser la omega de Nathan, o eso era lo que todos pensaban en ese momento. Nathan, en cambio, iba con el rostro serio, mientras acariciaba el cabello castaño claro de su esposa. En su mente aún circulaba lo que Luca tenía que decirle; era extraño que este lo llamara con tanta urgencia interrumpiendo su luna de miel, si apenas había comenzado. Cuando llegaron a la mansión Nathan no quiso despertar a Booke de su sueño, se veía muy hermosa. Así que la tomó
Booke estaba en la oficina de Nathan, leyendo uno de los tantos libros que le gustaban. Desde que se habían casado las cosas estaban más o menos entre ellos. Siempre le pedía a Nathan que la llevara a donde se encontraba su familia, pero este se negaba a dejarla salir de la propiedad a menos que fuera con Liam o con alguna persona de su entera confianza. Las opciones se volvieron nulas. Solo pasaba los días encerrada en esa oficina o en la habitación a la espera de que Nathan llegara todas las noches. Ya hasta parecía una esposa trofeo. Pero si no la dejaba salir de la casa, cuando ella quisiera tomaría el asunto y saldría para saber cómo estaban sus hermanas y su madre, ya que su padre había pasado a ser un cero a la izquierda en su vida. Último capítulo