Booke estaba nerviosa, no creyó en realidad que ese alfa vería sus marcas en el brazo o que se preocupara por ella por algo tan pequeño como eso. No culpaba al pobre guardia por su falta de tacto, solo hacía su trabajo.
—Respóndeme. —Hizo que la omega se sentará en el sofá—. Estas marcas no se hicieron por la obra y gracia de Dios.
—Ya te dije que no fue nada. —Pasó saliva en seco—. Me estás lastimando —gimió adolorida, colocando su mano encima de la de Nathan—. ¡Suéltame!
—No hasta que me digas quién te puso la mano encima sin mi permiso, muñeca. —Estaba realmente furioso—. Ya que no me quieres decir, vete a la habitación y solo saldrás cuando yo te diga que lo hagas.
—No tienes por qué co
Solo un día, solo faltaba eso para ser la esposa de ese alfa. El anillo que lucía su dedo era precioso y algo sencillo, pero bastante caro. Verlo adornando su dedo era una de las tantas maravillas que podía apreciar mientras seguía viviendo en esa casa que parecía un loquero. Por más que quiso decirle a Nathan que no quería casarse, sacó el tema de sus hermanas y todo valió verga, por así decirlo. El vestido era tal y como el que tenía en mente: largo, esponjoso y lleno de pequeños diamantes en los bordes. Todo indicaba que Nathan se tomó el tiempo de estar haciéndole el favor de ver las cosas que quedaban en su casa como recuerdo. Nicole se volvió una muy buena amiga, le llevaba comida o le decía cosas buenas de su compromiso con muy buena fe. No se dio cuenta cuándo llegaron a una casa en la playa, hasta que el carro se detuvo. Bajó del auto sin esperar a Nathan, quien le indicó a Liam que se fuera y que lo llamara para cualquier cosa que él necesitara. El alfa tomó la mano de Booke para que caminara junto con él hacia la casa. Ella observó que la vivienda estaba muy apartada de la civilización, ya que estaba en medio de la nada. Entraron y ella se soltó de la mano de él. —Nuestra habitación es la que está a la derecha —comunicó apuntando hacia el pasillo. Fue hacia donde Nathan le había indicado sin decir una sola palabra. Se quitó la ropa y se tiró en la cama boca abajo y cerró los ojos, hasta que escuchó la puerta abrirse. —QCapítulo 6
Booke despertó por el crujido de su estómago, tenía hambre y eso la estaba matando. Se desprendió del agarre de Nathan y se levantó de la cama, con mucho cuidado para no despertarlo; pues dormía plácidamente. Tomó la camisa blanca del alfa y se la colocó, sin ropa interior porque no encontraba la suya por ningún lado. Se lavó los dientes, no le gustaba tenerlos sucios. Caminó hacia la cocina, abrió la nevera y sacó unas fresas que estaban en un recipiente, al igual que la miel, y se sentó sobre la encimera que estaba justo frente a la ventana que daba al mar. Tomó una fresa y se la entró de forma seductora en la boca, sin percatarse de que había alguien mirándola con una erección en su bóxer. Booke se levantó de la encimera y salió de la casa con rumbo al mar, con las fresas y
Se encontraban Nathan y Booke de camino hacia la gran casa que ahora era también de su propiedad. Booke iba con la cabeza en las piernas de Nathan, estaba muy cansada después de toda la actividad sexual que tuvieron. Liam tenía una sonrisa en el rostro al ver que Booke al fin había aceptado ser la omega de Nathan, o eso era lo que todos pensaban en ese momento. Nathan, en cambio, iba con el rostro serio, mientras acariciaba el cabello castaño claro de su esposa. En su mente aún circulaba lo que Luca tenía que decirle; era extraño que este lo llamara con tanta urgencia interrumpiendo su luna de miel, si apenas había comenzado. Cuando llegaron a la mansión Nathan no quiso despertar a Booke de su sueño, se veía muy hermosa. Así que la tomó
Booke estaba en la oficina de Nathan, leyendo uno de los tantos libros que le gustaban. Desde que se habían casado las cosas estaban más o menos entre ellos. Siempre le pedía a Nathan que la llevara a donde se encontraba su familia, pero este se negaba a dejarla salir de la propiedad a menos que fuera con Liam o con alguna persona de su entera confianza. Las opciones se volvieron nulas. Solo pasaba los días encerrada en esa oficina o en la habitación a la espera de que Nathan llegara todas las noches. Ya hasta parecía una esposa trofeo. Pero si no la dejaba salir de la casa, cuando ella quisiera tomaría el asunto y saldría para saber cómo estaban sus hermanas y su madre, ya que su padre había pasado a ser un cero a la izquierda en su vida. Booke estaba con la espalda desnuda en medio de las piernas de Nathan y con su mejilla sobre el abdomen de este, descansando plácidamente. Desde que la conoció siempre tenía la última palabra, nunca podía llevarle la contraria por más que quisiera; ella siempre tenía todo a su favor solo con hablarle. Ese día no iría a trabajar, estaría con ella durante la visita de su padre. Aunque estaba seguro de que ella no querría que él fuera. Era mejor irse a trabajar y estar al pendiente de su teléfono por si algo malo sucedía. Sí, eso haría. Su largo cabello castaño se veía enredado, ella tendría que tardar largas horas quitando los nudos que posiblemente dejaría de esa manera porque, cuando se trataba de su cabello, Booke se ponía de vaga y dejaba todo para después. Capítulo 10
—Esto se pondrá feo y créeme cuando te digo que no querrás ver más sangre en el piso —le dijo Booke a su hermana. Quería morirse al ver tanta sangre en un solo lugar. —Es mi culpa que esté así —dijo Savannah con deseos de vomitar—. Vi que quería golpearte y solo actué de esa manera. —No te preocupes. —Llevaron a su padre hasta el sofá—. Con esto debe parar de sangrar la herida hasta que llegue Liam. —¿Quién es ese famoso Liam? —Es el chofer de mi esposo. —Subió ambas cejas— Nuestro padre me casó con un sujeto que no quería y que ahora quiero, ¿me entiendes? —No. —Me casé hace unos meses con el mismo hombre que me dijo que deseab
—Responde, Nathan. —Booke tenía los brazos cruzados en su pecho—, ¿tienes algo que decirme sobre esto? —Mejor hablemos en la casa... —No, hablaremos aquí —dijo firme—. ¿Por esta razón era que no querías que saliera de la casa y que también deseabas embarazarme? —preguntó, sintiendo que todo su cuerpo hervía de rabia—. Eres un grandísimo hijo de las mil putas —Nathan se mantenía en silencio—. ¿En qué momento pretendías decirme que te ibas a casar nuevamente? ¿Por qué me marcaste si ya tenías a alguien? —Que esto no es lo que estás creyendo —suspiró—. Hablemos en la casa, por favor... —No, no iré contigo a ningún lado —rio sin humor—. Siempre supe que me estabas ocultando algo, pero no pensé que fueras el tipo de hombre que tiene dos mujeres para sentirse un verdadero