La inesperada elección.

Capítulo: Destinos Cruzados

El aula está más animada que de costumbre. No es la primera clase del día, pero la expectativa de la actividad práctica anunciada por el profesor Laurent mantiene a todos en alerta. Mientras camino hacia mi asiento, noto las dos urnas de madera en el escritorio del profesor. Parecen piezas sacadas de un museo, con detalles grabados que le dan un aire de antigüedad y misterio.

El profesor Laurent, puntual como siempre, entra al aula con su característico aire de autoridad. Su sola presencia basta para reducir los murmullos a un murmullo contenido.

—Buenos días —saluda, con ese tono firme que lo caracteriza—. Hoy continuaremos con la actividad práctica que les mencioné en la clase anterior. Trabajaremos en grupos de tres o cuatro para aprender los principios básicos de la restauración de cuadros. Es una habilidad esencial para quienes aspiren a destacar en arqueología o conservación.

Las miradas cómplices y las sonrisas nerviosas se multiplican entre mis compañeros. No puedo evitar sentir una mezcla de emoción y preocupación. Me encantan estos proyectos, pero la elección de compañeros al azar siempre añade un elemento de incertidumbre.

—Los nombres están en estas urnas —explica el profesor, señalándolas—. Los nombres de los hombres están en esta —indica la urna de la izquierda—, y los de las mujeres, en esta otra. Cada uno sacará un nombre. Empezaremos con las chicas.

Mi corazón late con más fuerza. A pesar de mi confianza en el aula, este tipo de dinámicas sociales no son mi fuerte.

—Elena, comenzaremos contigo.

El tono del profesor no deja espacio para la objeción. Respiro hondo y me levanto, sintiendo las miradas de toda la clase sobre mí. Camino hacia la urna intentando aparentar serenidad, aunque mi mente está ocupada en una sola pregunta: ¿Con quién me tocará trabajar?

Llego a la urna y meto la mano entre los papeles. El roce del papel contra mis dedos me da un extraño escalofrío mientras revuelvo los nombres. Finalmente, elijo uno y regreso a mi asiento.

Cuando desdoblo el papel, leo el nombre escrito con letras claras: Leandro Moretti.

Siento un alivio inmediato. Leandro es un alfa de cabello negro y ojos grises, conocido por ser tranquilo y reservado. No puedo evitar una pequeña sonrisa. Parece que el azar me ha favorecido esta vez.

Sin embargo, mi tranquilidad dura poco. Ahora es el turno de los chicos, y Hades Nyx Al-Rashid se levanta con una elegancia que roba el aliento. Es imposible no notar cómo sus movimientos parecen calculados, como si supiera que todas las miradas están sobre él.

Mete la mano en la urna y saca un papel con la misma confianza despreocupada que lo caracteriza. Regresa a su asiento y desdobla el papel. Por un momento, su expresión se mantiene neutra, pero luego sus ojos ámbar claro se alzan hacia mí, directos e intensos.

—Elena Victoria Winchester Aragón. —Su voz resuena en el aula, clara y firme, como si no pudiera evitar añadir un toque dramático al momento mientras me apunta con el dedo.

Un murmullo recorre la clase, y siento cómo el calor sube a mis mejillas.

—¿Cierto? —pregunta Hades, alzando una ceja mientras muestra el papel al profesor y luego a mí, como si necesitara confirmar lo obvio.

Asiento en silencio, incapaz de encontrar las palabras para responder.

—Bueno, parece que el destino ha hablado —añade, con una sonrisa ladeada que no sé si interpretar como burlona o encantadora.

El aula estalla en murmullos y risas contenidas. Intento ignorar las miradas que se han fijado en mí, pero no puedo evitar sentirme como un espectáculo público.

—Hilary, es tu turno —dice el profesor, retomando la dinámica sin dar importancia al revuelo.

Hilary, una alfa conocida por ser la hija del rector, se levanta con una sonrisa confiada y se dirige a la urna. Su mirada no se aparta de Hades ni por un segundo, como si ya hubiera decidido que él sería su elección perfecta.

Elena, Elena... respiro profundo y espero que el azar le juegue una mala pasada a ella.

Hilary se mueve con una seguridad tan ensayada que es imposible no notarla. Su cabello rubio perfectamente peinado brilla bajo la tenue luz del aula, y su sonrisa parece diseñada para captar la atención. Mientras introduce la mano en la urna, una sensación de tensión se acumula en el aire.

Leandro, quien estaba sentado a mi lado, inclina su cabeza hacia mí y susurra:

—Parece que va a haber algo de drama, ¿no crees?

No puedo evitar sonreír ligeramente.

—Cuando Hilary está involucrada, siempre lo hay —murmuro en respuesta, sin apartar la vista de la escena.

Hilary extrae el papel con un movimiento elegante, lo desenrolla y, al leerlo, su rostro se ilumina con una expresión de triunfo.

—Hades Nyx Al-Rashid —anuncia, su tono deliberadamente suave, pero lo suficientemente alto como para que todos lo escuchen.

El aula estalla en murmullos una vez más. Algunas miradas se dirigen a mí, otras a Hades, quien, por primera vez, parece mínimamente sorprendido. Sin embargo, esa chispa desaparece rápidamente, y su habitual máscara de confianza regresa.

—Interesante —dice Hades, con una leve inclinación de cabeza hacia Hilary, aunque sus ojos ámbar no tardan en volver a posarse en mí.

—Parece que estaremos en el mismo grupo, Elena. —Su voz está cargada de una mezcla de cortesía y algo que no puedo identificar.

Antes de que pueda responder, el profesor Laurent aclara la garganta, pidiendo silencio.

—Muy bien, el grupo de Hades Nyx Al-Rashid estará compuesto por Elena, Leandro y Hilary Van Der Linde. Los cuatro trabajarán juntos en la restauración de una obra del Renacimiento temprano.

Mi corazón se hunde, no escuché por quienes estaban formados los demás grupos, ya me sentía agitada y aún no me paraba al lado de esos dos. Esto no es lo que esperaba. Compartir el proyecto con Hades ya era lo suficientemente complicado, pero agregar a Hilary a la ecuación lo hace aún más caótico.

Mientras los demás estudiantes continúan con la dinámica, mi mente empieza a correr. Sé que Hilary no será una compañera fácil. Su presencia dominante y su aparente interés en Hades garantizan fricciones, especialmente porque no es el tipo de persona que acepta un no por respuesta.

—Parece que nos espera un desafío interesante —comenta Leandro, cruzando los brazos mientras observa la interacción entre Hades y Hilary.

—Eso es un eufemismo —respondo, tratando de mantener la compostura.

Cuando la clase termina, el profesor nos pide a los grupos que se reúnan para planificar el proyecto. Camino hacia el escritorio donde Hades y Hilary ya están, sintiendo una mezcla de resignación y determinación.

—Parece que el destino nos une, después de todo —dice Hades, con su habitual sonrisa enigmática.

—¿Destino o azar? —respondo, intentando mantenerme neutral.

—Ambos, tal vez —replica, con un tono que sugiere que sabe más de lo que deja entrever.

Hilary, por su parte, se asegura de posicionarse al lado de Hades, manteniendo una mano sobre su brazo como si estuviera marcando territorio.

—Deberíamos reunirnos esta tarde para empezar —propone, dirigiéndose a Hades más que a mí.

—Suena bien —responde él, aunque su mirada permanece fija en mí por unos segundos más de lo necesario.

Sus ojos tienen algo que me desarma, pero no puedo permitirme flaquear. No cuando sé que Hilary aprovechará cualquier debilidad para imponerse.

—Perfecto —digo, con una sonrisa diplomática—. Nos vemos a las seis en la biblioteca.

Al salir del aula, no puedo evitar preguntarme en qué me he metido. Esto será mucho más que un simple proyecto académico.

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