Feromonas

El reloj marca las seis en punto cuando llego a la biblioteca. Es un espacio vasto, lleno de estanterías de madera oscura y el suave murmullo de páginas siendo pasadas. El aire está impregnado de ese aroma a libros antiguos, una mezcla entre papel envejecido y cuero. Me siento en casa aquí, un lugar que siempre ha sido mi refugio.

Busco un lugar tranquilo en la sala principal y coloco mis materiales sobre la mesa. Mientras organizo mis notas, escucho pasos firmes acercándose. Miro hacia arriba y ahí está Hades el principe, con su andar elegante y su expresión de siempre: una mezcla de indiferencia y desafío.

—Puntual. Me gusta —comenta mientras deja su mochila en la silla frente a mí.

—Es lo mínimo que se espera en un trabajo en equipo —respondo con calma, volviendo a mis notas— Bien, empecemos, dividiremos el trabajo luego de investigar y mañana nos vemos a primera hora en el museo. Los demás deben estar por llegar.

Hades no dice nada más, pero noto cómo su mirada recorre la sala, analizando cada detalle. No pasa mucho tiempo antes de que la puerta principal se abra de nuevo, revelando a Amil Al-Fayad, su primo y ahora, para mi sorpresa, nuestro silencioso tercer integrante.

Amil sonríe ampliamente al vernos juntos y se sienta en una mesa cercana, cruzando los brazos con una actitud despreocupada.

—No quiero interrumpir el momento, pero estaré aquí por si necesitan una mano... o una opinión.

—¿No eres estudiante de la universidad?

—Si. Pero solo estoy aquí por y para el príncipe. Así que siéntete libre frente a mi. No importa si me graduó o no.

Hades rueda los ojos, pero no dice nada. Yo, por mi parte, ignoro la insinuación y me concentro en el trabajo.

—Elena, creo que debemos empezar por definir el enfoque de nuestra investigación. ¿Tienes algo en mente? —pregunta Hades mientras se sienta con una postura relajada, aunque sus ojos ámbar claros me observan con atención.

"Dios... esos ojos grises con destellos me vuelven loca"—pienso para mí.

Le muestro las notas que había preparado.

—Propongo que seleccionemos una pintura con daños visibles y documentamos cada paso del proceso de restauración. El museo pertenece a mi familia, y podríamos trabajar con una obra real en lugar de una práctica superficial.

Por un momento, el interés genuino se refleja en sus ojos antes de que lo disimule con su habitual expresión de desdén.

—Eso suena prometedor. Supongo que no será aburrido.

Antes de que pueda responder, una figura se acerca, es Hilary, la hija del rector, una alfa con una presencia imponente y muy caprichosa. Su cabello rubio está perfectamente peinado, y su mirada determinada se dirige directamente a Hades.

—Hades, ¿te importa si me siento aquí? Nuestro compañero me llamo que se le presentó algo—dice, sin molestarse en disimular su interés mientras señala la silla a su lado.

—¿Te refieres a Leandro?—pregunto.

—El mismo.

Antes de que Hades pueda decir algo, Hilary ya ha colocado sus materiales en la mesa. Me tenso un poco, pero decido concentrarme en mis notas. Sin embargo, puedo sentir la incomodidad en el aire.

Amil, sentado en su mesa cercana, parece disfrutar del espectáculo. Sus ojos brillan con diversión mientras observa la interacción.

—Hilary —dice Hades con una voz baja pero firme—, hay algo que deberías saber.

Ella se inclina hacia él, expectante, mientras yo intento no parecer interesada.

—¿Qué pasa corazón?

Hades se acerca un poco más, con su expresión neutra.

—No me gustan las interrupciones, y no me interesan las distracciones innecesarias. Así que mantén tu distancia y evita la confianza entre nosotros. Ya tengo pareja y es celosa.

El rostro de Hilary palidece al instante. Se queda helada por unos segundos antes de recuperar la compostura, se levanta notablemente enojada, murmurando algo sobre que tiene que irse, que le envie las notas por mensaje de texto. Toma sus cosas de la mesa, lanzándome una mirada rápida antes de irse con el mentón en alto.

—Eso fue... directo, me pregunto si se habrá drogado—comento, sin poder evitarlo.

Hades sonríe, pero no dice nada. Simplemente toma su silla y, para mi sorpresa, la mueve para sentarse a mi lado.

—¿Qué demonios haces? —pregunto, confundida, mientras su brazo roza el mío.

—¿No dijiste que era importante trabajar en equipo? —responde con una sonrisa ligera, apoyando el codo en la mesa y mirándome directamente.

Amil suelta una carcajada desde su mesa.

—Esto se pone mejor con cada minuto. ¿Qué le dijiste a Hilary para que huyera tan rápido?

Hades lanza una mirada de advertencia a su primo, pero el brillo de diversión en los ojos de Amil no desaparece.

—Le dije que no se acercara demasiado porque mi novia, que está justo en frente de mí, podría ponerse celosa.

—¡¿Qué?! ¿Acaso te caiste de la cama está mañana y te golpeaste la cabeza? ¿ Acaso no sabes quién es ella y de lo miserable que puede hacerme la vida en clases? ¿Se te cayó un maldito tornillo?—exclamo, incapaz de ocultar mi sorpresa.

Amil ríe aún más fuerte, nunca nadie en su puta vida le había hablado a si a su primito, pero su diversión dura poco.

—¡Silencio! —advierte el encargado de la biblioteca desde su escritorio, apuntándolo con un dedo amenazante—Si no se comportan tendrán que irse.

Amil se disculpa con una sonrisa ahogada, pero su risa contenida aún es audible mientras se recuesta en su silla, claramente disfrutando del momento.

Respiro hondo y trato de ignorar a Hades, enfocándome en el trabajo. Sin embargo, es difícil concentrarse con él tan cerca, su presencia magnética parece ocupar todo el espacio.

—Elena, ¿estás bien? —pregunta, inclinándose un poco más hacia mí.

—"Perfectamente". Sigamos trabajando señorito Al-Rashid, y como vuelvas a hablar mierdas te parto el hocico, se me importa un bledo si eres principe, rey o lo que sea—respondo, en un susurro, esforzándome por sonar firme.

A pesar de mi incomodidad inicial, logramos avanzar significativamente en el proyecto. Para cuando terminamos, ya hemos acordado reunirnos en el museo de mi familia al día siguiente para trabajar con una pintura real.

—¿Entonces mañana a las nueve? —pregunta Hades mientras recoge sus cosas.

—Sí, a las nueve en punto —respondo.

Él asiente, yo recojo mis cosas y me voy, él empieza a caminar detrás de mí y detrás de él unos pasos más atrás Amil aún riendo. Sin embargo, no puedo ignorar la sensación de que este proyecto será más complicado de lo que esperaba.

El sol casi desaparece en el cielo cuando salí de la biblioteca con Hades. El campus estaba tranquilo, casi vacío, y el sonido de nuestros pasos sobre la grava del camino era lo único que rompía el silencio. Sentía la mirada de Hades fija en mí, pero me negaba a voltear. Aún tenía en mente lo que había ocurrido durante nuestra conversación: esa confianza suya que a veces me sacaba de quicio, pero que, al mismo tiempo, despertaba algo en mí que no quería admitir.

—¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó, su tono casual, como si no fuera consciente de la tormenta que desataba en mi interior.

—No, gracias —respondí tajante, manteniendo la mirada al frente. No quería deberle nada.

—Insisto —dijo, deteniéndose por un momento y mirándome con esa sonrisa que parecía tener la capacidad de desarmarme.

—No necesito que me lleves. Alguien vendrá por mí —respondí rápidamente, intentando parecer firme. Lo último que quería era que pensara que dependía de él.

Él no insistió más, pero me acompañó hasta la salida del campus. Lo que no sabía era que mis hermanos, Dante y Lucas, ya estaban esperándome en el Jeep familiar, estacionados cerca de la entrada. Habían pasado por la facultad para recogerme y alguien les había indicado que estaba en la biblioteca. Cuando me vieron salir acompañada, noté cómo sus miradas se clavaban en nosotros.

Lucas estaba en el asiento del conductor, y aunque su expresión era relajada, podía percibir cierta curiosidad en sus ojos. Dante, en cambio, estaba sentado en el asiento del copiloto con el ceño fruncido, observándonos como si intentara descifrar la situación. Lucas bajó ligeramente la ventanilla, y su rostro mostró una expresión de reconocimiento al mirar a Hades, como si lo hubiera visto antes en alguna parte.

Ignorando su presencia, seguí caminando, pero justo antes de llegar al Jeep, Hades tomó mi mano de manera inesperada. Mi cuerpo se tensó al instante, y una ola de calor subió por mi cuello.

—¿Qué haces? —pregunté, tratando de soltarme, pero su agarre era firme, aunque no agresivo.

—Te estoy ayudando a relajarte —respondió con esa calma que parecía irritarme aún más— Tus feromonas están tensas, me acabo de dar cuenta.

—¿Feromonas?— pregunto sin saber a qué se refiere porque yo aún no me manifiesto ¿Cómo sabe él sobre mi estado de ánimo?

—¿A que le temes?—me pregunta sin apartar la mirada.

Antes de que pudiera reaccionar, escuché la puerta del Jeep abrirse de golpe. Dante salió del vehículo, caminando hacia nosotros con pasos largos y decididos. Su expresión era seria, y aunque no dijo nada al principio, su mirada hablaba por sí sola.

—Elena —dijo con tono grave, como si la escena que estaba presenciando necesitara una explicación inmediata.

—¿Dante?

Intenté soltarme de Hades, pero él no lo permitió. Su actitud no era desafiante, pero tampoco mostraba intención de retroceder. Al contrario, parecía disfrutar de la incomodidad que causaba en mi hermano.

—¿Quien es ese? ¿Tu novio?—pregunta Hades.

—¿Quién es este? —preguntó Dante finalmente, mirándolo de arriba a abajo con desconfianza.

—Soy Hades.

—No te pregunté a ti.

Ambos me veían extraños, no entiendo cómo demonios llegué a este momento de mi vida. Mi hermano más celoso que el mismo diablo y este otro hombre que de alguna manera siente algún tipo de atracción hacia mi.

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