Nervios de acero

—El es solo mi compañero de clase —respondí rápidamente, intentando sonar convincente. Sin embargo, mi voz temblaba ligeramente, traicionándome.

—¿Un compañero de clase? —repitió Dante, cruzándose de brazos mientras seguía evaluando a Hades.

Hades no se inmutó. En lugar de soltarme, me atrajo un poco más hacia él, y me abrazó por la cintura, como si estuviera marcando territorio. Mi corazón latía con fuerza, y no sabía si era por la situación o por el extraño efecto que él tenía sobre mí.

"¡Este malditö Alfa loco de m****a, va a hacer que mi hermano no me deje en paz por el resto del año!" —pensé.

—Tú....Suéltame—le dije en un susurro.

—¿Por qué lo haría? — me responde Hades muy campante como si yo fuera su novia o lo que sea.

—Dante, por favor, no es lo que parece —dije, intentando calmar la tensión en el aire, mientras intento zafarme de sus enormes manos disimuladamente.

Pero Dante no parecía convencido. Sus ojos se entrecerraron mientras observaba a Hades con una mezcla de desconfianza y curiosidad.

—No me gusta este tipo —dijo finalmente frente a Hades sin importarle un rábano, con su tono firme y protector. Sus feromonas de ira salían de su cuerpo a su antojo.

—No estoy aquí para gustarte —respondió Hades con una sonrisa tranquila mientras dejaba soltar las suyas, les juro que casi me ahogo entre esa tormenta de feromonas, lo que solo sirvió para irritar más a Dante— ¿Que esperas para irte?

—Hades... tranquilizate— le dice Amil a Hades.

En ese momento, Lucas salió del Jeep y caminó hacia nosotros con un aire más relajado, aunque la curiosidad en su rostro era evidente. Quería morirme, parece que no era suficiente con dos alfas a la defensiva sino que se viene el tercero.

—¿No es él...? —murmuró, como si estuviera tratando de recordar algo.

Hades soltó mi cintura sin soltar mi mano, y yo aproveché para dar un paso hacia atrás, intentando recuperar la compostura y el aire que dejó mis pulmones. Mi rostro estaba completamente rojo, no solo por la vergüenza, sino también por la mezcla de emociones que me invadía.¿Porque reaccione a las feromonas de Hades?

—Elena, sube al coche —dijo Dante, con su tono más autoritario de lo habitual.

—Déjame ir. Ellos son mis hermanos.

—Oh...debiste decirme antes.

—Vete al diablo—le susurro a Hades y Amil solo sonríe.

Hades suelta mi mano.

—Está bien, ya voy hermano—respondí, intentando mantener la calma.

Antes de subir al Jeep, lancé una última mirada a Hades, quien seguía de pie con las manos en los bolsillos y esa sonrisa tranquila en el rostro. Por alguna razón, su actitud me enfurecía y me fascinaba al mismo tiempo.

—Nos vemos en clase, me disculpo Dante, pensé que eras alguien molesto—dijo, y aunque sus palabras eran simples, había algo en su tono que me hizo sentir que esto no era un adiós definitivo.

Mi hermano no respondió, yo me subí al Jeep y cerré la puerta de golpe, tratando de ignorar las miradas inquisitivas de mis hermanos. Mientras arrancábamos, Lucas seguía mirando por el retrovisor, como si intentara recordar dónde había visto a Hades antes.

—¿Quién demonios es ese tipo? Sus feromonas son aterradoras ¿Como puedes permanecer tan cerca de él? —preguntó Dante, rompiendo el silencio.

—Solo un compañero de clase, ya lo dije —respondí, aunque mi voz sonaba más irritada de lo que pretendía.

Dante no respondió, pero su expresión dejaba claro que no estaba convencido. Mientras el Jeep avanzaba por las calles iluminadas por las luces de la ciudad, no pude evitar mirar por la ventana y preguntarme qué era exactamente lo que Hades había despertado en mí.

Lo que no sabía era que este encuentro no sería el último, y que Hades tenía la habilidad de desarmar mis fortalezas, una por una, sin que yo pudiera evitarlo.

La cena mi casa, los Winchester siempre fue un evento formal, una especie de ritual que mi madre, Alena, consideraba esencial para mantener la imagen que había cultivado a lo largo de los años. En mi familia, el protocolo nunca se tomaba a la ligera. Y esa noche no iba a ser la excepción. El comedor estaba elegantemente dispuesto, como siempre, con candelabros de cristal que iluminaban suavemente la mesa, y el aroma de la comida se extendía en el aire, invitando a una velada tranquila.

Mi hermano mayor, Dante, se sento a un extremo de la mesa, y mi padre en el otro, su expresión seria y calculadora. Siempre había sido el tipo que prefería controlar las situaciones. A su lado estaba Lucas, mi hermano menor, que en lugar de hacer preguntas, como de costumbre, se mostraba algo distraído, pero sus ojos no dejaban de moverse de un lado a otro, observando todo con una curiosidad que no pasaba desapercibida. Sabía que algo no estaba bien. Algo que no tenía que ver con la cena, sino con lo sucedido más temprano, cuando salí de la biblioteca con Hades.

La conversación comenzó de manera típica, con mi madre preguntándome sobre mi día y cómo iban mis estudios. Siempre tenía una forma peculiar de hacer preguntas, casi como si buscara un detalle oculto en cada respuesta.

—Elena, ¿cómo te fue hoy en la universidad? —preguntó mi madre con su tono firme, pero suave, el que usaba para extraer la verdad.

—Bien, madre, todo en orden. Un día largo, pero manejable —respondí mientras tomaba un poco de vino para calmar los nervios. No quería hablar de lo sucedido con Hades. No frente a ellos.

Pero la mirada de Dante, que había estado observándome durante toda la cena, me decía que él sabía algo más. Finalmente, no pudo contenerse.

—¿Aún no piensas decirme quién es ese tipo que tomo tu mano y te abrazó? —dijo, sus ojos fijos en mí, como si pudiera leerme a través de la piel. —Hades, ¿verdad?

Mi respiración se detuvo un segundo. ¿Cómo podía Dante hablar de él frente a nuestros padres? ¿Se habrá vuelto loco? No le había mencionado nada.

—Es... un compañero de la universidad, ya te lo dije—respondí rápidamente, forzando una sonrisa para quitarle peso al asunto. —Nada importante.

—Wao, ¿como va eso?— pregunta Victoria mi hermana mayor que hasta ahora permanecía con la mirada en su celular.

Dante no parecía convencido.

—No me gusta la forma en que te miraba, Elena —dijo en un tono bajo, casi murmurando. —No sé, tiene algo raro.

El silencio que siguió fue incómodo. Lucas, que estaba al tanto de lo que había sucedido en la biblioteca, se inclinó hacia adelante, entrecerrando los ojos como si estuviera analizando la situación.

—¿Es guapo hermana?— pregunta Victoria.

—Creo que tiene algo que ver con... feromonas —dijo Lucas, como si esa palabra pudiera explicar todo. —Es como si su presencia te afectara de una forma... rara.

Me sorprendió que Lucas mencionara algo tan directo. Sabía que él tenía una sensibilidad peculiar para los detalles, pero esa era la primera vez que se refería a algo así.

—¡Victoria, Lucas, por favor! —exclamé, sintiéndome colorada. —No es nada de lo que estás pensando. Es solo un compañero de clase. Y... no hay nada raro en él. Seguro pensó que eran algún extraño y solo quería protegerme.

Mi madre observaba en silencio, sus ojos verdes fijos en mí, evaluando cada palabra que salía de mi boca. Mi padre, Sir William, mantuvo su calma habitual.

—¿Qué tipo de compañero es este tal Hades, Elena? —preguntó, con un tono que intentaba ser casual, pero que dejaba entrever una ligera preocupación.

—Es... un tipo serio. Un príncipe de Abu dabi que vino a estudiar. Solo eso —respondí, sin dar demasiados detalles. —No hay nada que valga la pena mencionar.

—¿Un qué? Wao la sacaste del estadio hermana, si te manifiestas como Alfa, podrás tener a tus pies a ese príncipe.

— ¡Cállate!

Dante, sin embargo, no estaba satisfecho.

—Si hay algo raro en ese tipo, yo lo sabré, no me importa que sea el rey del medio oriente. No quiero que te metas en algo que no entiendes. No confío en él.

—Yo tampoco —agregó Lucas, —aunque... no sé, tiene algo que no puedo quitarme de la cabeza.

—Yo tampoco, yo lo odio, pero tenemos un trabajo que hacer así que me lo tengo que aguantar.

El ambiente está cargado de tensión, pero no quería que la cena se convirtiera en un interrogatorio sobre Hades. Así que intenté cambiar de tema, algo que sabía que podía hacer para desviar la atención.

—Bueno, en realidad... hay algo más importante de lo que me gustaría hablar —dije, tomando un sorbo de vino. —En el museo, necesitamos restaurar una pintura que necesite ser restaurada, es parte de una tarea. Creo que podríamos empezar con eso. Es un trabajo que necesito entregar en grupo.

Mi madre, que siempre valoraba el arte y la cultura, se iluminó un poco al escuchar el tema.

—Eso suena interesante, Elena. Cuéntanos más. ¿Qué pintura necesitas?

—Que sea una obra antigua, y como las condiciones no son las mejores, necesitamos restaurarla cuidadosamente —expliqué. —Es un trabajo que me ayudará a avanzar en mis estudios, además de preservar una pieza valiosa de nuestra historia.

Lucas, siempre con una chispa juguetona, no pudo evitar intervenir.

—No me sorprendería que Hades apareciera en el museo para estropear la pintura, se ve que es un salvaje no un príncipe. Aunque no me gustaría tenerlo cerca, ya sabes, por lo de las... feromonas.

Me sentí completamente avergonzada, pero no dejé que se notara demasiado.

—Lucas, basta —dije con firmeza, para que no fuera más allá. —Y si te parece tan raro, entonces ni lo mencionemos más.

Mi madre asintió con una leve sonrisa.

—Está bien, Elena. Solo recuerda que tu futuro está en tus manos. No quiero que te pongas en una situación que te perjudique. Recuerda que eres una duquesa.

Mi padre también intervino, su tono más tranquilo que el de mi madre, pero igualmente preocupado.

—Lo que importa es tu seguridad, Elena. No hagas nada que pueda poner en peligro tu reputación o tu carrera.

—Claro, padre. Lo tendré en cuenta —respondí, manteniendo mi tono formal y respetuoso.

La cena continuó, pero yo estaba distraída. No podía dejar de pensar en la sensación que me provocó Hades. Había algo en él que me inquietaba, algo que me atraía a pesar de la barrera que intentaba mantener. A lo lejos, la conversación entre mis padres y hermanos seguía siendo sobre el museo y el trabajo que me quedaba por hacer, pero mi mente vagaba a otros lugares, a otros pensamientos, como si fuera imposible centrarme completamente en lo que sucedía a mi alrededor.

Finalmente, al terminar la cena, mi madre se levantó de la mesa.

—Elena, quiero hablar contigo más tarde —dijo con tono autoritario, como si estuviera preparando el terreno para otra de nuestras charlas familiares.

Mi padre se levantó también y, antes de que pudiera irme, me miró fijamente.

—Recuerda lo que te hemos dicho. Lo que sea que esté pasando, no dejes que te desvíe de lo que realmente importa.

Sentí el peso de sus palabras, pero también sabía que no podía dejar que mi familia controlara cada uno de mis pasos. A medida que salía de la mesa, me pregunté si alguna vez entenderían lo que estaba pasando dentro de mí.

Pero, al final, lo único que sabía era que Hades seguía en mi mente, de una forma que no podía ignorar.

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