Al salir del museo, la brisa fresca me ayuda a calmar la tensión que todavía siento en el pecho. Es irónico cómo un lugar que tanto me inspira puede transformarse en un campo de batalla gracias a las intrigas de alguien como Hilary. No entiendo por qué insiste en convertirme en su enemiga.
Amil camina a mi lado, relajado, como si todo el espectáculo de hace unos minutos hubiera sido una simple obra de teatro. Su actitud despreocupada debería molestarme, pero en este momento es justo lo que necesito para aliviar el peso de lo ocurrido. —¿Vas a permitir que Hilary siga con sus juegos? —me pregunta, metiendo las manos en los bolsillos. —No estoy interesada en entrar en sus juegos ni en los de nadie—respondo, mirando al frente. Amil suelta una risa suave. —Te aseguro que ella no piensa lo mismo. ¿Sabes que esto no será lo último que intente, verdad? —Lo sé —digo, suspirando. Hilary no es del tipo que se rinde fácilmente, pero tampoco lo soy yo. Apenas llegamos al estacionamiento, Hades está esperándonos junto al auto. Su postura relajada contrasta con la intensidad de su mirada, que parece escrutar cada rincón de mi expresión. —¿Todo bien? —pregunta, aunque su tono deja claro que ya conoce la respuesta. —Todo bajo control —respondo rápidamente, sin darle espacio para más preguntas. —Eres buena ocultando lo que sientes, duquesa, pero no tan buena como crees —comenta, inclinándose un poco hacia mí. —¿Es eso una advertencia o una invitación? —replico con ironía, cruzándome de brazos. Hades sonríe, esa sonrisa que parece esconder un millón de secretos. —Quizá ambas. Amil carraspea, rompiendo la tensión del momento. —Deberíamos irnos. No quiero estar aquí si Hilary decide regresar para un segundo acto. Miré mi reloj y no sé por qué mi cuidadora Macarena aún no llega, tomó el teléfono y le marco. —Hola Macarena ¿Donde estas? Ya estoy aquí en el parqueo. —«Elena, tuve un pequeño accidente». —¿Qué? ¿Que sucedió? ¿Estás bien? Solo veo como Hades y Amil me miran fijamente. —Si mi niña, estoy bien, un tipo borracho, ya la policía está aquí pero no sé cuánto demore¿Alguien la puede llevar a casa? ¿O llamo a su hermano para que la pase a recoger? Lo último que quiero es ver a mi hermano y recibir una tanda de reprimenda de porqué no acepto un chófer profesional. —No, no lo llames. Tomaré un taxi. Avísame cuando termines. Te espero en casa. Le digo antes de colgar. —Te podemos llevar igual vamos para el mismo edificio, no estaré tranquilo dejándote aqui— me dice Hades mirándome a los ojos. Consideré el ofrecimiento y el frío que tenía hizo que eligiera rápido. —Bien, iré con ustedes sólo si no vuelven a mencionar a Hilary y toda su locura tridimensional. Ambos levantaron las manos en forma de rendición. Subimos al auto y el camino de regreso transcurre en silencio, pero no uno incómodo. Aunque Hades y Amil tienen su manera particular de irritarme, reconozco que su presencia es más reconfortante de lo que me gustaría admitir. Cuando llegamos al edificio de apartamentos, luce imponente bajo la luz de la luna. La fachada de piedra, los jardines perfectamente cuidados, todo parece diseñado para recordar a cualquiera que aquí vive los hijos de la spersonas más adineradas, que no tolera el desorden ni las debilidades. Hades aparca el carro cerca de la entrada y solo observó a Hades que no me quita los ojos de encima, aunque eso no me incomoda. —Buena suerte, duquesa —me dice Amil antes de que bajemos del auto. Su tono tiene un deje de burla, pero también algo de sinceridad. —Gracias, pero no la necesito —respondo, aunque sé que probablemente sí la necesitaré. —Que descanses—me suelta Hades antes de tomar mi mano y depositar un beso suave en mi palma que me tomó por sorpresa. Subí a mi apartamento y cerré las puertas con seguro, incluyendo las del balcón, no quiero que a ese Alfa se le ocurra saltarse el balcón y verlo junto a mi cama observándome dormir. Al otro día Dante me fue a buscar para otra cena familiar, unos familiares llegaban y querian que les diera la bienvenida. La cena transcurre con una calma que apenas logro sostener. Dante y Lucas están en sus habituales roles de hermanos protectores, y aunque no dicen nada sobre lo que pasó anteriormente, siento sus miradas analíticas cada vez que abro la boca. Pareciera que reconocen el aroma de ese Alfa cuando estoy cerca. Victoria habló toda la noche como perico y al final, me quedé a dormir en casa de mis padres.. Al final, cuando estoy en mi habitación, el cansancio me invade. Me recuesto en la cama y cierro los ojos, pero las imágenes del día no tardan en invadir mi mente. Hilary, con su actuación, Hades, con sus constantes provocaciones, y Amil, con su aguda perspicacia, parecen haberse instalado en mi cabeza. Un suave golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. —Adelante —digo, esperando que sea uno de mis hermanos. Para mi sorpresa, es Victoria, mi hermana mayor. —¿Puedo pasar? —Claro. Victoria entra con esa gracia innata que siempre he admirado. Se sienta en el borde de mi cama y me mira con una mezcla de preocupación y curiosidad. —¿Qué pasó hoy? —pregunta finalmente. —Nada que no pueda manejar —respondo, aunque sé que eso no la convencerá. —Elena, sé que eres fuerte, pero no tienes que cargar todo sola. Si algo o alguien te está molestando, puedes decírmelo. Su sinceridad me desarma un poco, pero no estoy lista para compartir todos los detalles. —Gracias, Victoria. Si necesito ayuda, serás la primera en saberlo. Ella asiente, aunque sé que no está del todo convencida. Después de unos minutos, se marcha, dejándome sola con mis pensamientos una vez más. Al día siguiente, decido llegar temprano al museo. Quiero evitar cualquier encuentro incómodo, pero para mi sorpresa, Hades ya está allí. Está de pie frente a una pintura, observándola con una intensidad que no había visto antes. —¿Madrugando? —pregunto, acercándome a él. —El arte tiene ese efecto en mí —responde sin apartar la mirada de la obra. No sé si está siendo honesto o si simplemente está intentando desconcertarme, pero decido no darle demasiada importancia. —¿Dónde está Amil? —pregunto, notando su ausencia. —Llegará más tarde. Quería darte un poco de espacio y no bromear para no interrumpir tu concentración. —Qué considerado —respondo con sarcasmo. Hades sonríe, pero no dice nada más. Durante el resto de la mañana, trabajamos en silencio, cada uno concentrado en sus tareas. Sin embargo, no puedo evitar sentir su mirada sobre mí de vez en cuando, como si intentara descifrar algo que ni siquiera yo entiendo. Cuando finalmente aparece Hilary, acompañada por Leandro, me preparo para lo peor. Su presencia siempre significa problemas, y hoy no parece ser la excepción. La observo de reojo mientras se acerca a Hades, pero no puedo oír lo que dice. No me importa, de todos modos. Mi prioridad es mi trabajo, y no pienso dejar que ella me distraiga. Pero cuando finalmente se cruza en mi camino, sé que está a punto de comenzar otro drama. —Espero que hoy tengas más cuidado, Elena. No queremos que nadie más termine en el suelo, ¿verdad? —dice con esa sonrisa venenosa que ya estoy acostumbrada a ver. —Tienes razón, Hilary. También espero que tú tengas más cuidado. No queremos otro accidente innecesario. Su expresión se endurece por un momento, pero luego recupera su fachada. —Siempre tienes algo que decir, ¿no? —pregunta, acercándose un poco más. —Siempre que sea necesario. Antes de que pueda responder, Hades se acerca. —¿Todo bien aquí? Hilary inmediatamente adopta su pose de víctima, pero yo me adelanto. —Perfecto. Solo hablábamos de cómo evitar accidentes en el futuro. Hades me mira con una mezcla de diversión y curiosidad, pero no dice nada más. Hilary, por su parte, parece a punto de explotar, pero sabe que no puede hacer nada sin exponerse. El resto del día transcurre sin incidentes, pero no puedo evitar sentir que esto es solo el comienzo. Hilary no se rendirá, y yo tampoco. Si quiere guerra, estoy más que preparada para dársela.De la nada noto por la ventana que una tormenta de nieve comenzó a caer de manera silenciosa pero implacable, cubriendo el paisaje en un manto blanco. Fuera del hotel, la nieve acumulaba en el suelo y las ráfagas de viento sacudían las ventanas, atrapando a Hades y a mí en ese pequeño refugio de hotel, donde el aire se volvió pesado y cargado de tensión. Pero no era solo la tormenta la que nos mantenía prisioneros. Las hormonas de mi cuerpo, completamente fuera de control, lo mantenían cerca, como si mi necesidad de aliviar el caos interno fuera más fuerte que cualquier otra cosa. Miré a Hades, quien había soltado y caído al suelo, la caja de supresores de alfas que había traído para mí. Las palabras de él, que todavía resonaban en mi mente —“Tu olor... es como el de una omega”— me dejaron estancada en la incredulidad. ¿Cómo era posible que mis feromonas estuvieran actuando de esa manera? ¿Porque estoy tan aturdida y el tiempo parece detenerse? Mi cuerpo estaba confundido, y aunque
Días antes de mi celo recuerdo que....Gracias al cielo llegó el día de entregar nuestros trabajos con las restauraciones de las obras. Sacamos buena nota por lo menos en esa tarea. Solo espero que no me toque otro grupo con el trío dinámico.Pasaron los días y la noche había caído, y con ella, las luces de la fiesta de despedida de año comenzaron a iluminar la gran sala del campus universitario. Pasaré la cena con mi familia en una semana y el año nuevo luego de media noche pensé en ir con mis hermanos a una discoteca del area.Una hora antes de mi celo...En el campus el ambiente estaba cargado de música, risas y la emoción de los estudiantes que se despedían de un año más. Sin embargo, mientras todos disfrutaban, yo me encontraba atrapada con mi vestido amarillo y mis botas altas a juego con mi cartera, en una tormenta interna mucho más intensa que cualquier celebración, el señor Hades se le habrá metido un demonio cuando me vio bailar con un compañero de clase. Lo alejó tan pronto
Me había pasado todo el día entre clases y trabajos, agotada, maldiciendo a mis adentros, solo quería llegar a casa y desplomarme en la cama. La universidad de Luxemburgo había designado estos apartamentos de lujo para estudiantes que, como yo, una duquesa de una familia muy respetada, necesitaban ..cierta privacidad y tranquilidad para estudiar y así concluir mi maestria. Había sido una bendición, o al menos así lo pensé… hasta hoy. Es primero de diciembre, y la noche está helada. Todo parece perfecto para una noche tranquila en casa. Me pongo un par de calcetas gruesas, una camiseta vieja y me echo en la cama luego de cenar galletas de chocolate y un buen café caliente, sí, soy una amante del café y el chocolate, si por mí fuera todos mis regalos de cumpleaños fueran una greca para colar café y chocolates…millones de bolsas llenas de chocolate. Me acuesto boca arriba, esperando que el silencio me envuelva. Sin embargo, justo cuando empiezo a sentir que el cansancio va ganando, algo
Me había pasado todo el día entre clases y trabajos, agotada, maldiciendo a mis adentros, solo quería llegar a casa y desplomarme en la cama. La universidad de Luxemburgo había designado estos apartamentos de lujo para estudiantes que, como yo, una duquesa de una familia muy respetada, necesitaban cierta privacidad y tranquilidad para estudiar y así concluir mi maestria. Había sido una bendición, o al menos así lo pensé... hasta hoy. Es primero de diciembre, y la noche está helada. Todo parece perfecto para una noche tranquila en casa. Me pongo un par de calcetas gruesas, una camiseta vieja y me echo en la cama luego de cenar galletas de chocolate y un buen café caliente, sí, soy una amante del café y el chocolate, si por mí fuera todos mis regalos de cumpleaños fueran una greca para colar café y chocolates...millones de bolsas llenas de chocolate. Me acuesto boca arriba, esperando que el silencio me envuelva. Sin embargo, justo cuando empiezo a sentir que el cansancio va ganando, alg
El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto de Luxemburgo, y con ello, mi nueva vida comenzaba. Estaba lejos de Abu Dabi, de mi familia, de la exnovia que me había dejado antes de la boda. Mi vida en ese entonces se desmoronó como un castillo de cartas, pero ahora, aquí estaba, en Europa, comenzando un capítulo completamente diferente. Amil, mi primo, estaba a mi lado, su habitual energía vibrante llena de entusiasmo mientras nos dirigíamos hacia el área de recogida de equipaje. "No te preocupes, Hades. Aquí te va a gustar. La vida es otra. Olvídate de lo que dejaste atrás", me dijo, como si fuera un mantra que había estado repitiendo para convencerse a sí mismo también. A veces me irritaba su insistencia en que todo lo que había hecho en el pasado ya no importaba, pero entendía su punto. Los dos sabíamos que el pasado ya no se podía cambiar. Aún así, el dolor de la cicatriz de mi alma, la marca de un secuestro que nunca pude olvidar, permanecía conmigo. La huella de la inseguridad
El primer copo de nieve cae y siento cómo se posa en mi cabello, frío pero insignificante. El cielo, encapotado, parece reflejar mi propio estado de ánimo: gris, indescifrable, lleno de secretos. Desde el balcón, dejo que el mundo se cubra de blanco, su silencio me reconforta, al menos por un momento. Pero, mientras mi mirada vaga por las calles nevadas, algo me detiene. No algo… alguien. Ella. Mi vecina. Es imposible ignorarla. Tiene esa fragilidad en su postura que no combina con su aura contenida, como si no supiera de lo que es capaz. Su cabello hermoso, contrastando con la nieve, le da un aire casi irreal, como si estuviera atrapada en un cuadro que alguien olvidó terminar. Y luego, sus ojos se encuentran con los míos. No puedo apartar la mirada. Su expresión vacila entre el desconcierto y la curiosidad, como si quisiera entender por qué la observo. Pero no estoy aquí para dar explicaciones, ni a ella ni a nadie. Mi respiración se profundiza. La botella de cerveza fría en mi
El reloj marca las seis en punto cuando llego a la biblioteca. Es un espacio vasto, lleno de estanterías de madera oscura y el suave murmullo de páginas siendo pasadas. El aire está impregnado de ese aroma a libros antiguos, una mezcla entre papel envejecido y cuero. Me siento en casa aquí, un lugar que siempre ha sido mi refugio. Busco un lugar tranquilo en la sala principal y coloco mis materiales sobre la mesa. Mientras organizo mis notas, escucho pasos firmes acercándose. Miro hacia arriba y ahí está Hades el principe, con su andar elegante y su expresión de siempre: una mezcla de indiferencia y desafío. —Puntual. Me gusta —comenta mientras deja su mochila en la silla frente a mí. —Es lo mínimo que se espera en un trabajo en equipo —respondo con calma, volviendo a mis notas— Bien, empecemos, dividiremos el trabajo luego de investigar y mañana nos vemos a primera hora en el museo. Los demás deben estar por llegar. Hades no dice nada más, pero noto cómo su mirada recorre la sala,
—El es solo mi compañero de clase —respondí rápidamente, intentando sonar convincente. Sin embargo, mi voz temblaba ligeramente, traicionándome. —¿Un compañero de clase? —repitió Dante, cruzándose de brazos mientras seguía evaluando a Hades. Hades no se inmutó. En lugar de soltarme, me atrajo un poco más hacia él, y me abrazó por la cintura, como si estuviera marcando territorio. Mi corazón latía con fuerza, y no sabía si era por la situación o por el extraño efecto que él tenía sobre mí. "¡Este malditö Alfa loco de m****a, va a hacer que mi hermano no me deje en paz por el resto del año!" —pensé. —Tú....Suéltame—le dije en un susurro. —¿Por qué lo haría? — me responde Hades muy campante como si yo fuera su novia o lo que sea. —Dante, por favor, no es lo que parece —dije, intentando calmar la tensión en el aire, mientras intento zafarme de sus enormes manos disimuladamente. Pero Dante no parecía convencido. Sus ojos se entrecerraron mientras observaba a Hades con una mezcla de