La trampa

El sol apenas ha salido cuando me encuentro en el imponente museo que mis padres donaron a la universidad. La fachada, con sus columnas de mármol y sus grabados en relieve, parece siempre observarme, recordándome las expectativas familiares que pesan sobre mis hombros.

Llego puntual, como siempre, pero me sorprende ver que no soy la primera. Hades está allí, de pie frente a la entrada, con esa postura relajada pero imponente que siempre parece tener. A su lado está Amil, su primo y, según he entendido, también su guardaespaldas. Ambos están conversando en voz baja cuando me acerco.

—Veo que no tienes problemas para ser puntual —comento mientras cruzo los brazos, tratando de sonar indiferente.

Hades levanta la mirada, y una sonrisa ladeada se dibuja en su rostro.

—No quería perderme la oportunidad de ver a la coordinadora del museo en acción —responde con ese tono que parece oscilar entre la seriedad y la burla.

—Espero que hayas traído algo más que comentarios sarcásticos, porque aquí se viene a trabajar.

Antes de que pueda responder, Amil interviene con una sonrisa descarada.

—Yo traje mis manos y mi encanto. Si necesitas algo más, solo dilo, duquesa.

Le lanzo una mirada fulminante, pero antes de que pueda replicar, los otros dos compañeros, Leandro y Hilary, llegan al lugar. Leandro, tranquilo como siempre, saluda con un asentimiento, disculpándose de que no pudo venir el día anterior por causa de una emergencia familiar, mientras que Hilary se apresura a acercarse a Hades, ignorándonos a todos los demás.

—Hades, pensé que llegarías más tarde. Podríamos haber venido juntos, te traje unos bocadillos —dice Hilary, ignorándome por completo.

Hades simplemente la observa, sin mucho interés, pero con la paciencia de alguien acostumbrado a lidiar con ese tipo de atención.

—Vamos a entrar, tenemos mucho por hacer —digo finalmente, interrumpiendo su intento de monopolizar la atención. Abro las puertas del museo y los invito a pasar.

El interior del museo es frío y silencioso, las luces tenues realzan las vitrinas y cuadros que adornan cada rincón. Ya había gente yendo y viniendo. Nos dirigimos a una sala de reuniones en la parte trasera, donde un archivador contiene los registros de las piezas que necesitan restauración.

—Aquí están los informes. Elijan una obra en la que quieran trabajar —anuncio mientras coloco los documentos sobre la mesa.

Mientras todos revisan los papeles, Hilary se sienta lo más cerca posible de Hades, lo que no me sorprende. Su coquetería es casi nauseabunda.

—Creo que esta pintura es interesante —dice Hades, señalando una de las opciones.

—Una buena elección —respondo, manteniendo la profesionalidad. Miro al resto—. ¿Alguna preferencia?

Leandro elige rápidamente, mientras Hilary finge estar indecisa, lanzando miradas a Hades como si esperara que él tomara la decisión por ella. Finalmente, todos tenemos asignaciones, y comenzamos a movernos por las galerías para inspeccionar las piezas.

El salón dedicado al arte del siglo XVII es uno de mis lugares favoritos del museo. Las pinturas, con sus colores oscuros y detalles barrocos, siempre me han inspirado una profunda admiración. Estoy absorta tomando notas frente a una obra al óleo, pero pronto me doy cuenta de que Hilary está más cerca de mí de lo habitual, como si estuviera planeando algo. La ignoro y me concentro en el trabajo, pero un detalle me saca de mi concentración: olvidé un pergamino en la mesa al otro lado del salón.

Suspiro con resignación y cruzo el amplio espacio para recogerlo, pero apenas llego, una figura alta se interpone en mi camino.

—¿Tanto te cuesta concentrarte, su majestad? —dice Hades, esa sonrisa arrogante pintada en su rostro. Su tono tiene esa mezcla de burla y provocación que ya empiezo a reconocer como su especialidad.

—¿Tanto te cuesta mantenerte ocupado en tu área? —le respondo, manteniendo mi voz firme mientras recojo el pergamino.

—Solo estoy verificando si necesitas ayuda, no tienes por qué ser tan cortante —replica, cruzando los brazos y apoyándose contra la mesa.

Lo miro con incredulidad, tratando de contener mi fastidio.

—Si vienes a burlarte, como siempre, puedes ahorrarte el esfuerzo. Estoy bastante ocupada, gracias.

Hades se encoge de hombros y da un paso hacia atrás, pero antes de que pueda irse, Hilary aparece.

—Oh, Hades, pensé que estabas en tu área. ¿Necesitas algo? Debiste decirme y te lo llevo—pregunta con esa voz dulce y artificial que utiliza solo cuando él está cerca.

Él no responde y, para mi alivio, decide marcharse a su espacio sin más comentarios. Sin embargo, eso deja a Hilary y a mí solas, y sé que no se acercó solo para saludar.

—Sabes, Elena, no quiero ser grosera, pero creo que deberías mantener tus límites a lo que me interesa—dice Hilary, su tono venenoso disfrazado de falsa cortesía.

—¿Límites? —repito con calma, aunque sé exactamente a qué se refiere.

—Sí, con Hades. Él no está interesado en alguien como tú, tu vida es muy caótica, a eso suma el hecho de que no te has manifestado, puedes ser una simple Omega o una beta inservible a pesar de tu título entregado por tu abuela la reina, así que sería mejor que no pierdas tu tiempo —responde, con una sonrisa que no llega a sus ojos—Eres muy poco para un príncipe.

No puedo evitar soltar una pequeña risa.

—Hilary, no tengo ni el más mínimo interés en tu príncipe encantado de m****a. Así que, si vas a intentar marcar territorio, busca a alguien más para intimidar —digo, mirándola directamente a los ojos.

Mi respuesta parece incomodarla, además de sorprenderla, pero mantiene su fachada.

—Valla tan santa que aparentas y eres un demonio. Solo te lo advierto, por si acaso. No quiero que haya malentendidos, yo puedo ser el mismísimo diablo si me lo propongo y no olvides que estudias en la universidad de mi padre si te expulsan no podrás volver a estudiar en este país aunque tus abuelos tengan conexiones mi padre tiene mejores.

—Descuida, no los habrá. Ahórrate tus amenazas. Terminemos este maldito proyecto y cada quien toma su camino. Con personas como tú no necesito mi etiqueta, y si me expulsan tampoco me importa, hay más países, así que abre tu mente y coje tu puesto y tu camino.

Vuelvo a mi trabajo, tratando de ignorarla, pero mientras me doy la vuelta, siento cómo su hombro choca con fuerza contra el mío. Doy un paso atrás por la sorpresa, y entonces sucede: Hilary se tambalea exageradamente y cae al suelo, como si hubiera sido empujada.

—¡Me metiste el pie! —grita, llamando la atención de todos en la sala.

Me quedo sin palabras por un segundo. Su actuación es tan absurda que casi me da risa.

—¿Qué? ¡Eso no es cierto! —digo, intentando mantener la calma, aunque mi voz tiembla de indignación.

Hades y Amil, quienes estaban en otra parte del salón, llegan rápidamente al lugar. Leandro también aparece detrás de ellos, luciendo confundido.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Hades, con su mirada moviéndose entre Hilary, en el suelo, y yo, que aún sostengo el pergamino.

—Elena me metió el pie. Me empujó —dice Hilary, con lágrimas en los ojos. Su actuación es digna de un premio.

—Eso es una completa mentira —respondo, cruzándome de brazos.

Amil suelta una carcajada, claramente sin tomarse nada de esto en serio.

—Por favor, Hilary. No tienes que inventar dramas para llamar la atención. Elena no mata ni una mosca.

—¡No estoy inventando nada! —insiste Hilary, mirando a Hades, esperando que él la defienda o la tomé en brazos.

Hades la observa en silencio por un momento, su rostro completamente impasible. Luego, finalmente, habla.

—Hilary, ¿tienes idea de lo ridícula que suenas?

Su tono frío y directo hace que Hilary se encoja.

—¡Pero ella me empujó! —repite, pero su voz ya no tiene la misma convicción.

—Tu chocaste conmigo y diste dos vueltas en el aire, eres más grande que yo y más fuerte ¿Como diablos te voy a derribar? ¿Acaso quieres que te peque con el pergamino para que despiertes y dejes de mentir?—añado, con mi paciencia casi agotada.

Leandro, que ha estado callado todo este tiempo, da un paso adelante.

—Yo también lo vi. Elena ni siquiera te toco, Hilary. Si te caíste sola ¿porque la acusas?

Hilary mira a su alrededor, como si buscara apoyo, pero no encuentra ninguno. Finalmente, se levanta del suelo, limpiándose las lágrimas de cocodrilo de las mejillas.

—Quizás fue un accidente —murmura, aunque está claro que no lo cree.

—O quizás deberías dejar de actuar como una víctima —añade Amil con una sonrisa burlona. El lloraba de la risa.

El encargado del museo llega en ese momento, atraído por el ruido. Hilary intenta explicarle lo sucedido, pero Hades la interrumpe.

—Fue un malentendido. Todo está bajo control. Disculpe el ruido.

El encargado asiente y se marcha, pero no sin antes lanzarnos una mirada de advertencia.

Hilary, avergonzada y claramente molesta, decide retirarse del salón sin decir más. Yo, por mi parte, trato de recuperar la compostura, pero siento la mirada de Hades sobre mí.

—¿Qué miras? —pregunto, más brusca de lo que planeaba.

—Nada. Solo me pregunto cómo logras mantener la calma después de algo así —dice, su voz cargada de ironía.

—Es sencillo. No tengo tiempo para perder con tonterías.

Él sonríe, esa sonrisa que siempre parece desafiarme.

—Buen trabajo hoy, duquesa. Espero que estés lista para lo que venga.

—Siempre lo estoy —respondo, levantando la barbilla.

Mientras todos se dispersan, Amil se acerca a mí y me lanza una mirada cómplice.

—Me caes bien, Elenita. No cualquiera se enfrenta a un espectáculo como ese con tanta clase.

—No lo hago por clase, lo hago por supervivencia —respondo, intentando ocultar una sonrisa.

Amil suelta una carcajada que resuena en la sala. Luego se acerca a Hilary.

—Por favor, Hilary. Si alguien iba a empujarte, no sería la duquesa. Tiene mejores cosas que hacer —dice con sorna, lo que solo parece enfurecerla más.

—¿Me estás llamando mentirosa? —grita Hilary, mirando a Amil.

—Estoy diciendo que tus feromonas desesperadas se sienten desde la entrada del museo. Nadie aquí tiene interés en hacerte tropezar —responde él sin perder su sonrisa burlona.

Hades suspira y se inclina hacia Hilary, hablando en un tono tan bajo que apenas puedo escuchar.

—Si vas a montar un espectáculo, asegúrate de no incluirme en él —le dice, su mirada fría y seria.

Él sonríe nuevamente, pero no dice nada más. Mientras salimos del museo, siento una mezcla de alivio y frustración. No sé qué es lo que me molesta más: el incidente con Hilary o el hecho de que Hades siempre parece disfrutar desafiándome. Pero sé una cosa: esto es solo el comienzo.

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