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Capítulo 4. Rescate en la playa

Columbus—Georgia

—¡Tienes prohibido salir Emma! Si me entero de que has escapado sin mi autorización vas a estar en graves problemas.

—Pero papá, no haré nada malo, debes confiar en mí… entiende que me siento agobiada, tengo la sensación de estar encerrada en una cárcel —expresó la chica con un suspiro.

—Lo hago por tu bien, no quiero que ninguno de esos soldados, oficiales,

 ponga su mirada en ti… no voy a permitir que mi hija se involucre con ninguno de ellos.

—Pero tú también eres un militar ¿Por qué detestas tanto a los de tu clase? —interrogó ella.

—Porque los conozco y sé la clase de hombres que son, tú eres demasiado buena para cualquiera de ellos, además, son peligroso, no quiero que tu vida esté en riesgo. Ya te lo dije Emma, y espero que me obedezcas.

La joven no siguió discutiendo, se dio cuenta de que no haría cambiar a su padre de opinión, este vio su actitud como una clara señal de que obedecería su orden y salió de la casa.

Sin embargo, cuando Emma lo vio salir, y cerrar la puerta con seguro tras de él, supo que debía buscar la manera de salir de allí.

Comenzó a recorrer la casa, hasta encontrar la ventana de la habitación de su padre, buscó agua y algo de comer y con sumo cuidado retiró cristal por cristal y como era delgada terminó saliendo por allí.

Tomó su bicicleta, colocó el bolso donde metió todo lo que llevaba en manubrio y salió a toda velocidad a lo que le permitía sus piernas, cuidando de no ser vista.

Se alejó hacia la playa, cuando llegó la dejó a un lado, se colocó el morral detrás y comenzó a hacer un recorrido por la playa, sabía que cada acto de rebeldía de su parte le costaba una disputa con su padre, pero ya estaba harta y no estaba dispuesta a aguantar su rabieta necesitaba un poco de soledad, él la abrumaba y deseaba tanto escapar.

Emma decidió correr, mientras sus pies se hundían en la arena, era una sensación que le producía libertad, sobre todo al sentir la brisa fresca en su rostro.

Su mente estaba llena de pensamientos y emociones encontradas, pero se obligó a dejar todo eso atrás y simplemente disfrutar del momento.

Repentinamente, Emma sintió una extraña sensación en su interior. Era como si algo no estuviera bien, pero no podía explicarlo. Decidió ignorar esa sensación y seguir adelante con su caminata.

De pronto giró su vista hacia el mar y notó algo extraño flotando en el agua. Al principio pensó que era una bolsa de basura, pero al acercarse, se dio cuenta de que se trataba del cuerpo de una persona.

 

Se acercó cautelosamente, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, escuchó algo parecido a un gemido.

Sin pérdida de tiempo, Emma no dudó en correr hacia la persona, sintió una oleada de miedo al verlo allí, inconsciente y flotando a la deriva. 

Lo cogió por debajo de los brazos y empezó a arrastrarlo hacia la orilla, luchando contra las olas que intentaban arrastrarlo de vuelta al mar.

Finalmente, Emma logró llevarlo a la playa y lo arrastró hacia la arena. Estaba empapado y su piel estaba fría al tacto, su frente herida y sus brazos, pero Emma sabía que tenía que hacer algo para salvarlo.

Cuando logró sacarlo del agua. Sin perder un segundo, lo colocó boca arriba y empezó a hacerle respiración boca a boca, tratando de reanimarlo. 

Los minutos pasaron y Emma comenzó a cansarse, pero no se rindió. Sabía que la vida de ese hombre estaba en sus manos y tenía que hacer todo lo posible por salvarlo.

Después de varios intentos, el hombre finalmente empezó a toser y a respirar de nuevo. Emma se sintió aliviada al ver que había logrado reanimarlo.

Exhausta y aliviada, Emma se sentó en la arena a descansar mientras observaba cómo el hombre recuperaba la consciencia. 

Poco a poco, Justin fue recuperando la conciencia, se dio cuenta de que alguien lo estaba ayudando, abrió los ojos con dificultad y miró a su salvadora con sorpresa y gratitud. Miró hacia arriba para ver el rostro de la persona que lo había salvado.

Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con los de la joven, y quedó casi sin aliento, porque la chica, frente a él, era la criatura más hermosa que había visto en su vida, y no podía dejar de observarla. 

Y su admiración aumento, cuando ella le sonrió con dulzura y Justin sintió que la tierra temblaba bajo sus pies, "Seguro llegué al cielo y ella es un ángel", pensó.

—¿Estás bien? —preguntó, pero Justin ni siquiera pudo articular palabra, le hubiese gustado decir que estaba impresionado por la belleza de la chica, pero la verdad es que la cabeza le taladraba, sintió que todo le daba vuelta y terminó desmayándose.

Emma se sobresaltó al ver que el hombre volvió a perder el conocimiento y no supo qué hacer. Tomó su pulso y comprobó que seguía vivo, pero su respiración era débil y tenía que hacer algo para ayudarlo.

Con todo el esfuerzo posible, comenzó a arrastrarlo hasta la cueva, su lugar de refugio donde ella se escapaba para huir de su casa y donde se quedaba por horas durmiendo.

Apenas dio unos pasos, debió detenerse, porque los brazos se le prensaban y el dolor era intenso.

—¡Ay por Dios hombre! Es que pesas demasiado ¿Estás hecho de plomo?—pronunció ella con un suspiro.

Emma se agachó y se quedó viéndolo, enseguida comenzó a golpear con suavidad su rostro empapado del agua de mar.

—Por favor, despierta —susurró con voz temblorosa, intentando reanimarlo—, me está costando ponerte a buen resguardo.

Sin obtener respuesta, Emma se preocupó aún más. Su mirada se desplazó por el cuerpo del hombre, notando sus ropas militares empapadas y rasguños en su piel por el impacto de la caída.

En la nubla de su inconsciencia, Justin la escuchó, pero por más que quería despertar no podía, se balanceaba entre la consciencia y el inconsciente, mientras el mareo lo envolvía y el dolor palpitante en su cabeza lo atormentaba.

Emma se resignó y siguió arrastrándolo hasta llevarlo al interior de la cueva, lo acomodó allí, para su alivio tenía unas mantas de cuando se quedaba ahí, en un principio quiso cubrirlo, pero se dio cuenta de que como estaba empapado de agua, la volvería a mojar.

—¿Por qué no abres los ojos? ¿Cómo voy a desnudarte yo? Nunca en la vida he visto desnudo a un hombre —dijo con mortificación, porque ante la sola idea de hacerlo sintió su rostro teñirse de carmesí.

—Tendré que quitarte la ropa mojada —murmuró con timidez, sabiendo que no tenía otra opción.

Miró al hombre y decidió desnudarlo de una vez, no quería que se enfermara o se pusiera peor. Con una determinación inusual, se acercó a él, terminó parándose encima con un pie de cada lado de su cuerpo, lo tomó de los hombros y lo ubicó en posición sentada sosteniéndolo de la pared de la cueva.

Con mucho cuidado, empezó a quitarle las prendas húmedas, sacándole la camisa, la cual estaba empapada, cada roce de sus manos sobre la piel de su torso le enviaba pequeñas descargas eléctricas por todo su cuerpo.

Cuando logró quitarle la camisa, por fin la prenda, vio su cuerpo provocativo, su pecho musculoso y tatuajes que adornaban su piel.

Cerró los ojos para dejar de observar, pero eso no solucionó nada, por el contrario, la sensación se intensificó. La joven apartó la mirada, sintiéndose incómoda, pero sabía que era necesario para evitar que sufriera una hipotermia.

Llegó el turno de desabrocharle el pantalón y ella no podía creer lo que estaba haciendo, pero no tenía otra opción, era cuestión de vida o muerte.

Cuando finalmente lo desnudó, dejándolo solo en bóxer.

—Ni creas que voy a quitarte eso… así te quedarás, ya bastante he hecho con haberte quitado la ropa mojada —protestó y un leve quejido salió de la boca del hombre.

Tomó una manta seca y cuidadosamente lo cubrió, tratando de mantenerlo abrigado para que entrara en calor, Emma se sintió aliviada, pero también confundida y conmovida. Nunca había sentido tanta cercanía con un hombre, y mucho menos con uno en estas condiciones.

Luego, buscó entre sus pertenencias la botella de agua y un poco de comida que llevó consigo en sus escapadas.

Le acercó la botella a los labios de Justin, pero él seguía inconsciente y no podía beber.

—Vamos, tienes que despertar —le instó ella con voz suave—. Necesitas beber algo.

Sin embargo, no recibió respuesta, se apartó, dándole algo de privacidad mientras esperaba que recuperara el conocimiento.

Veló por él el resto del día y la noche, no podía dejarlo solo, estaba preocupada porque no se despertaba, se acercó de nuevo a él, se dio cuenta de que estaba temblando, balbuceaba dormido, tocó su frente y se dio cuenta de que estaba hirviendo de la fiebre.

—¿Y ahora qué hago? Se me va a morir este hombre aquí —expresó con pesar.

Se recordó que su madre cuando era pequeña, le ponía pañitos de agua húmedos en la cabeza, buscó hacia los lados, pensando en encontrar algo que la pudiera ayudar, pero no encontró nada.

Dudosa, se miró su propia ropa y a regañadientes se terminó quitando la franelilla que cargaba, quedándose en brasier.

—No tienes más opción —se dijo, buscó un envase y corrió hacia la playa, lo llenó de agua y regresó corriendo, metió la franelilla y comenzó a ponérselo en la frente.

No supo cuántos minutos después, se sintió adormitada y se dejó rendir por el sueño, hasta que de pronto sintió un peso encima de su cuerpo y al abrir los ojos un hombre con los ojos vidriosos estaba encima de ella, y la respiración agitada la miraba fijamente.

Emma se sobresaltó y trató de empujarlo, pero él no se movió, la veía con los ojos velados,

Emma se sobresaltó y trató de apartarlo, pero él, por el contrario, la sujetó con fuerza.

—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué me tienes aquí? ¿Qué buscas? ¿Quién te mandó? —murmuró el hombre con voz ronca

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