Su antídoto

Pasó una semana y Ángela, en la mañana temprana, había recobrado la conciencia. Laura estaba muy contenta al ver que tenía nuevas esperanzas, aunque sus ojos estaban llenos de tristeza.

—¡Gracias, gracias…! Te agradezco tanto que no me hayas abandonado.

—Laura, estás aquí.

—He estado aquí desde la noche que me llamaste y jamás me he apartado de tu lado.

—Tenían que haberme dejado morir.

—No digas eso amiga.

Ángela se quedó mirando fijo en dirección hacia la pared y en ese momento de sus ojos salieron lágrimas gruesas, lágrimas de dolor. —¿Cómo voy a vivir con tan espantosos recuerdos en mi mente? ¿Cómo voy a olvidar sus palabras mientras ponía fin a nuestro bebé?

—Siendo fuerte. En alguna ocasión tú misma me dijiste que la vida nos prueba pasándonos por fuego.

—¿Por qué pasar por fuego a un pequeño bebé inocente? Cuando él no tenía la culpa de nada.

—La vida solo se encargó de que no hubiera ninguna conexión entre tú y ese hombre. La doctora también nos informó que el bebé venía con
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