GioEn cuanto llegué a la casa bajé al sótano, quería interrogar a la supuesta sirvienta.El sótano es de cemento, con paredes tan gruesas que por más que grites no te van a escuchar nunca. En medio de la estancia está sentada la sirvienta con su uniforme sucio, las rodillas raspadas y sangre seca, la cara que una vez era angelical estaba llorosa, sucia y con la mejilla hinchada de lo que supongo fue una cachetada de Chase, el mismo estaba de pie en una esquina viéndola como un Halcón.—Karina— mi voz la hizo temblar, sin embargo, no me importó— me cuentan que querías darme pastillas para dormir sin embargo me di cuenta, eso debió ser feo para ti.—Señor, se lo juro que no sabía... —vino una bofetada de mi parte.—No te atreves a mentirme— la vi desde arriba como el ser inferior que era— ¿quién te mandó?Silencio fue lo que recibí de su parte y mi mal humor empezaba a dominarme, eso nunca fue bueno, esta me iba a dar lo que quería.—Tengo un amigo que es árabe— empecé diciendo mientra
GIOEs fácil que se me ocurra algo, pero no puedo planearlo tan rápido como me gustaría, porque todo tiene que salir no más que perfecto o rodarían cabezas.Shadow me llamó a primera hora de la mañana, ya estaba bebiendo un café cuando respondí la llamada que tanto ansiaba, necesita la información que sabía que me iba a dar.—Tenemos movimientos en la casa— fue su modo de saludo— te dije que se haría con la esposa —se jactó seguro de sí mismo.—¿La esposa? —apreté el celular muy fuerte queriendo lanzarlo a la hoguera— su esposa está presa, Shad.—Pero... ¿qué? Llegó una rubia con un niño ¿no es la esposa del inservible ladrón?—No, es Sofía —sonreí sabedor de lo que ya sabría— su amante, ayer mandé a buscarla y resulta que renunció a su trabajo y entregó la casa a bienes raíces.—Oh, eso es... Sí, bueno mi jefa le cortaría las pelotas a Cole si hace algo así— murmura para sí.No sé quién es su jefa, espero no cruzarme con ella.—Sí, bueno... Veremos que hace ella— mi sonrisa se ensanc
—Refuercen este lugar— ordené mientras veía como cargaban a mi hermano y lo metían en una de las camionetas— que nos sigan tres camionetas más, esto puede ser una trampa.—El hospital más cercano está a cinco kilómetros al norte, señor Santori— me informó uno de mis hombres.—Pues conduce como si el diablo te persiguiera. Filippo no puede morirse.—Si señor— dijeron todos al unísono— andiamo.Condujeron rápidos esos kilómetros mientras yo pensaba en que le puso pasar, su cabeza estaba en mi muslo, transpiraba mucho, se veía pálido, su semblante se agravó en sólo media hora y dos vómitos después. Algo tenía que estarle pasando.—Creo que esta envenenado— me dijo el chofer viendo por el retrovisor, le hice una seña para que dijera más— a mi perrita le pasó, vomitaba tanto que se desmayaba, el señor estaba bien y luego comenzó a quejarse de dolor abdominal, después vomito y luego se quedó sin fuerzas.No se dijo nada más en el auto en el trayecto que nos faltaba. En cuanto llegamos si má
MarthaIsolda ha sido un apoyo fundamental para mantener mi cordura dentro de esta prisión, sin querer conseguí una buena amiga, una amiga en medio de circunstancias tan oscuras que a veces no podía ni verme.—¿Qué piensas del síndrome de Edipo? —indaga Isolda cerrando el libro que leía hacia escasos segundos.—Debemos como madres tratar de evitarlo— dije cerrando mi libro, esta vez leía Romeo y Julieta.—Pero a veces es imposible de evitar, si creo en eso de que somos el primer amor de nuestros hijos, lo que hay que evitar es que nos comparen con sus futuras parejas— admite ella y tiene sentido.—Para eso hay que cortar el cordón umbilical imaginario que a veces ponemos sin darnos cuenta, agarramos nuestros hijos y lo veíamos de las novias que traen a casa.—Menos mal Diego tiene 3 años y te puedes hacer la mentalidad.—Es difícil, pero creo que si se puede.—Winkeljohann, tiene visitas — llegó una guardia y me levanté como un resorte.—¿Quién? — pregunté mientras me calzaba de nuevo
Martha—¿No están? —le pregunté sin que me importará el ardor en mi mejilla, algo me decía que era verdad, no estaban. Simplemente no podía procesarlo— no están, Priscila ¿qué voy hacer? ¿qué voy hacer? ¿A dónde la llamo para saber de mi hijo?— Cálmate, no dejaste terminar a Carlos —habla Priscila .me ayudaron a levantarme y sentarme de nuevo en la silla que al parecer había tirado al suelo.—El jefe me dijo que ya los tenía ubicados y que te quedarás tranquila no vas a estar sin saber de ti hijo— me asegura Carlos.—¿Es todo lo que te dijo? —no había terminado de preguntar y él ya estaba asistiendo— ¿¡es todo!? —no estaba enojada por los alcances de Gio y su poca información, tal vez era por seguridad, pero estaba tan molesta de esta situación, de estar encerrada injustamente, tan cansada de las mentiras y pelear por mi vida y aún no llevaba un año encerrada — necesito un número Carlos, alguien que me diga como esta mi hijo y por qué diablos se mudaron ¡necesito más!—Lamento no pod
GIO—Hermanito— la repugnante voz de Amos Coppola llega desde la entrada de mi habitación. A veces Amos suele ser muy predecible.—Amos —respondí apuntando a su cabeza mientras me sentaba, reprimiendo una mueca de dolor— que bueno verte— sonreí a sabiendas.Sabía que vendría así que siempre estuve armado y esperando.—Preparado esta vez ¿eh? —preguntó burlón, si bien se veía seguro pude ver la tensión en sus movimientos, analicé su postura y estaba tan cagado de miedo que provocaba reírme, pero debía mantener mi fachada de hombre frío.Estaba vez lo había agarrado desprevenido, no siempre seré yo.—Bueno.… Ya sabes lo que decía papá, con esa piedra sólo tropiezo una vez... —le recalque, para que recordara.—¡Cállate! —gritó dañando sus perfectas facciones de niño blanco, odiando que sacará alguna lección de Vicent Santori.Padre daba unas elecciones que jamás olvidabas y a veces en Amos debía repetirlas, porque si bien Amos no iba hacer heredero igual entrenaba y pudo haber sido tesor
GIO—Preparados, nos vamos en 5— ordené y salí de la última casa donde había sido también un exitoso rescate.Era la casa de una pareja de padres, mientras sus hijos trabajan para mí en otro país, encendí un cigarro y me senté en uno de los escalones para entrar a la casa, escuché la puerta abrirse y cerrarse, unos pies arrastrarse hasta mi posición en compañía del inconfundible tac, tac del bastón.—¿Me permite unas palabras, mi señor? — indaga sentándose con dificultad a mi lado.—Adelante, Anselmo— le concedo eso. Era mayor que yo por más del doble de mi edad y aun así me trataba con el mismo o más respeto del que yo le daba.—Se ve diferente, eso sólo puede significar una cosa — di una calada a mi cigarro mientras lo escuchaba, concentrado en la punta naranja de este consumiéndose— encontró a esa mujer para usted.Me tensé ante sus palabras, Anselmo me conocía de niño y era tan insistente como la Nonna.—Es una mujer que a pesar de todo parece no quebrarse— le dije en confesión, l
SOFÍAElla tiene todo lo que yo siempre debí tener.10 años atrás.Convencí a mi nueva compañera de cuarto para ir a una fiesta de inicio de la primavera, tenía poco tiempo conociendo a la chica, pero coincidimos en varias materias, es normalita y muy simple, pero me hacía ver aún más bonita de lo que ya soy y por eso disfrutaba salir con ella.—Cariño, ya vengo — le grité al muermo de Martha para tomar distancia de ella en la fiesta sin esperar respuesta.No bailaba, no bebía, era demasiado… aburrida para mi gusto.Estoy bebiendo mi quinto shot y me percato de la presencia de alguien muy cerca de mi espacio personal, veo mi rostro y veo a un sexy hombre con una sonrisa canalla—Hola, ¿quieres bailar? —pregunta como forma de abordarme. Era lindo le concedía eso y según una amiga de llama Miguel Hidalgo, mordí mi labio inferior de manera coqueta y pensativa.Detrás de él, en el otro extremo del salí estaba el mismísimo Tom Murray como haciéndome ojitos, ese hombre me ponía como una mot