14. Mi celda

Martha

Aún me costaba creer que estaba me estaba pasando.

Dos días habían transcurrido desde el veredicto del juez, pocas veces comía y no hablemos de dormir, tenía constantes pesadillas extrañas en donde Miguel siempre quería decirme algo y yo no lograba escuchar que era.

Tal vez mi amor quería comunicarse conmigo desde el más allá o de donde quiera que esté o como quiera que se llame y yo no podía escuchar lo que tenía para decirme. Era más lo que lloraba en los rincones de la prisión que lo que comía o hablaba, al tercer día había tenido una visita, era Julio, casi no tenía amigos ni hablemos de familia, solo me queda ahora Diego, pero ahora con lo que había pasado me supongo que ya no tengo ninguna persona que me llamará su amiga.

—¿Cómo estás? —me preguntó Julio en cuanto me acerqué a la mesa donde él estaba.

Estaba ojerosa, mi piel se sentía más reseca y traslucida, en cualquier momento podía morir, así me sentía, pero no iba a decirle eso.

Ya no tenía los problemas de una niña
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