MarthaVer a Sofía después de tantas semanas y con todo lo que había pasado era un gran alivio para mí. Sofía era un pilar importante en mi vida, no quería sentirme como una niña, pero así me sentía, como una niña perdida en el mercado cuando sus padres se descuidaban, estuvimos largo rato abrazadas y luego nos sentamos—¿Cómo estás? —Me preguntó, con lágrimas en los ojos —no pude venir antes de que llegara una niñera que le contraté a Diego.—No te preocupes ¿Cómo está mi hijo? —quise saber de él.—El niño está bien. Te extraña mucho, pero ¿cómo estás tú?—¿Cómo quieres que este? metida en una cárcel de cuatro por cuatro por la acusación de haber matado y desaparecido el cuerpo de mi esposo. Tú sabes que yo amaba a Miguel, yo no pude haberlo matado y menos por un seguro que ni siquiera sabía de cuánto era— estaba desesperada.—¿No sabías de cuánto era el seguro? —cuestiona ella—No, no lo sabía simplemente firmé los papeles cuando él me los entregó hace casi un año, yo confiaba much
MarthaAún me costaba creer que estaba me estaba pasando.Dos días habían transcurrido desde el veredicto del juez, pocas veces comía y no hablemos de dormir, tenía constantes pesadillas extrañas en donde Miguel siempre quería decirme algo y yo no lograba escuchar que era.Tal vez mi amor quería comunicarse conmigo desde el más allá o de donde quiera que esté o como quiera que se llame y yo no podía escuchar lo que tenía para decirme. Era más lo que lloraba en los rincones de la prisión que lo que comía o hablaba, al tercer día había tenido una visita, era Julio, casi no tenía amigos ni hablemos de familia, solo me queda ahora Diego, pero ahora con lo que había pasado me supongo que ya no tengo ninguna persona que me llamará su amiga.—¿Cómo estás? —me preguntó Julio en cuanto me acerqué a la mesa donde él estaba.Estaba ojerosa, mi piel se sentía más reseca y traslucida, en cualquier momento podía morir, así me sentía, pero no iba a decirle eso.Ya no tenía los problemas de una niña
Martha La vida me gritaba culpable, era tanto así que empezaba a creérmelo. ¿Es eso posible? ¿Seré culpable sin recordarlo? Últimamente creía que podía ser cierto y estaba tan intoxicada con el alcohol que no lo recuerdo, no recuerdo haber lanzado a mi esposo por la borda. He hablado con la psicóloga del recinto, le he dicho como me he sentido, las cosas que escucho y me siento un poca más cuerda hablar con ella, siento que si le importa mis problemas, que intenta comprenderme, el resto del tiempo me siento como una m****a. Estoy limpiando el baño de las reclusas esta semana, cada mañana nos levantan hacer tareas como estas, estoy fregando el suelo con un cepillo cuando llega una mujer alta y robusta de piel blanca y cabello muy corto y negro, tiene algunos tatuajes extraños en su cuerpo, tiene el mismo mono naranja que yo, pero por alguna razón piensa que es más que todas nosotras y eso me purga. He sufrido uno que otros empujones en los pasillos o en la fila de la comida, pero
MarthaSu amiga aun me tenía agarrada por la espalda, mi labio dolía y un hilo de sangre corriendo por la barbilla y el cuello. Al momento de un descuido me agarré de los antebrazos de la mujer que me tenía sujeta y retrocedí haciéndola trastabillar y la pegué a la pared, en ese momento Sam salió corriendo a toda velocidad para seguir golpeándome, tomé impulso de la mujer que me tenía sujeta pudiendo levantar las piernas y patear en el estómago de la reclusa y en ese momento llegó una de las guardias.—Suéltala, Beatriz ¿qué es lo que les sucede a ustedes? se supone que tenían que venir aquí a ayudar a la reclusa nueva y no causar problemas—la oficial era alta y se veía musculosa y sin un gramo de miedo en su cuerpo al enfrentarse a presas del recinto peligrosas.—No estamos causando problemas —dijo Sam altanera, pero bajándole dos a su mal humor.—Yo te conozco muy bien —dijo sacando una vara eléctrica —¿Qué pasó?—Pregúntale a ella si no me cree —habló como si nada —le estábamos dan
Martha Contaba las horas para poder ver a mi hijo, estaba tan contenta, sentía ansiedad casi no dormí, pero hice lo que pude. —¿Se puede saber que tienes? —me pregunta Isolda. —Voy a ver a mi hijo —una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, aunque intenté minimizarlo. —¿Va a venir? — cuestionó curiosa. —No, me dieron un permiso especial para salir. —Cuando no— escupió molesta —los ricos siempre tienen permisos especiales. —No es porque soy rica —me quejé. —Sí, claro — mencionó con reproche. —¡Es en serio! —exclamé molesta por su tono. —Ya me dirás cuando estes fuera— replica como una sabelotodo. —Yo no tengo la culpa de que algún rico te haya hecho sufrir —intenté defenderme. —A mí no me hizo sufrir nadie, bonita. Sino que aquí adentro sabemos muy bien como es toda la movida— contesta en defensa de su argumento errado. —¿Y tú estás aquí adentro por qué? —le pregunté bajando la guardia con ella, no valía la pena. —Eso no es de tu incumbencia —se quedó callada un momento y
Martha Volver abrazar a mi hijo se sentía como un cargador de energía en mi alma, definitivamente era lo que necesitaba para sentirme viva, sentir que aun respiraba, que no estaba muerta y que definitivamente no era un sueño todo lo que estaba viviendo. —Mami ¿Y dónde está papi? —fue lo primero que preguntó mi niño viendo a los lados y notando que no había nadie más —¿papi vino contigo? Mi alma se marchitaba cada vez que lo escuchaba preguntar por su padre. —Mi amor, tengo que hablar contigo— respiré hondo casi queriendo huir de esto, no quiero hacer esto, algo me lo impide y es la creencia de que él este vivo —¿sabes que papi y yo nos casamos hace poco de nuevo? —Sí, mami— sus ojitos brillaban. —Bueno mi vida, papi y yo nos fuimos de viaje y en ese viaje a mami y a papi le salieron unos trabajos muy importantes, por una temporada te vas a tener que quedar con la tía Sofía —expliqué tratando de que no me temblara la voz, mentirle se siente mal, pero la cruel realidad es peor. —P
MarthaEl camino al cementerio estuvo bastante silencioso, solo mi niño jugando con un avioncito de juguete era lo único que se escuchaba en la camioneta, esta vez nos repartimos en dos carros, la oficial nunca se alejó de mí, el abogado se fue en el carro de Sofia con ella y estábamos un poco más cómodos.Cuando llegamos al cementerio estaba soleado, los pájaros cantaban y volaban en lo alto del cielo, era un día idílico, si no fuera a enterrar el féretro vacío de mi esposo, me sentía horrible sabiendo que le mentí a mi hijo, pero no me sentía lo suficientemente fuerte como para decirle la verdad, puede que me llames una cobarde no me interesa, si salía de esta situación ya vería como decirle la verdad.Cuando llegamos primero se bajó la oficial Lisset Holding para revisar un poco el perímetro antes de entrar. Aunque el cementerio era tan grande que no iba abarcar todo, sin embargo, estaba bastante desierto a esta hora del día, solo fue a echar un vistazo antes de nosotros poder entr
Martha Seguía tirada en el suelo consolado a mi bebé, temblando pensando en todo lo que pasó en tan poco tiempo, no sé quién era ese hombre, pero se veía tan seguro y lleno de rabia de lo que decía. Si era cierto lo que decía de donde iba a sacar yo para pagarle a ese hombre, era una suma millonaria lo que le robaron y rogaba al señor que en verdad se hubiera equivocado. —Vamos levántate —me exigió la oficial Lisset. Ya mi niño estaba mucho más tranquilo, el padre que oficiaba la pequeña misa se había ido cómo alma que lleva el diablo y los que quedamos estábamos aun presentes. ¿Qué había pasado? ¿Quién era ese hombre? —Debemos Llamar a la policía y declarar — dijo la oficial. —Esta vez no —dije rotundamente— no podemos dejar que esto se sepa. —¿De qué está hablando? se tienen que enterar de lo que está pasando— expuso incrédula— tal vez así salgas libre. —No —volví a repetir de manera tajante —debemos irnos. ¡Ahora! —fui contundente ante eso. Los autos no estaban muy lejos,