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18. Trampas de Conveniencia

En el camino, me había percatado que Katherine me llamaba con insistencia. Le escribí pidiéndole que me escribiera por mensaje si se trataba de algo urgente, porque no podía atender llamadas, pero no respondió.

Llegamos al club y, cuando estábamos por registrarnos, veo la respuesta de Katherine. Era Gabrielle, se encontraba en el hospital por una infección respiratoria. Pero eso no era todo, resultaba que ella también se encontraba fuera de la ciudad. Al parecer, se habían ido a hacer una visita a mis padres, y las horas de viaje más el clima frío le había sentado mal. Ahora tendría que viajar toda la noche para ver a mi hija.

Resignado, veía cómo se me escapaba de las manos una nueva oportunidad de reconectarme con Firenze. Realmente me sentía frustrado por no haber podido compensar lo de su cumpleaños, por perder terreno frente a esta decisión de vida que se le presentaba, pero no podía descuidar a Gabrielle.

—Lo siento, Fire. Realmente tenía otras expectativas para este fin de semana.

—Lo entiendo, quizá sea mejor así… por ahora.

—Voy a buscarte al terminar de solucionar todo, ¿está bien?

—Ya sabes dónde vivo. —Me respondió con una sonrisa esperanzadora.

Cuando por fin llegué a casa de mis padres, encontré a Gabrielle ya recuperada y a mi mamá visiblemente emocionada.

—¡Hijito! ¡Llegaste! Ya nos contaron las buenas noticias. ¡Cuánto me alegro por ustedes! Lo mejor para la niña es que lo vuelvan a intentar, y qué mejor en su propia casa.

—¿Cómo? No entiendo, mamá, ¿de qué hablas?

—Vengan todos para la foto —responde, ignorando mis dudas—. La boda será pronto.

—¿Qué boda?

Entonces vi el anillo que ella traía. Katherine y sus trampas, lo había hecho otra vez.

-Mamá, no entiendo de qué estás hablando.

-Katherine me contó lo de la casa, el siguiente paso naturalmente es el matrimonio. Hijo, estoy segura que aún tienes sentimientos por ella, por algo no te has establecido con otra mujer.

-Esas no son las razones, la casa es para ella y mi hija. De hecho yo ya tengo mi propio lugar. No hay la más remota posibilidad de volver con Katherine, no entiendo por qué ella tiene que sacar las cosas de contexto.

-No pelees con ella, no le hace bien a Gabrielle. Quizá yo malinterpreté todo. -Mamá, no debiste darle el anillo de la abuela. -Lo lamento, me encargaré de tenerlo de regreso.

Continuamos la velada sin mayores comentarios sobre el falso compromiso. Al parecer, el consenso popular era no provocar una discusión entre Katherine y yo en ese momento. Ella devolvió el anillo de mi abuela al culminar el momento de las fotos, pero sabía que encontraría la forma de sacarle provecho, a pesar de mis aclaraciones.

Decidí volver a la ciudad el domingo por la mañana. Quería conversar con Firenze, pues habíamos dejado las cosas a medias. Mi hija y su mamá se quedarían el resto de la semana con mi familia.

Alo Fire, ya estoy en la ciudad. ¿Estás libre ahora? Puedo pasar por tu casa…

Hola Tony, no estoy en casa, tuve que salir a atender una urgencia familiar. Ya mañana te cuento los detalles ¿Está bien?

¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? Siento que dejamos algo pendiente… tengo muchas ganas de verte.

Te agradezco, te avisaré si necesito ayuda. Yo también tengo muchas ganas de verte…

Lo dejamos para mañana entonces.

Volví a mi casa, deseando que ya fuera lunes para revertir todos los desplantes que le había hecho a la chica que se apropiaba de mis sueños, sin saber todo lo que me esperaba. A pesar de mis esfuerzos por llegar más temprano ese día, un problema con mi neumático demoró mi llegada a la oficina. No fue mucho tiempo, pero fue suficiente para que una nueva ola de chismes se desatara.

Al llegar, encontré a Brandon y Joseph cuchicheando en el escritorio de Silvy. Me vieron entrar, y enseguida empezaron las risas y las miradas se centraron en mí.

-Así que por fin domesticaron al lobo -se burló Brandon.

-Felicitaciones, jefe, ya era hora -añadió Silvy con una sonrisa cómplice.

-¿De qué están hablando? -respondí en automático, aún sin hilar esta conversación con lo sucedido el fin de semana.

Joseph, con su habitual sarcasmo, dijo: -Silvy encontró una publicación interesante. Parece que ya estás comprometido, ¿no?

-¡No puede ser! Es lo más lindo que he visto en años. Tú, Katherine, Gabrielle… se ven perfectos -añadió Silvy, mostrándome su teléfono con las fotos de Katherine usando el anillo.

En ese momento entendí todo. Katherine había subido las fotos, y su intención era más que clara.

-Silvy, ¿de qué compromiso estás hablando? ¿Ves algún anuncio formal? Son solo fotos sacadas de contexto. No hay compromiso, no hay anillo, no hay ninguna noticia. Les agradeceré no traer sus especulaciones sobre mi vida privada a los pasillos de la empresa.

-Muy tarde -intervino Joseph-. Silvy ya se encargó de que todos los empleados se enteraran.

-¡Ay, Joseph! No seas malhablado. Fue coincidencia que justo viera la publicación cuando se estaban acercando los compañeros a recoger sus entradas para la fiesta.

—Pero si prácticamente forzaste a Firenze a ver las fotos, ella parecía muy incómoda —cuestionó Joseph, encendiendo una alarma en mi cabeza.

-¿Qué? Silvy, te estás pasando de la raya. Este es un lugar de trabajo. Mi vida personal no tiene por qué exponerse ni mucho menos exhibirse fotos mías o de mi familia. Nada de lo que están hablando es del interés de los empleados.

-Tony, lo siento… no pensé que fuera una indiscreción.

-Silvy, hemos compartido mucho en estos años de trabajo, pero no te confundas. Yo soy tu jefe, y si quieres seguir teniendo un puesto en esta empresa, te sugiero que no olvides tu posición.

-Tony, te pido que no sobredimensiones lo ocurrido, tú me conoces…

-Precisamente por eso, te exhorto a que no se hable más de este ni de ningún otro tema personal en la empresa. No me pesará la mano para aplicar sanciones.

El malentendido había escalado hasta convertirse en un chisme de oficina y, peor aún, había alcanzado a Firenze. Necesitaba hablar con ella urgentemente, pero no podía llamarla a mi oficina. Sería demasiado obvio, así que tendría que esperar el momento adecuado.

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