Devanie

Kian frunció el ceño dejándose caer al borde de aquel río que dividía tres reinos. El Oeste, el Norte y el Sur.

Introdujo las manos en el agua cristalina lavando su cara. El sol era bastante fuerte.

Sus ojos inconscientemente miraron el anillo sobre su dedo recordando cuando Asling se lo había dado.

—Te amé desde el primer momento. No pude olvidarte, siempre esperé por ti.

A decir verdad él sentía lo mismo pero no era la cara de ella la que veía en sus días más oscuros como ese. Sino la de Dana.

Aquella maldita hembra que se había burlado de él. Aquella a quien día tras día no podía dejar de preguntarse dónde estaba. Durante tres años no había dejado de buscarla. Incluso Owen lo había hecho en el Oeste. Era como si la tierra se la hubiera tragado para siempre.

Kian apretó la mandíbula pensando en la muerte de la Omega por el recuerdo de su sangre pero algo dentro de él se negaba a dejarla ir. Se negaba a creer que aquella hembra tan fuerte y decidida pudiera morir tan fácilmente.

—Te
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