La chica del antifaz negro.
La chica del antifaz negro.
Por: Caroline Carraway
Prologo.

-Abigail, tu antifaz – le dijo Heather, entregándole la mascara negra.

-Gracias, cariño – ella le sonrió, puso el antifaz sobre sus ojos, y se lo ato detrás de la cabeza.

-¡Salgan ya! – exclamo Arnold, empujando a una de las chicas que estaba en la fila.

Las chicas caminaron hacia el escenario, y entonces todo comenzó, el lugar estaba sumido en el mas absoluto silencio, lo único que se escuchaba era el repiqueteo de los tacones de las mujeres, todo estaba oscuro, y lo único que Abigail podia sentir era su corazón golpeteando con fuerza contra su pecho, tenía el corazón acelerado, igual a todas las noches en que se presentaba ahí, a pesar de haberlo hecho casi por cinco años ya.

De repente, las luces se encendieron y se escuchó un vitoreo fuerte de los hombres que estaban sentados frente a ellas, la música comenzó a sonar, y tanto Abigail, como Heather, como el resto de las mujeres del club, comenzaron a bailar sensualmente.

La melodía era lenta, y exótica, pero, sobre todo, era provocativa, lo que hizo que para Abigail fuera más fácil dejarse llevar.

La chica cerro los ojos, y comenzó a contonear sus caderas, necesitaba sentirse libre, porque lo cierto era que estaba de pie en un escenario usando únicamente unas bragas minúsculas negras y un top de encaje del mismo color, igual de minúsculo, por cierto, eso y el antifaz, era su único vestuario.

Abigail movió sus manos alrededor de todo su cuerpo mientras la música seguía sonando, se acarició a si misma mientras se movía de derecha a izquierda, y entonces abrió sus ojos, mientras sentía las miradas penetrantes puestas sobre su cuerpo.

Lo único que no le gustaba a Abigail de estar ahí, era que no podia ver a los hombres frente a ella desde el escenario, solo podia ver sus rostros si se bajaba de allí y se acercaba a ellos, y aunque eso aseguraba sin duda, un dinero extra, ella muy pocas veces lo hacía, no le gustaba sentirse demasiado vulnerable, y si se acercaba a ellos, entonces podían hacer lo que fuera con ella, en cambio en el escenario, ella podia hacer lo que quisiera consigo misma, podia desnudarse, podia bailar, podia abrir las piernas, tocarse donde se le viniera en gana, pero todo lo hacia ella, con su consentimiento, y ninguno de aquellos hombres podia siquiera acercarse a su cuerpo.

Era una de las ventajas de ser bailarina exótica.

Ella tenia el control de absolutamente todo, de a quien se acercaba, de como bailaba, de donde se tocaba, estaba bajo su mando, y por mucho que aquellos hombres se provocaran, no podían hacer nada para tenerla.

Abigail jamás en la vida permitiría que ninguno de esos patanes la tocara, ella no les dejaría ponerle un solo dedo encima, y esa era su redención, y lo único que la hacia sentir bien en medio de todo eso.

Aunque ella no iba a mentir, Abigail no se avergonzaba de ser bailarina exótica, después de todo, eso era lo que pagaba su universidad, eso era lo que le había permitido vivir dignamente sin depender de su padre, y no iba a disculparse por acceder a la única oportunidad que había tenido en su vida. Por supuesto ella sabia que después de graduarse de la universidad no iba a continuar trabajando como bailarina, de hecho, Abigail esperaba con ansias el día en que tuviera un diploma con el que pudiera ir a buscar un trabajo real, para poder por fin salir de aquello, que, aunque no le desgradaba, no era lo que queria hacer el resto de su vida.

Abigail vio a Heather bajarse del escenario, la vio desparecer entre las sombras del público, y quiso tener un poco de la libertad y seguridad que tenía su hermana menor, asi que, en un ataque desesperado de independencia, y por supuesto, esperando conseguir un par de billetes de dólar más, la chica se quitó el sostén negro que tenia puesto, se acaricio los pechos desnudos con las manos, y mientras caminaba lascivamente se bajo del escenario, a donde estaba el publico exclusivamente masculino.

Dominic, que esa noche estaba entre los presentes, no pudo evitar poner sus ojos encima de Abigail, ella se había robado su atención desde que había salido al escenario usando únicamente un diminuto conjunto de lencería negra y unos tacones altos rojos, el hombre la siguió con la mirada, vio como ella bailaba, la vio quitarse el sostén, y la vio caminar hacia un hombre a su derecha.

Abigail era sensual, y hermosa, y a él siempre le habían gustado las mujeres sensuales y sobre todo, hermosas, Dominic tenía los más altos estándares con respecto a la estética, creía que una mujer debía ser limpia, debía estar siempre bien depilada, debía estar arreglada siempre, aunque eso no significaba que debía tener maquillaje, de hecho a Dominic el maquillaje le molestaba, le gustaban las chicas hermosas naturalmente, y Abigail parecia tener todo lo que él estaba buscando esa noche.

Su piel blanca se veía suave, todo su cuerpo se veía completamente depilado, incluso los pezones rosados de Abigail parecían perfectos, él la necesitaba e iba a hacer hasta lo imposible por conseguirla.

Una vez al año, Dominic se acercaba a la Doll House, el club nocturno en el que estaba, y entonces compraba a una virgen para encerrar en su harem.

Y ese año, ya había hecho su decisión, no necesitaba buscar a nadie mas para saber que la mujer que queria que se fuera consigo, era ella, la chica del antifaz negro, Abigail.

-¿Cómo se llama ella? – Dominic le hablo con su voz profunda, y sobre todo, ronca, al dueño del club, Arnold, que estaba pendiente a lo que fuera que Dominic necesitara.

-Abigail Page – respondió Arnold.

Dominic le hizo una seña para que se fuera, y él lo hizo con respeto, Dominic era el mejor cliente que tenia Arnold, y aunque no lo fuera, ni un millón de años Arnold se atrevería a tratar mal a un hombre como Dominic.

Dominic era poderoso, era fuerte, pero sobre todo, era frio, a Dominic no le temblaba la mano para matar, Dominic era la propia encarnación del demonio, no tenia sentimientos. Él solo andaba por la vida con el único propósito de satisfacer sus deseos, y por desgracia, lo que necesitaba en esos momentos, para satisfacer los suyos, era a esa chica que bailaba sinuosa contra el hombre a la derecha.

-Date la vuelta – le ordeno el hombre a Abigail.

Ella sonrió, y entonces hizo lo que él le dijo, mientras el desconocido metía un billete en la liga en su pierna.

-Ahora tócate – volvió a pedir.

La mujer hizo lo que se le ordeno, paso sus manos alrededor de toda su piel erizada, e incluso permitiéndose ser un poco mas atrevida que de costumbre, se tocó por encima de las braguitas color negro, entretanto el hombre, metía mas y mas dinero en la liga.

Abigail no podia mentir, durante esos segundos en que se movía, y el idiota frente a ella metía cantidades de dinero en su ropa, se sentía la mujer mas poderosa en el mundo, porque ese imbécil le daría lo que fuera con tal de que ella le enseñara un poco más, y eso le hacia gracia, porque ella sabía que a pesar de todo, lo único que no podían hacer, era justamente lo que deseaban, que era tocar su piel virgen hasta los rincones más profundos.

-Déjame tocarte – le pidió el hombre con la boca seca.

Ella sonrió, y negó con la cabeza, alejándose en la dirección opuesta.

Abigail siguió moviéndose y caminando a través de los hombres, hasta que uno en particular llamo su atención, estaba sentado medianamente apartado del resto de las personas, llevaba un traje completamente negro puesto, estaba mirando el espectáculo como si no generase absolutamente nada en él, pero lo mas inquietante de todo, eran sus ojos, y la manera tan fría en la que la miraban, la chica, que estaba a pocos pasos de él, dejo de moverse por un segundo, mientras se mantenía sumida en los ojos de él, casi como hipnotizada, de repente un escalofrió recorrió toda su espina dorsal, aquel sujeto le había dado miedo, sus ojos gélidos la obligaron a apartarse de él.

Abigail salió del escenario, y se metió en los camerinos, en donde tuvo que sentarse para recobrar la compostura, tenia la boca seca, y le costaba incluso moverse, no sabia que era lo que sentía, pero tenia un sentimiento extraño dentro de su pecho, como miedo, como incertidumbre, no sabía que era, lo único que si sabía, era que se trataba de algo retorcido, sin duda alguna.

Mientras estuvo allí, ella no pudo dejar de pensar en el hombre, su imagen se había quedado por completo grabada dentro de su cabeza, la forma en la que estaba sentado, la manera de mirarla, el frio en sus ojos, se sentía como si hubiera visto al mismísimo demonio, y el problema era que ella no sabía que hacer, si salir, para poder verlo nuevamente o correr en la dirección opuesta, huir y alejarse.

Un rato después, el resto de las chicas entraron en el camerino, excepto aquellas a quienes habían contratado para hacer un baile privado, Abigail casi nunca accedía a hacerlos, asi que ella siempre era de las primeras en regresar.

-¿Te fuiste antes? No te vi en el cierre – le pregunto Heather sentándose en el taburete a su lado, y quitándose el antifaz morado.

-Si, tuve que salir antes – contesto ella, saliendo de su aturdimiento,

-Abi, ¿Estas bien? ¿te sucede algo? – le preguntó a Abigail que se veía pálida y más blanca de lo que ya era.

-Si … no – respondió confundida - ¿Viste a ese hombre que estaba allá afuera?

-¿Cuál de todos? – se burló Heather.

-El que estaba apartado del grupo, el hombre de negro.

-Debes estar hablando de Dominic Salvatore – otra de las chicas, que había escuchado la conservación, se acercó y contesto.

-¿Quién es ese tal Dominic? – inquirió Abi.

-Nadie sabe nada de él, solo sabemos que viene una vez al año, y que se lleva a una chica consigo, nadie sabe para qué, o porque, el hombre es por completo un enigma.

-Nadie es demasiado misterioso – resoplo Heather.

-Él sí, es un hielo, impenetrable, lo único que esta claro con respecto al hombre es que es frio, y dicen que muy cruel, lo llaman el diablo encarnado – la chica se rio – aunque si él de verdad fuera el diablo, a mí no me importaría seguirlo, ¿Han visto ya lo guapo que es?

Abigail sintió que la cabeza le daba vueltas, eso era justamente lo que ella había pensado de él, que era el diablo.

-¿Cómo es que yo no lo había visto antes? ¿Por qué no se quiénes son las chicas a las que se ha llevado antes? – le pregunto Abigail a la morena que terminaba de cambiarse de ropa.

-Por alguna razón Arnold nunca quiso que ustedes estuvieran aquí la noche en que él venía, hasta este año.

-¿Qué cambio?

-No lo sé, eso tendrán que preguntárselo a su padre – respondió la morena.

Abigail y Heather se miraron durante un par de segundos, pero Heather, que era más bien tonta, le resto importancia y comenzó a peinarse el cabello, sin embargo Abigail no podía dejar de pensar en él, y en porque Arnold, su padre, dejo que ellas actuaran esa noche en que Dominic estaba presente.

Lo que Abigail no sabia era que justamente a una habitación de distancia, Dominic le estaba ofreciendo a su padre mucho dinero, para comprarla a ella.

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