Capítulo 5.

-¡Abigail detente! – le grito Dominic a la chica que estaba corriendo más rápido de lo que había hecho nunca en su vida.

Pero, aunque Abigail era rápida, Dominic era mas alto, y sus pasos equivalían a dos de los de Abigail, era mas rápido, mas ágil, y más atlético también, su estilo de vida siempre lo había obligado a ser un hombre con destreza.

-¡Joder Abigail! – siguió gritando.

Ella escuchó los gruñidos del hombre tras de sí, pero por nada del mundo pensaba detenerse, no hasta sentirse a salvo, no hasta que pudiera escapar de ese infierno en el que Dominic tenía metidas a todas las chicas que había comprado en el pasado. Porque sin duda, eso era mucho mas de lo que ella sentía que podia soportar, una cosa era el baile exótico, y otra muy distinta la prostitución, y ella realmente no planeaba llegar hasta esos extremos.

Había mil y un demonios en la cabeza de la chica, sentía su corazón golpeando contra su pecho, y su cuerpo caliente tras cada paso que daba, la adrenalina corría por cada uno de los músculos de sus piernas, a pesar de que el esfuerzo físico ya estaba haciendo que sus piernas dolieran, pero no iba a detenerse, sin importar si se quedaba sin respiración, sin interesarle si tenía que correr a través de todo Greench, si es que aún seguían en la ciudad.

Una gota de sudor que había en su frente se derramo y le cayo en los ojos, el sudor era salado y sus ojos ardieron, ella intento limpiárselas con las manos, y no sabía como, pero en el proceso ralentizo su paso, hasta que sintió que una mano fuerte la agarraba por la parte detrás del suéter negro que tenia puesto.

Ella soltó un grito ahogado mientras Dominic la tiraba al piso con fuerza. La chica jadeo ahí, en medio de lo que suponía era un bosque, entretanto Dominic la tenia sujeta en la tierra.

-¡¿Qué era lo que pretendías hacer?! – le grito él, con la respiración agitada.

-¡Alejarme de ti y tu jodida vida! – ella jadeo, e intento moverse a los lados para zafarse de su agarre, sin embargo, Dominic la aprisiono con su cuerpo.

-Creo que no entendiste bien las putas reglas – Dominic tomo las manos de Abigail, y las puso encima de su cabeza.

Ella estaba acostada contra el pasto y la tierra húmeda, y él estaba sobre ella, aprisionándola con todo su musculoso cuerpo.

-Te dije que me perteneces, y nada que me pertenece huye de mí, no importa cuánto lo intenté – grito.

Abigail lo vio a los ojos, y pudo ver la rabia en cada uno de los gestos de su cara, su cuerpo instantáneamente comenzó a temblar, tenia miedo, y no sabia que hacer para liberarse de él.

-Déjame ir – le pidió llorando.

-¿Por qué haría eso?

-¡Porque soy una persona y no puedes encerrarme en una jaula de oro esperando que a mí no importe! – gruño.

-Si puedo, y las chicas dentro de esa casa son una muestra clara de ello – Abigail comenzó a retorcerse bajo él, sin importar que las pequeñas piedras bajo su espalda la estaban raspando y rasguñando el cuerpo.

-¿Qué es lo que haces con ellas? – le preguntó con rabia - ¿Qué hacen esas chicas allí? ¿De qué se trata todo esto?

Al ver que Abigail seguía moviéndose cada vez con más fuerza, él ejerció más presión sobre la cadera de la chica, al punto en el que ella sintió que le dolía los huesos. Dominic era fuerte, y en ese momento no temía usar toda su fuerza para que ella se controlara, y entre más rápido lo hiciera, mejor, por como él veía las cosas, era ella misma quien se estaba infringiendo dolor. Las cosas podían ser sencillas, podían llevar la fiesta en paz, lastimosamente parecia que eso no era lo que Abigail queria.

-¿Quién demonios eres tú? ¿A qué te dedicas y de donde has salido? – inquirió con los borbotones de lágrimas impidiéndole ver con claridad - ¿Acaso eres un proxeneta?

-¿Qué? – el frunció el ceño, y la vio como a una demente.

-¿Eso es lo que haces? ¿Las prostituyes? ¿Por eso es que tienes esas estúpidas reglas con respecto a la alimentación y el ejercicio?

-Al único hombre que tienen que satisfacer esas mujeres, incluida tú, es a mi – dijo bajito, contra el rostro de ella.

-¿Que? – Abigail se sintió estúpida por un minuto, pero, al fin y al cabo, ¿Qué otra cosa podia pensar? Dominic no respondía a sus preguntas, y entre ella mas se adentraba en ese mundo mas retorcido le parecia todo a su alrededor.

-Como lo has oído, Abigail, no prostituyo mujeres, ellas son de mi exclusivo uso – soltó como si nada.

-¡No somos objetos! No somos cosas que puedas usar, ¡Eres un enfermo de la cabeza! – espeto.

-Para mi si lo son, es por eso por lo que las compro – escupió.

-¿Y qué pasa si yo no quiero hacer lo que tú me dices?

-Vas a querer hacerlo – dijo él con arrogancia.

-¿Qué te hace creer eso? – Abigail dejo de pelear y de luchar, sobre todo, porque sentía que su espalda le ardía como los mil demonios y la cadera le dolía.

-Porque yo nunca las obligo a hacer nada que ellas no quieran, ellas van conmigo, y hacen lo que yo les ordeno, porque les gusta hacerlo.

-¿En realidad crees que esas mujeres disfrutan haciendo lo que a ti te da la gana?

-Si.

-¿Por qué estas tan seguro?

-Porque cada una de esas mujeres que viste allá adentro, quieren una de dos cosas de mí, o mi amor, o placer.

-Eso no puede ser cierto – ella vio a sus ojos en la oscuridad, y solo pudo pensar en lo retorcido que era eso que él estaba diciendo.

-Cuando buscan placer, pueden obtenerlo, sin duda alguna, pero si lo que buscan es amor, entonces están jodidas, es un intercambio, Abigail.

-¿Intercambio de qué?

-Ellas me dan lo que yo necesito, y a cambio, yo les doy esta vida que también te estoy ofreciendo a ti.

-¿Pero entonces porque las compras? No tiene sentido lo que estas diciendo.

-Porque es más fácil que las personas hagan cosas por ti, si antes han recibido algo a cambio, no me gustan los rodeos, yo voy al grano – musito.

-Creo que me estas mintiendo, estás haciendo esto para que yo te obedezca, igual que ellas.

-Ahí es donde esta el quid de la cuestión, yo no necesito hacer nada para que tu obedezcas, tu simplemente tienes la obligación de hacerlo, porque eres mi propiedad, porque te he comprado, y porque me has costado mucho dinero, estas marcada por mí, Abigail, yo podría hacer una escritura sobre tu cuerpo en este momento, si se me diera la gana.

-Eso no es legal.

-Yo nunca he necesitado que nada sea legal para hacerlo – soltó con la mandíbula apretada – hago lo que se me da la gana, porque puedo, y porque tengo el dinero para comprar a cualquiera que se me atraviese en el camino.

-¿Cómo a mi padre? – soltó ella con rabia.

-Como a tu padre – asintió él.

-¿Ellas hacen todo por voluntad? – volvió a preguntar, intentando entender como era que una mujer como ellas, podia estar con Dominic solo porque si, o por placer, como aseguraba él.

-Yo las compro, Abigail, eso las obliga a permanecer en esa casa, de ahí en adelante, el resto depende de ellas. No las obligo a tener sexo conmigo, no encuentro placer en obligar a alguien a que haga algo que no quiere.

-No tiene sentido – ella siguió negándose a todo eso que él le estaba diciendo.

-Lo disfrutan, y les gusta, se enamoran, y cuando entienden que no obtendrán de mi nada más de lo que ya tienen, entonces se conforman con satisfacerme a mí, y a si mismas.

-Yo no soy como ellas – Abi negó con la cabeza – yo no voy a querer estar contigo nunca, y tampoco voy a enamorarme de ti, conmigo no será igual, lamento mucho que hayas gastado tu dinero en mí, porque yo jamás voy a querer lo mismo que tú.

-¿Estas segura de eso?

-Si.

-El problema, Abigail, es que tu boca dice una cosa… – Dominic se acercó al oído de la chica, y susurro – pero tu cuerpo me dice otra – musito, dejando un beso sutil allí en esa zona tan erógena – tu cuerpo me dice que tarde o temprano vas a terminar cayendo en mis brazos, igual que ellas, estoy seguro de que me suplicaras para que te toque, yo no tendré que obligarte, tú me lo pedirás.

Abigail aprovecho que Dominic tenia su rostro muy cerca al de ella, y entonces con toda la rabia que sentía en ese momento, se acercó a su boca, y lo mordió con fuerza en el labio inferior, no se detuvo hasta que sintió el sabor ferroso de la sangre de Dominic en su boca.

-¡Jodida perra! – le grito, y entonces le dio un golpe a un costado en las costillas.

Ella lo soltó, porque a pesar de que el golpe no había sido fuerte, había sido estratégico y le había quitado el aire.

Dominic sentía el labio inferior caliente, y le dolía, ella se lo había roto.

-Vamos a jugar como tu quieras hacerlo, Abigail – Dominic le tomo el rostro con una mano, y la obligo a verlo a la cara - no voy a obligarte a tener sexo conmigo, pero tienes que quedarte aquí te gusto no, tu decides si te haces las cosas fáciles o si prefieres el juego sucio, cualquiera de las dos opciones está bien para mí – él la soltó con brusquedad y se levantó de encima de ella.

Abigail no dijo nada, sobre todo, porque aún no era capaz de normalizar su respiración, asi que ella solo se movió como una marioneta mientras él la ponía en pie y la obligaba a caminar.

A la chica le dolía cada parte de su cuerpo, sus piernas que estaba cansadas por haber corrido, su cadera en la que él había ejercido presión, sus mejillas que él había tomado con fuerza, y sobre todo, su espalda que estaba llena de cortes por las piedras sobre las que había caído.

Dominic la llevo del brazo nuevamente camino a casa, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca, le grito a su guardaespaldas.

-¡Roy! – lo llamo - ¡Roy! – siguió gritando, hasta que el mastodonte salió de la casa, corriendo en dirección a ellos.

-Llévala a su habitación y asegúrate de que no salga de ahí – Roy asintió, tomo a Abigail del brazo y la arrastro hasta la casa.

Roy no soltó a la chica si no hasta que estuvieron enfrente a la habitación.

-Bienvenida a tu nuevo hogar – sentencio, metiéndola dentro, y poniéndole seguro a la puerta con la llave.

Abigail se quedo a oscuras en la habitación, se acostó en la cama, y se echó a llorar como un bebe, estaba lastimada, tanto por dentro, como por fuera.

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