Dominic se levantó de la silla negra en la que estaba, y entonces se acerco a Arnold que seguía allí custodiándolo como si se tratara de su guardaespaldas.
-Tenemos que hablar – dijo el hombre, caminando a su lado, guiándolo hasta una de las muchas salas en el club nocturno.
-Por supuesto que si – Arnold lo siguió, seguido del guardaespaldas de Dominic que nunca lo dejaba solo y lo acompañaba a todas partes.
-Quiero a la chica del antifaz negro – soltó de golpe.
Arnold abrió los ojos con sorpresa, Abigail, la chica del antifaz negro, a parte de ser su hija, también era la mejor chica que tenia en el sitio, era por eso que nunca había que querido que Dominic viera ni a Abigail ni a Heather, ellas dos eran sus minas de oro, las dos chicas eran las superestrellas del sitio, todos los hombres las amaban, a Heather, porque no tenía escrúpulos, Heather era un chica desinhibida, sabía que era una mujer guapa y no le importaba demostrarlo, Heather bailaba, se tocaba, e incluso cuando quería encender un poco la llama, hacia espectáculos y se besaba sensualmente con las otras chicas, Heather era candela pura, y Abigail no se quedaba atrás, aunque Abigail era mas recatada, eso no le impedía contonearse para conseguir dinero. Abigail también era guapa, lo era mucho más Heather, Abigail tenia la piel blanca como la nieve, y los ojos azules como el agua, tenía los labios carnosos y rojos, pero sin duda el mejor atributo de Abigail era su cuerpo, su pecho era erguido, sus pezones rosados, su abdomen era completamente plano, y en su espalda tenia unos lunares alucinantes, las piernas de Abigail eran femeninas, pero fuertes, y ni que decir de su culo, que era respingado, redondo, y perfecto.
Ellas dos eran todo lo que los hombres amaban, a los hombres con dinero les gustaba ir allá para verlas a ellas, para verlas tocándose, y para disfrutar de todo lo que el cuerpo de ellas tenía para ofrecer.
Y si Arnold le vendía a una de sus super estrellas a Dominic, entonces sabía que la audiencia podia bajar, incluso aunque las otras chicas eran iguales de bellas.
-Ella es una de mis mejores chicas – le dijo Arnold a Dominic, que lo veía con impaciencia.
-¿Qué estas tratando de decirme? – inquirió con fuerza, nadie nunca le decía que no a Dominic, él siempre tenia lo que queria y en ese momento queria a Abigail mas de lo que había querido nada en mucho tiempo.
Ella era como una diosa griega, y él tenía que comprarla para tenerla a su entera disposición, para poder acceder a ella siempre que se le diera la gana, Dominic quería que Abigail fuera otro de sus juguetes, y no le interesaba lo que Arnold pensara, él no se iba a ir del club sin ella.
-¿Para que la quieres? – inquirió Arnold.
-Eso nunca ha sido de tu incumbencia, y no voy a empezar a contarte cosas sobre mi vida ahora – resoplo con asco.
Dominic era un jodido amante del sexo, le encantaba todo lo que tuviera que ver con eso, era insaciable, era como una máquina, se dio cuenta de que esa era su naturaleza en cuanto cumplió 20 años, y se dio cuenta de que la mejor forma de satisfacerse no era con una novia, si no con una mujer, a la que él no tuviera que pedirle permiso, una mujer a la que pudiera acceder cuando se le diera la gana, y, sobre todo, de la forma en que se le diera la gana. Una mujer a la que pudiera castigar, azotar, morder, y poseer, siempre que quisiera, cuando quisiera, y donde quisiera.
Fue en ese momento, en el que compro a su primera virgen, una chica de buenas proporciones de piel trigueña, y cabello liso, ella fue su primera mujer, y desde ahí supo que no podia parar, por eso se encargó de crear toda una colección exclusiva de mueres para él, una por cada uno de los diez años en que llevaba haciendo lo mismo, y ese año era el turno de Abigail Page.
-¿Cuantos años tiene la chica? – le pregunto al dueño del club.
-19 años.
-¿Y es virgen?
-Si.
-¿Cuándo le hiciste el último examen?
-Hace quince días.
-¿Tienes los resultados?
-Por supuesto que sí, en este sitio, cuidamos muy bien a nuestras chicas.
-¿Cuáles son sus hábitos? – inquirió, como si estuviera hablando de un perro y no de una persona, pero asi era Dominic, era frio, cruel y no le interesaba en absoluto los sentimientos de otra persona. No le importaba porque ni siquiera él mismo tenia sentimientos, Dominic nunca en su vida había sentido dolor, o amor, la única emoción de la que él había experimentado era la rabia.
-Es una chica tranquila, no fuma, y tampoco toma licor, son las reglas de este lugar.
-Hábitos sexuales – explico con fastidio.
-No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabes? ¿No tienes cámaras en las habitaciones de las chicas?
-En la mayoría, si, pero en la de Abigail no tengo cámara.
-¿por qué no?
-porque también es mi hija – respondió como si nada.
-Bien – Dominic asintió – o sea que no sabes si se masturba, o si acaso a ella le gusta jugar…
-No, no se al respecto.
-Creo que tendré que averiguarlo por mi cuenta.
-Todavía no he dicho que vaya a vendértela – susurro despacio Arnold, tratando de no encender la rabia de Dominic.
-Y yo no te lo estoy preguntando, lo estoy dando por hecho.
-Esta chica es una joyita, no puedes llevártela asi como asi – Arnold no estaba preocupado porque fuera su hija, en realidad Arnold no quería demasiado a Heather ni a Abigail, el único valor de ellas radicaba en todo lo que él podia sacar de ellas, en la plata que ellas le generaban, sin embargo en ese momento, tenía que hacer el papel de padre para conseguir dinero de ese hombre al que le sobrara.
-¿Cuánto quieres por ella?
-Veras, debes entender que…
-¿Cuánto puto dinero quieres por ella? Deja el rodeo, dime la cifra, y la pagare.
Arnold soltó un silbido, se puso las manos en la cadera y entonces pensó en la cifra que se merecía por Abigail.
-Dos millones de dólares – soltó al fin.
-¿Dos millones de dólares por la chica del antifaz negro?
-Si, eso es lo que te costara.
-Roy, trae el dinero – le dijo Dominic a su guardaespaldas.
El hombre salió en absoluto silencio de la habitación, moviéndose sigiloso igual a como hacia siempre.
-¿Tienes el dinero aquí?
-Si, sabia a lo que venía, y siempre estoy preparado – sentencio con seriedad.
-¿Cómo sabias cuanto iba a costarte? – inquirió Arnold asombrado, incluso aunque había tratado con Dominic en otras ocasiones, el hombre seguía siendo un misterio, Dominic era ciertamente una persona particular.
-Como te he dicho antes, vine preparado para lo que quería – dijo algo molesto.
A Dominic no le gustaban las personas parlanchinas, mucho menos preguntonas, él prefería el silencio, así le era más fácil leer a las personas, Dominic desde muy pequeño entendió, que si quería conocer realmente a alguien entonces debía guardar silencio, esa fue una de las pocas cosas que aprendió de su padre, el silencio era la clave de todo, hacia hablar a los torpes y hacia más sabios a los sabios.
Roy volvió a entrar en la habitación, y le entrego a su jefe el maletín con los dos millones de dólares que estaba pidiendo Arnold por la chica del antifaz.
-Ahí esta el dinero, haz que lo cuenten, si algo hace falta, me avisas, pero no te quieras pasar de listo conmigo.
-Nunca lo haría – soltó Arnold viendo al maletín como si fuera un perro hambriento por un hueso.
-Dile a la chica que la esperare afuera, que no tarde, no me gusta esperar – hablo.
-¿Vas a llevártela ya?
-Claro que si – Dominic asintió, desde que vio a Abigail no pensó en otra cosa que no fuera poder acariciarla, y sobre todo, tocarla, y no iba a perder otro segundo alargando mas su agonía, quería tenerla a ella, por completo a su disposición, y después de todo, ya había pagado por ella, ya le pertenecía. Era suya y ni siquiera ella podía cambiar la situación.
-Necesitara un rato para empacar.
-Ella no necesitara nada conmigo… Nada mas que el antifaz negro.
-Le diré – Arnold salió de la habitación y se dirigió al camerino, donde las mujeres del club terminaban de organizarse para poder volver a casa, solo que esa noche en particular, Abigail no volvería a su casa, si no que iría a su nuevo hogar, con Dominic.
-Abi, tendrás que venir conmigo – le dijo su padre a la chica rubia que ya se había puestos unos simples jeans ajustados y un saco negro.
-¿A dónde? – preguntó intrigada.
-¿Nos iremos a casa ya? – pregunto Heather, que también estaba en el camerino.
-No Heather, tu y yo nos iremos a casa después, Abigail tiene que venir conmigo a otro sitio.
La chica frunció el ceño, vio en dirección a su padre y después a su hermana, no entendía que era lo que estaba pasando, pero algo le decía que no se trataba de nada bueno.
-¿Heather puede venir conmigo? – inquirió Abigail.
-No, vendrás tu sola – aseguro Arnold, tomándola del brazo.
-¡No voy a ir contigo hasta que me digas de que se trata todo esto! – dijo, con el tono de voz mas elevado de lo normal.
-Vas a conocer a un amigo, se que se llevaran bien – suspiro, y entonces la chica lo siguió.
Cuando salieron del camerino y se acercaron a la sala donde estaba el escenario, Abigail abrió los ojos con sorpresa, mientras Dominic se daba la vuelta y ella lo reconocía, su padre la estaba llevando con ese hombre que no le generaba nada positivo a ella, y estaba suponiendo lo peor, aunque algo dentro de si intentaba convencerse de que nada malo estaba sucediendo, y que su padre solo quería que ella conociera a Dominic por razones inocentes.
Sin embargo, en canto Dominic la vio, la detallo de arriba abajo, y le sonrió como el mismismo demonio, ella comprendió, que estaba metida en serios problemas.
La estaban llevando al infierno, y sentía que se iba a quemar.
-Abigail, él es Dominic – Arnold presento a su hija con el hombre frente a ellos, sin embargo no lo presento por su nombre y apellido porque en realidad Arnold no conocía el apellido de Dominic. -Como le va – respondió Abigail, ni siquiera como una pregunta, ella simplemente soltó las palabras de mala gana. -Dominic, ella es Abigail Page – volvió a decir Arnold, mientras Dominic miraba fijamente a la chica. Ella se llevó un cabello detrás de la oreja, y trato de mirar a otro sitio que no fueran sus fríos ojos, pero ellos eran como un imán, y ella no tuvo otra opción más que verlo fijamente, igual a como estába haciendo él. -Abigail, es un placer conocerte – el hombre tomo la mano de la chica, y le dio un beso en la delicada piel. Ella se quedó observando la manera en la que él acerco sus manos a su boca y la beso, y entonces sintió el mismo escalofrió que sintió antes cuando lo vio por primera vez, ese mismo frio recorriendo todo su cuerpo, él
-¿De que estas hablando? – preguntó Heather, viendo con horror hacia su padre. -Lo que has escuchado, me ha vendido – aseguro Abigail. -¡Esto tiene que ser una jodida broma! Tú no puedes dejarme sola Abi – a Heather se le llenaron los ojos de lágrimas, la chica, que nunca fue demasiado inteligente, mucho menos autosuficiente, siempre había dependido de su hermana mayor, y saber que era muy posible que fuera a quedarse sola la hacia sentir a la deriva. No estaba preocupada por Abigail, estaba preocupada mas por si misma que por otra cosa, no sabia como iba a vivir sin la guía de su hermana, y lo cierto era que tampoco queria averiguarlo, Heather siempre fue alguien demasiado dependiente. -No voy a dejarte sola, Heather – la chica se alejo de su padre, y fue con su hermana que estaba llorando. -Si vas a dejarme sola – repitió – vas a irte a Dios sabe dónde, ¿Dónde vas a estar? – inquirió asustada. -No lo sé, papa no se ha molestado en pr
-Roy, ya sabes lo que tienes que hacer – le dijo Dominic mientras caminaba en dirección a la casa en cuyo frente estaban los tres. -Por supuesto, señor. -¿Qué es lo que tienes que hacer, Roy? – le pregunto Abigail al mastodonte, aun cuando sabía que lo más probable era que no fuera a revelarle ninguna información. Roy era como una caja negra, si Dominic Salvatore era impenetrable entonces su guardaespaldas no era más que una piedra fría disfrazada de hielo, Roy era extremadamente grande, y extremadamente fuerte, y aunque sus ojos eran dulces, el resto de su expresión no era nada afable. -El bolso – le pidió Roy con firmeza a la chica que estaba frente a él. -¿Para que necesitas mi bolso? – ella intento detenerlo. -Son ordenes – Roy no espero hasta que Abigail le diera el bolso, y tampoco tenía tiempo para chorradas, asi que antes de que ella soltara alguna otra palabra que enfureciera a Dominic, le arrebato el bolso a la chica, causánd
-¡Abigail detente! – le grito Dominic a la chica que estaba corriendo más rápido de lo que había hecho nunca en su vida. Pero, aunque Abigail era rápida, Dominic era mas alto, y sus pasos equivalían a dos de los de Abigail, era mas rápido, mas ágil, y más atlético también, su estilo de vida siempre lo había obligado a ser un hombre con destreza. -¡Joder Abigail! – siguió gritando. Ella escuchó los gruñidos del hombre tras de sí, pero por nada del mundo pensaba detenerse, no hasta sentirse a salvo, no hasta que pudiera escapar de ese infierno en el que Dominic tenía metidas a todas las chicas que había comprado en el pasado. Porque sin duda, eso era mucho mas de lo que ella sentía que podia soportar, una cosa era el baile exótico, y otra muy distinta la prostitución, y ella realmente no planeaba llegar hasta esos extremos. Había mil y un demonios en la cabeza de la chica, sentía su corazón golpeando contra su pecho, y su cuerpo caliente tras cada paso
Abigail abrió los ojos que se sentía todavía demasiado adormilados, y entonces se incorporó levemente en la cama mientras intentaba entender donde era que estaba, la habitación era grande, tenia un closet bastante generoso a la derecha, a la izquierda había un tocador de color blanco repleto de productos para el cuerpo y para la piel, había también un mueble lleno de cajones que ella no había revisado aun, la cama también era grande, y sobre todo, muy cómoda, tenía sabanas gruesas y acogedoras de algodón blanco, y la almohada de plumas era la mas cómoda que ella había usado nunca.La habitación era ciertamente bonita, lo era al igual que toda la casa, pero aun así, la chica no deseaba estar ahí, de hecho, el ultimo lugar en el que desearía haber estado era ahí justo en medio de esas cuatro paredes en donde se sentía asfixiada.
Abigail se levanto de la mesa y se fue a su habitación minutos después de que Alexis la insultara, lo que menos queria era pelear con otra de las personas con la que irremediablemente iba a tener que verse la cara a diario, asi que la chica, por completo aburrida y fastidiada, se fue a la habitación y se metió en la ducha en donde pretendía darse un largo baño de agua caliente.Ella tomo la toalla nueva que estaba en el baño, cerro la puertilla de cristal, y dejo que el agua caliente le cayera de la cabeza a los pies, y aunque el agua caliente golpeaba contra su espalda haciendo que le doliera, eso era mejor que estar abajo con ese montón de mujeres a las que ella no entendía, y por supuesto, era mucho mejor que encontrarse por ahí con Dominic, asi que se tomo su tiempo, se puso jabón líquido con olor a fresa, se lavo el cabello, que estaba sucio de la noche anterior, y se depilo por completo.
Hasta ese momento, Abigail realmente no había entendido por completo los alcances de Dominic, una parte de ella le decía que él no era tan malo como las chicas del bar decían ni como él mismo se queria mostrar ante las personas, sin embargo, el estar ahí viendo como mataba a una persona la hizo temblar del miedo, no sabía quien era esa persona, lo único que sabia de él, era que no tenia sentimientos, ni alma, al hombre no le interesaba absolutamente nada más allá de su bienestar y el de su familia. Y eso la asustaba, porque no sabia cuales eran los alcances a los que él podia llegar. No sabia que podia pasar si en realidad conseguía escaparse, ¿Él la buscaría? ¿podría encontrarla? Y mas importante que todo eso, ¿La mataría?La chcia sintió que le daban nauseas mientras veía lo que estaba sucediendo en ese salón,
-¡por favor, no vayas a decirle que estoy aquí! Te lo suplico – pidió tal cual al hombre que había estado arrodillado frente a Dominic y Jack.-Si te ve, va a enfurecerse demasiado – Alexis se mordió el labio inferior mientras intentaba adivinar qué hacer.-Por favor Alexis, lo que menos quiero es volver a pelear con él – suplico Abi, con el corazón totalmente acelerado.Aunque Abigail no era santa de la devoción de la otra chica, Alexis no era una mala persona, y sabia como era Dominic cuando estaba molesto, ella más que nadie lo conocía en cada una de sus facetas, asi que ahí, incluso en contra de su voluntad, se propuso a ayudar a Abigail, que a partir de ese momento le debería un favor demasiado grande.-Quédate ahí, no te vayas a mover, ni a hacer ruido.Abigail asintió, y se escondió tras la pared en la que e