Sin rostro

Recuerdo perfectamente la primera vez que llegué al apartamento de Alejandro, lo asocio mucho con los primeros días en los que mi vida comenzó a cambiar. Esa noche me fui a su casa cambiada con un vestido de algodón blanco y una camisa roja de mangas largas que me llegaban hasta los dedos, haciéndome ver envuelta en mucha ropa.

El aire de la noche era húmedo, y sí, a mitad de la noche llovió tanto que tuve un ataque de pánico por los truenos —también hubo un apagón en la ciudad y fue horrible—. Pero Alejandro estuvo conmigo todo ese tiempo y no lo solté ni un momento, le dije que durmiera conmigo porque no soportaba el miedo de estar sola en una habitación desconocida.

Para resumir esa noche, terminé sollozando mientras abrazaba a Alejandro como si me diera miedo que se fuera a ir de la habitación. Porque sí, me espantaba la idea de quedar sola esa noche y que volvieran a mí los pensamientos suicidas. A la misma vez me aterraba llegar a mi casa y encontrarla sola, tener que dormir en
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