—No, sólo te digo todo lo que las personas logran ver en ti —explicó y después le dio un trago a su jugo de mora.—Tengo que admitir que… de seguro tú has vivido cosas peores que yo —acepté—. En mi caso, sí me crie sin que me faltara algo material. Estudié en los mejores colegios de la ciudad y… en parte mis padres sí se han preocupado en darme una buena educación, pero eso no es lo único importante para ser feliz.—Sí, tienes razón.—Mis padres fueron muy negligentes conmigo desde muy niña —confesé por primera vez—. Mi madre sólo se preocupaba porque pudiera presumirme a sus conocidos y mi padre siempre ha sido una persona que no le gusta tener presiones, así que siempre pasó la mayor parte de su tiempo en el trabajo y creía que su única obligación era pagar las facturas de la casa linda que compró y dar la comida. Mi vida se ha convertido en un infierno total desde que decidí llevarle la contraria a mi madre, no estudiar la maldita carrera de medicina y por eso tuve que esforzarme e
La tarde al lado de Alejandro son con películas y gelatina casera bañada en crema de leche. A eso de las cinco de la tarde estaba acostada en su cama comiendo una taza grande de gelatina mientras sentía cómo me acariciaba el cabello con sus dedos.Habíamos dormido en el medio día después del almuerzo, ya que la noche no fue muy buena para los dos. Lo bueno del día es que no se tiene tanto miedo como en la noche; y más para una persona con tantos remordimientos internos como yo.—Rousse, vamos a comer por fuera —me sugirió Alejandro mientras se arrunchaba a mí.Era imposible pedirle a Alejandro espacio personal, porque vivía acariciándome el cabello o arrunchándose en mí, de hecho, a veces me pedía que también le acariciara el cabello; era lo único que no me gustaba de él.Traté de alejarme u
—Sí, es una gran persona. Es el tipo de persona que no ves en varios meses o años, aunque, cuando la vuelves a ver, recuerdas todo el cariño que le tienes —sonrió con gratitud—. Gracias a todo el proceso que tuvimos, puedo ser la persona que soy hoy en día.La puerta francesa del fondo del pasillo se abrió y un hombre que aparentaba unos cincuenta años salió junto con la que reconocí como la psicóloga, ellos se despidieron y después la mujer se acercó a nosotros cuando quedamos sólo los tres en el ancho pasillo.—¡Alejandro! —saludó la mujer con amplia emoción.—¡Doctora! —la abrazó.—Dichosos los ojos que te ven, ¿cómo estás?La psicóloga debía tener como unos cincuenta y tantos, su piel era bastante clara, como si no tomara mucho e
Cuando te das cuenta que has dado el primer paso, pero el paso de verdad, donde pisas firme, sabes que no hay vuelta atrás.La doctora Alicia me hizo la pregunta: “¿Qué sientes?” y yo me fui en llanto a medida que le contaba todo lo que me sucedió desde la niñez y había intentado hacer. A medida que relataba mi pasado, me sentía desmoronar y toda la coraza se fue cayendo a pedazos.Ella me veía atentamente sin ningún indicio de querer señalarme y al final me dijo que había dado un paso importante al llegar allí para recibir la ayuda que tanto necesitaba.—Pero esto es un proceso bastante largo, Rousse y en algunos momentos serán dolorosos —me advirtió—, sin embargo, no estarás sola, yo estaré a todo momento contigo para ayudarte, ¿entendido?Para crear el diagnóstico tuve que ir con ella dos veces por
La rutina que seguí para ese primer mes de tratamiento consistió en ir a mi trabajo desde la mañana hasta la tarde y los lunes y miércoles verme con la doctora Alicia. Recuerdo esos días como si escarbara profundamente en mi pasado, removiendo todo mi suelo firme, haciendo un hoyo.No hablaba con mis padres, llegaba a casa y no decía nada, al principio mi madre me discutía, me gritaba que era una grosera, pero yo no le decía nada y dejé de pasar tiempo en mi casa —bueno, menos del que antes lograba estar—. Sólo llegaba a dormir y lo hacía muy tarde, cuando todos ya estaban en los brazos de Morfeo.Se preguntarán qué hacía con todo ese tiempo que tenía por fuera. Bueno, eso fue gracias al segundo ejercicio que me ordenó la doctora a hacer: ejercitarme diariamente.Sólo fue cuestión de que le contara a Alejandro sobre el que deb
Había escuchado las versiones de la primera vez de una mujer teniendo sexo y me aterraba, porque siempre lo relataban como algo doloroso y espantoso, donde había sangre e hinchazón, algunas hasta llegaron a llorar. Miedo, vergüenza y sangre. Todas me habían dicho que lo habían hecho por amor, algunas fueron convencidas por el novio para que les demostrara el amor que sentían por ellos.Yo me había dicho que —si es que llegaba a hacerlo algún día porque realmente no creía que fuera capaz de hacerlo—, no lo haría por amor y yo escogería al hombre. Además, quería que pasara en una edad donde me sintiera preparada.Y sí, técnicamente todo eso pasó, sólo que no lo planee y mucho menos pensé que fuera a ser con ese hombre. Pero, si me preguntaran cómo fue mi primera vez teniendo sexo, les diría que una locura dond
Era la verdadera Rousse quien se mostraba. La que quería salir adelante, superar sus miedos internos y quien comenzaba a mostrar su belleza interior. Me sorprendió muchísimo, porque, por un momento creí que no lograría dar el primer paso.Pero ahí estaba, yendo a todas las citas con la psicóloga; a veces lloraba al terminar las terapias, se desahogaba conmigo cuando ya nos rodeaba las paredes de mi apartamento. Yo sólo podía consolarla trayendo gelatina de fresa o helado de sandía (era su favorito) y la abrazaba para calmar sus temblores.Amaba el que Rousse fuera tan trasparente conmigo, que me buscara cuando se sentía mal porque sabía que ella no era así con todas las personas. De alguna manera la atención que recibía de Rousse me hacía sentir especial, …como si fuera la única persona importante en su vida. Sé que es egoísta el p
Fui a entrenar con Rousse y mis ojos se saciaron viendo sus lindas piernas ejercitarse, fantaseé con poder tocarlas, llenarlas de besos y con eso me bastó, siempre me sentía satisfecho con mis pensamientos y nunca dar un paso más allá.—¿Qué te parece si mañana hacemos noche de películas? —sugirió mientras cenábamos.Dejé de masticar mis pastas y alcé la mirada para observarla al otro lado de la mesa. Rousse se veía radiante cuando sonreía —pero esta vez eran sonrisas de verdad, no fingidas—. No quería que dejara de sonreír: no sería quien borraría aquella angelical sonrisa.—Puedo quedarme a dormir aquí, el fin de semana lo tenemos libre —revolvió con el tenedor sus pastas salteadas mientras las observaba con aquella sonrisa emocionada—. Voy a entrar a estudiar y… no q