91SelenaSubí al coche con un suspiro, dejando caer la cabeza contra el respaldo. El día había sido largo, y lo único que quería era llegar a casa, ducharme y meterme en la cama.Ismael cerró la puerta con cuidado y rodeó el vehículo para sentarse en el asiento del conductor.—¿Directo a casa, señorita Selena? —preguntó con su tono educado de siempre.—Sí, por favor —respondí, masajeándome las sienes.El auto arrancó suavemente, deslizándose por las calles iluminadas. Afuera, la ciudad seguía con su ritmo frenético, pero dentro del coche todo era calma.Aproveché el trayecto para revisar el teléfono. Unos mensajes de mis colegas, algunos correos sin importancia y… un mensaje de un número desconocido.Fruncí el ceño y lo abrí. “Espero que estés disfrutando tu comodidad. No durará mucho.”El aire se me atascó en la garganta. Mi piel se erizó al instante.Miré la pantalla una y otra vez, como si eso fuera a cambiar el mensaje. No tenía remitente, ni contexto, pero el significado era cl
92ZairaEl restaurante estaba a tope, como siempre a esta hora. La cocina bullía con el sonido de ollas chocando, cuchillos cortando a toda velocidad y las órdenes de los camareros cruzándose en el aire. Yo, con el cabello recogido en un moño alto y el uniforme impecable, me movía entre los fogones con precisión, revisando platos y asegurándome de que todo saliera perfecto.—¡Necesito más salsa para la mesa cinco! —grité al equipo, sin perder el ritmo.El aroma de hierbas frescas y carne asada llenaba el aire, cuando de repente, escuché la puerta principal abrirse con brusquedad. Un murmullo recorrió la sala y, en cuestión de segundos, la energía cambió. Algo no estaba bien. Mis instintos me alertaron antes de que incluso viera quién había entrado.—¿Qué demonios…? —murmuré, notando cómo los empleados y algunos comensales comenzaban a mirar hacia la entrada.Y entonces la vi.Camila Rexton estaba allí, de pie en la entrada, con su abrigo de diseñador y tacones altos, la misma actitud
93ZairaCamila estaba viendo a mi madre como si hubiera visto un fantasma.—¿Qué haces aquí, Camila? —cuestiona mi madre.—Solo quería venir a hacer las paces con… Lucia —me miró de manera calculada, diciendo mi nombre falso, como si pensara que Gabriel no sabe nada de eso.Cuando Camila vio a Gabriel sus ojos se iluminaron y me dieron ganas de poner los ojos en blanco, pero luego llegó mi madre y se puso ansiosa.—Te dije que no te acercaras a ella —dijo mi mamá con un tono de advertencia.—Solo vine a disculparme, eso no es un pecado ¿verdad? —dijo con tono triste mirando a Gabriel, aunque la respuesta es para mi madre—. Pero ella me empujó. Solo quise venir a hacer las paces con ella —se quejó, claramente exagerando la situación con más lágrimas cayendo como perla por su rostro.No pude evitar soltar una sonrisa sarcástica.—¿Y también te pegué con pegamento al suelo? —comenté, casi burlándome de su dramatismo. Cansada de este drama cuando debería estar pendiente de mi cocina— hac
94SelenaHabía pasado una semana desde aquel día, y las cosas con Bishop seguían algo tensas. Él no quería dejarme en paz, pero yo trabajaba hasta la extenuación para evitarlo como si fuera la peste. Cada vez que nos cruzábamos, había una tensión palpable, como si todo el peso de lo que había sucedido entre nosotros se colara en el aire que compartíamos. No sabía cómo lidiar con esa sensación, así que me sumergía más y más en mi trabajo, dejando que las horas pasaran sin mirar atrás.—Selena, te necesitan en la habitación 201 —dijo una de las enfermeras, interrumpiendo mis pensamientos mientras me concentraba en llenar uno de los expedientes.—Está bien, gracias, Anna —le respondí sin levantar mucho la mirada, tratando de mantenerme enfocada.Dejé los papeles sobre la estación de enfermería y me dirigí rápidamente al ascensor, con el corazón aún dando vueltas por lo que había sucedido. Las paredes del hospital, blancas y frías, me rodeaban en un silencio incómodo, pero era lo único q
95GabrielEstaba viendo fijamente la puerta por la que habían entrado madre e hija… aún no podía creerlo. Madre e hija.Zaira es una Rexton.Eso solo podía significar una cosa: Helen no tiene ningún parentesco con ella.Y eso estaba más que perfecto.Si la señora Elena lograba convencerla, podríamos regresar al país mucho más rápido. Todo dependía de esa conversación.Una llamada me sacó de mis pensamientos.—¿Diga? —cuestioné, llevando el teléfono al oído.La voz al otro lado de la línea sonó tensa.—Presidente Seraphiel, tenemos un problema con Samuel. No quiere comer nada y dice que espera que sus hermanas le llamen.Fruncí el ceño. Samuel… ¿Por qué estaba actuando así? Esto no podía seguir así por mucho tiempo.Apreté la mandíbula y tomé aire antes de responder.—¿Cuánto tiempo lleva sin comer?—Desde ayer en la mañana, señor. Hemos intentado convencerlo, pero se niega. Solo repite que quiere hablar con sus hermanas.Maldita sea. Samuel nunca había sido un niño fác
96SelenaApreté mis manos en puños hasta que mis uñas casi perforaron mi piel. El dolor me devolvió un poco de claridad, pero aún sentía que podía desmayarme en cualquier momento.—Señora Lennox, insisto, y parece que no me entiende —dije con la voz tensa—. Me fui a Alemania, tomé un avión para alejarme de su bastardo de nieto, y él hizo que lo devolvieran. Me atrapó de nuevo en su casa, sabe cada paso que doy. Puede que se case con otra mujer, pero, al parecer, solo la muerte puede separarlo de mí.Escupí todo tan rápido que ni siquiera sé si lo entendió. Su respiración se volvió más agitada.—Eres... eres… ¡Eres una ingrata maleducada! —su grito resonó en toda la silenciosa habitación—. ¡Bishop no haría eso!Solté una carcajada amarga y negué con la cabeza.—Si quiere, dígale quién soy en verdad. Tal vez si sabe que soy Karen Donovan me deje en paz. No quiero a su familia tóxica ni a prometidas locas que creen que pueden golpearme. ¡No pedí esto y tampoco lo quiero!Mi voz
97Zaira—Está bien, mamá, volveré con las niñas —le dije, fingiendo tranquilidad.Pero en cuanto Camila se fue, me metí en su oficina. Necesitaba hablar con ella, aclarar lo que había pasado. Mi corazón latía con fuerza, y mis manos sudaban cuando cerré la puerta tras de mí.Elena levantó la vista de unos papeles y arqueó una ceja.—¿Y bien? —preguntó con ese tono que usaba cuando sabía que algo importante estaba por decirse.Me humedecí los labios, sintiéndome nerviosa. No sabía cómo empezar, ni siquiera cómo explicarlo sin que sonara absurdo.—Es sobre… el señor Seraphiel —dije al fin.El nombre quedó suspendido en el aire. Elena inclinó la cabeza, observándome con interés.—¿Él es el papá de las niñas? —pregunta mi madre con los ojos grandes.Nunca le dije el nombre del padre de las niñas, pero si sabía que era un hombre con dinero y poderoso, así que mi madre solo pensó que huía de él hace casi cinco años, de todas formas, la cosa iba por allí.Asentí.—Él… quiere… —carraspeé, si
98ZairaComo ya había llegado a un acuerdo con mi madre, comenzamos a empacar. Las niñas estaban felices, brincando por todos lados mientras decían que "ayudaban", aunque en realidad estaban más entretenidas sacando cosas de las cajas que metiéndolas dentro.El timbre sonó, y pensé que era la comida que había pedido. Gabriel había viajado para una cita de negocios, así que le dije que adelantaríamos todo.Recordé antes de que se fuera cómo las niñas prácticamente lo empujaron hacia la salida.—Papá, ya vete —le dijeron entre risas, sujetándolo cada una de un brazo.Gabriel fingió indignación, intentando contraatacar con un puchero.—Pero necesitarán ayuda… —protestó, mirando a las pequeñas con falsa desesperación.Me crucé de brazos, arqueando una ceja.—Aún no puedo creer que el todopoderoso Gabriel Seraphiel esté haciendo pucheros —me burlé, conteniendo la risa.Su expresión cambió de inmediato. Me señaló con dramatismo antes de girarse hacia la puerta.—Pagarás por esto cuando vue