Capítulo 2
Mi padre y mi madrastra no ocultaban su satisfacción ante mi aparente docilidad. Cuando se retiraron, Camila permaneció en la habitación.

—Déjame ayudarte con la mudanza, Alejandra —se ofreció con fingida dulzura, aunque sus ojos delataban un brillo de triunfo mientras recorría lo que pronto sería su nuevo espacio—. Es increíble que papá haya accedido al cambio de habitaciones, ¿no crees? Debes estar furiosa conmigo. Primero me llevo a tu novio y ahora te quito la habitación que has ocupado durante una década.

Me dirigí hacia mi equipaje sin hacerle caso. En ese momento, Camila emitió un alarido y se desplomó aparatosamente.

—Alejandra... —gimió, mostrando el moretón que se había hecho al golpearse contra el filo de la mesa.

—¡Alejandra! ¿Qué le has hecho? —la voz de Javier resonó desde el lado. Había presenciado la caída y ahora se apresuraba hacia nosotras, el semblante crispado mientras levantaba a Camila con extremo cuidado.

—Javier, estoy bien, Alejandra no lo hizo a propósito —dijo Camila entre lágrimas, intentando sonreír a pesar del dolor—. No me duele.

—Ya tienes un moretón y dices que no te duele —murmuró Javier mirando la marca en su brazo blanco con preocupación. Cuando se volvió hacia mí, sus ojos se tornaron fríos como escarcha—. Alejandra, si tienes algún problema, desquítate conmigo. No lastimes a Camila, ella ya ha sufrido bastante. No como tú, que naciste siendo una princesa mimada sin conocer las dificultades de la vida.

Creía que sus palabras ya no me afectarían, que no derramaría ni una lágrima más por Javier. Pero al final, solo era una chica común y corriente. No soy de hierro ni tengo un corazón inquebrantable. Mi amigo de la infancia, el hombre con quien compartí tres años de amor, en cuestión de días se había enamorado de una chica más joven y delicada, y ahora me veía como un monstruo cruel.

No quería llorar, incluso quería reír, pero mis ojos ardían conteniendo las lágrimas.

—Javier, nos conocemos desde hace tanto tiempo... ¿realmente no sabes qué tipo de persona soy?

Javier frunció el ceño levemente. Su mirada se posó en mi rostro y su expresión pareció suavizarse por un momento.

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