Recordó la última mirada de Alejandra: vacía, sin emoción alguna. Como si él fuera un extraño, un simple transeúnte en su vida.Javier se levantó bruscamente, pero antes de que pudiera salir, Camila entró.—Javier —su voz suave y tímida como siempre, sus grandes ojos brillantes a punto de llorar, como si alguien la hubiera lastimado—. ¿Por qué bebiste tanto? Mañana te dolerá la cabeza.Se acercó y lo tomó del brazo con dulzura. Javier iba a hablar cuando percibió ese perfume familiar. Algo se removió en su interior y detuvo el impulso de apartarla.—¿Qué perfume es ese?La suavidad repentina en su voz emocionó a Camila.—¿Es la misma marca de la otra vez?Camila dudó un momento pero asintió: —Sí, la misma.Sonreía por fuera, pero por dentro crecía su resentimiento. Era el perfume que había tomado del tocador de Alejandra. Quería romper todos los frascos, aunque fueran de marcas caras y sin abrir. Pero Javier solo le gustaba ese aroma; cuando usaba otros, parecía despreciarla.—Si te gu
—¡Claro que soy alérgica a los duraznos, papá lo sabe! Fue él quien descubrió que Alejandra había hecho que la sirvienta pusiera jugo en mi cama... —sollozó Camila.—¡Mentirosa! —Javier se abalanzó sobre ella y la agarró del cuello de la blusa. Con su altura, casi la levantó del suelo.—Javier... suéltame, no puedo respirar...La miró con un rostro que se iba deformando por la ira: —Camila, ¿olvidaste que usas el perfume favorito de Alejandra? El que yo le compraba constantemente. Aunque después lo olvidé...Javier soltó una risa amarga. Había olvidado tantas cosas: la devoción de Alejandra durante años, la profundidad de su amor, sus tres años juntos, cuánto anhelaba ella formar una vida con él. Olvidó cómo lloraba en silencio cuando terminaron, aceptando todo sin protestar. Olvidó la bondad y dulzura de la mujer que una vez amó. Olvidó que la había adorado antes de abandonarla. Había olvidado tanto que ahora estaba pagando las consecuencias.—Este perfume tiene notas de durazno y gar
Los vecinos llamaron a administración por el escándalo, y así se enteró de que Alejandra se había mudado y puesto el apartamento en venta.¿Adónde se fue? ¿Seguía en Puerto Céfiro? ¿Volvería alguna vez? Javier no sabía nada. Solo tenía un pensamiento que lo aterrorizaba como una bestia acechando en la oscuridad: había perdido a Alejandra. Quizás la había perdido para siempre.Todas las mentiras y manipulaciones de Camila y su madre contra Alejandra salieron a la luz. Hasta los sirvientes de los Ponce defendieron a su señorita. El día que las echaron de la mansión, fue humillante. Eran como ratas que todos querían golpear.Javier, parado entre los arbustos marchitos de begonias, sintió que se le humedecían los ojos. Las flores volverían a florecer, pero hay personas que nunca regresan.Mariano había intentado contactarla muchas veces, pero ella colgaba en silencio al oír sus voces. Al irse de Puerto Céfiro, se llevó las pertenencias de su madre y toda su herencia. Los Ponce solo eran un
Pero su "papá", que tanto la había querido, ni siquiera la miró. Con un gesto de la mano, como espantando moscas molestas, ordenó que sacaran a madre e hija.En la puerta, Camila hizo un último intento desesperado. Se aferró a las columnas gritando histéricamente: —¡Javier! ¡No puedes hacerme esto! ¡Estoy embarazada! ¡El bebé es tuyo! ¡Tienes que responder por mí!—¿Javier? —Mariano lo miró interrogante.Javier sintió náuseas. Quería reír pero no podía. ¿Cómo pudo haberse enamorado de alguien tan repugnante?—Mariano —se acercó al anciano de cabello casi blanco—. Nunca la toqué, lo juro.—Bien, bien —Mariano suspiró aliviado y volvió a hacer un gesto. Los guardias las arrastraron fuera hasta que sus gritos se perdieron en la distancia.El atardecer caía sobre la mansión mientras ambos contemplaban las begonias marchitas. Las flores dormían, sin saber cuándo volverían a despertar. Eran las favoritas de la madre de Alejandra, y después de su muerte, Alejandra las había cuidado. Ahora que
Mi boda con Samuel fue en la primavera del año siguiente. Como habíamos prometido en nuestra juventud, Julia fue mi única dama de honor. No invité a nadie de Puerto Céfiro, pero de alguna manera la noticia se filtró. El día de la boda, papá y Javier aparecieron.Samuel vino a preguntarme qué quería hacer. La maquillista estaba trabajando en mi rostro cuando levanté la vista y nos vi a ambos en el espejo. El maquillaje nupcial era más elaborado, haciéndome lucir diferente. Como las begonias que Samuel había plantado en nuestra casa, florecía tímidamente, delicada pero cautivadora. Y él, en su traje negro de novio, se veía increíblemente apuesto. Nuestras miradas se encontraron y ambos sonreímos.—No quiero verlos.Samuel asintió sin dudar: —Bien, haré que los escolten afuera.—Gracias.El pasado y sus heridas permanecerían en mi corazón hasta desvanecerse con el tiempo. Esta vida es demasiado corta para forzar lazos familiares. Ya no quería forzarme a mí misma.Cuando subí al altar en m
La boda fue espléndida y profundamente romántica. Javier y Mariano no pudieron entrar a la ceremonia, pero por algún acuerdo tácito, ninguno se marchó.Mariano no pudo quedarse hasta el final. Sufrió un ataque cardíaco repentino y fue llevado al hospital en ambulancia. Sobrevivió, pero quedó en coma.Javier permaneció hasta el final. Por alguna razón, Julia, la mejor amiga de Alejandra, nunca lo había bloqueado, así que pudo ver toda la boda a través de sus redes sociales.Javier ya sabía que el novio era Samuel, un compañero de universidad de Alejandra. Era excepcionalmente brillante y ella solía elogiarlo mucho. En aquella época, cuando apenas estaban coqueteando, él siempre sentía celos. Por eso Alejandra dejó de mencionarlo y se distanció de Samuel. Pero irónicamente, después de todo, terminó casándose con él.Como hombre, Javier podía ver claramente cuánto la amaba Samuel. En cada foto, en cada video, la manera en que la miraba estaba llena de amor y devoción. Javier se vio reflej
—Samuel, ya tomé mi decisión —dije frente al espejo, observando mi reflejo pálido y demacrado. Me di cuenta de que tomar una de las decisiones más importantes de mi vida no había sido tan difícil como pensaba.—Alejandra... ¿aceptarías casarte conmigo? —su voz resonó profunda desde el otro lado del teléfono.Sentí un nudo en la garganta y, mientras las lágrimas caían, asentí suavemente: —Sí, acepto.—¿Sabes algo, Alejandra? Esperaba este momento desde la universidad.Sin darme cuenta, una tenue sonrisa se había dibujado en mi rostro reflejado en el espejo.—Dame dos semanas para resolver todo por acá.—Claro, Alejandra. Te esperaré el tiempo que sea necesario.Apenas colgué, la puerta de mi habitación se abrió bruscamente.—Alejandra... —mi padre carraspeó incómodo—. Tu hermana no se siente bien, y como tu cuarto da hacia el sol... ¿qué te parece si intercambian por unos días?Me quedé en silencio, observando a mi madrastra y a mi hermanastra Camila Barrios detrás de él.—Mariano, no h
Mi padre y mi madrastra no ocultaban su satisfacción ante mi aparente docilidad. Cuando se retiraron, Camila permaneció en la habitación.—Déjame ayudarte con la mudanza, Alejandra —se ofreció con fingida dulzura, aunque sus ojos delataban un brillo de triunfo mientras recorría lo que pronto sería su nuevo espacio—. Es increíble que papá haya accedido al cambio de habitaciones, ¿no crees? Debes estar furiosa conmigo. Primero me llevo a tu novio y ahora te quito la habitación que has ocupado durante una década.Me dirigí hacia mi equipaje sin hacerle caso. En ese momento, Camila emitió un alarido y se desplomó aparatosamente.—Alejandra... —gimió, mostrando el moretón que se había hecho al golpearse contra el filo de la mesa.—¡Alejandra! ¿Qué le has hecho? —la voz de Javier resonó desde el lado. Había presenciado la caída y ahora se apresuraba hacia nosotras, el semblante crispado mientras levantaba a Camila con extremo cuidado.—Javier, estoy bien, Alejandra no lo hizo a propósito —di