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Lilia se ajustó el abrigo y se aseguró de que nadie la estuviera siguiendo antes de acercarse a la enorme mansión Petrov. No era la primera vez que intentaba ver a Anya.

Lo había hecho en varias ocasiones, siempre con la misma respuesta: "El señor Petrov no ha autorizado visitas."

Pero eso no la detenía.

Cada vez que iba, terminaba hablando con Anya a través de las rejas, susurrando entre el frío y la distancia, tratando de hacerle saber que no estaba sola. Que Nikolai y ella aún intentaban sacarla de ahí.

Pero esa tarde, algo fue diferente.

Cuando se acercó a la entrada, las puertas se abrieron sin resistencia.

Lilia frunció el ceño. Esto era nuevo.

Caminó con precaución, esperando que en cualquier momento alguien la detuviera. Pero nadie lo hizo.

Las puertas de la mansión también estaban abiertas. Demasiado fácil.

Su corazón latía con fuerza cuando entró al enorme vestíbulo, y su mirada recorrió el lugar hasta que lo vio.

Alessandro estaba allí.

De pie en medio del salón, con un vaso
Glenmarts

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