32. ¡Una cínica!

— Oh, cariño, no tuviste que venir hasta aquí por mí.

Kira se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y negó de forma reprobatoria con la cabeza.

— Abuela, ¿cómo puedes decir algo así? — musitó — Tú y Lana son lo más importante para mí, deberías saberlo.

Margaret sonrió y alcanzó su mejilla para acariciarla como cuando tenía cinco años.

— Mi niña preciosa, ustedes también lo son para mí, pero tu trabajo…

— El trabajo puede esperar, abuela, la salud no — y eso era algo que ella misma le había enseñado, por eso la mujer asintió con orgullo.

Más tarde, el médico entró para examinarla, así que ella aprovechó para buscar a Damián en la cafetería y le contó que todo había quedado en un susto. El muchacho se mostró atento todo el tiempo, incluso se movió con algunos contactos médicos para que la atención de Margaret fuese de primera, cosa que Kira agradeció de todo corazón.

— Cuentas con todo mi apoyo, lo sabes — le expresó de forma sincera y ella asintió con una sonrisa.

Después de sabe
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