56. Romper el patrón

Máximo

Ariel se estremeció y se llevó las manos al vientre al tiempo que yo intentaba controlar las lágrimas. No tuve éxito y sentí la delicada intención de sus dedos sobre mis mejillas para borrar el rastro de humedad en mi piel.

Pronto descubrí que ella también sollozaba.

—Estuve inconsciente en el hospital por dos días… —Murmuré.

—Eras solo un niño. —El contacto de sus dedos se extendieron hasta mi cuello en una débil caricia.

—Cuando supe que despertaba, creí que si seguía manteniendo los ojos cerrados aquello no cobraría vida. —Me pellizqué el puente de la nariz y bajé la mirada—. No tenía sentido. ¿Por qué mi propia madre no me querría?

—No fue tu culpa… nunca lo fue. —Jadeó y súbitament

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