Era consciente de como las lágrimas se deslizaban por mi mejilla y yo, no me molestaba en lo absoluto por detenerlas. Era consciente de como el corazón me latía con desenfreno y desesperación, tanto, que me importaba poco si perforaba mi pecho y se largara corriendo lejos de aquí, muy lejos. Al menos, el sí sería libre.
Me despojé de las pequeñas prendas que apenas y cubrían mi cuerpo. Hipando y con la poca visibilidad que las lágrimas me permitían, me fui metiendo al jacuzzi y aovillándome en él, dejé que el agua de espuma borrara los restos de dignidad se fueran por el drenaje.
Creí, que después de las atrocidades que me hizo vivir Benjamín, nunca me volvería a sentir tan rota. Esa noche, Máximo Kahler me recordó cuan insignificante que podría llegar a ser y estaba tan cansada, estúpidamente can
Fui consciente de cómo sus ojos me observaban bajo aquellas largas y gruesas pestañas. No parpadeaba, estaba tan atento a mi presencia, estaba tan decidió a intimidarme cuando abrí la puerta y me plante en su despacho.—No puede despedirla. —Solté de pronto, con el corazón latiéndome en la garganta.Su mandíbula se tensó con tanta fuerza, que pude notar la expresión desencajada de su rostro. Sus manos, estaban cruzadas encima del escritorio de mármol en frente de él. No se movía, no decía absolutamente nada. Simplemente, se limitaba a escudriñarme de arriba hacia abajo, se le había vuelto una muy mala costumbre, porque siempre lograba intimidarme de esa manera, sin embargo; luché contra mí misma para no permitírselo.— ¿No va a decirme nada? —Le cuestioné después de un par de segundos&md
Tuve que hacerle caso, no obstante, estaba caminando en su dirección. Con el corazón latiéndome en la garganta y las manos sudorosas, toqué su espalda. Estaba tan tensa y erguida en una línea recta, pero ante mi tacto, se suavizó, no me rechazó.—Ariel...Lo abracé.Máximo no me miraba ni se movía ante el contacto que estábamos teniendo, yo no pude moverme tampoco. Él, no hacía nada más que quedarse quieto y con cada segundo que pasaba, su cuerpo se destensaba.Bastante tiempo le tomó darse cuenta de que definitivamente yo lo estaba abrazando, y en medio de él, giró sobre sí mismo y envolvió sus brazos a mi alrededor.El gesto fue calculador, embriagante y doloroso al mismo tiempo. Estábamos allí de pie, en silencio, abrazados el uno al otro y no supe quién de los dos lo necesitaba
Sus ojos, humedecidos por las lágrimas que trató de reprimir de inmediato, me observaron un instante con una sonrisa apagada. Mi corazón no supo si latir o detenerse ante la información que acababa de soltar.—Me divorcié luego de un par de meses. Ella se encargó de que la separación fuera lo más lenta posible. Se negaba a ir a las citas con los abogados, atrasaba la firma del divorcio y separación de bienes, creyendo que con el tiempo ella podría recuperarme. Me había perdido completamente, y yo había perdido a las dos personas que más amaba.Un nudo se instaló en la boca de mi estómago y pude observar de soslayo, como las gotas de lluvia pinchaban los cristales, el frio se intensificó y mi cuerpo tembló en el proceso.— ¿Tuvieron dos hijos? —Me atreví a preguntar, sin embargo, me arrepentí poco desp
No supe cuál era la reacción que debía tener en ese instante, pero lo único que hice fue salir de la habitación y correr hacia él.— ¡Máximo!Su espalda erguida se detuvo en frente en mí, y luego de unos cortos segundos me encaró.La expresión que me ofreció su rostro fue indiferencia y severidad.— ¿Desde qué momento dejé de ser el señor Kahler? —El tono que uso fue tan ajeno y lacónico que casi me atravesó.—Yo realmente no quise decir... —Traté de excusarme, traté de terminar la frase, pero esta simplemente no llegó.—Fue realmente lo que quisiste decir. Sin embargo, no soy del tipo que le afecta lo que una muchachita con problemas de autoestima piense de mí. —Su mirada se oscureció cuando creí que había terminado de hablar&md
MÁXIMOCuando conocí a Claire, creí que una parte de mi vida había sido enterrada. Cuando le confesé mi mierda, ella no salió corriendo en la dirección opuesta. Simplemente creí que me amaba lo suficiente para aceptar a un hombre como yo como esposo. Por supuesto que lo hizo, se casó con mi fortuna.Creí que perdería la cabeza. Creí que me convertiría en un hombre ruin mientras iba creciendo. Y pese a que mi exterior reflejaba eso, por dentro yo no era así. Me había jurado aquella noche con doce años, que mi alma no iba a estar tan podrida como la de ellos. Pero habían tratado de dañarme tanto, que una parte de mí todavía latía por eso.La noche cayó en medio de papeles por leer y firmar. Llamadas entrantes y salientes; Hospital, negocios y finalmente mis hijos, quienes me dieron la paz en medi
Estaba besándome.El señor Kahler, estaba besándome y el universo entero había detenido su curso. La noche, la luna y las estrellas, todas habían ralentizado su rumbo para nosotros. La sensación vertiginosa de sentir sus labios remotamente suaves sobre los míos se había disparado como un cohete por cada partícula de mi cuerpo y una gran parte de él, todavía no reaccionaba.La cordura voló muy lejos de aquí, dejándome sola con un corazón desenfrenado que brincaba muy duro contra mi pecho; eufórico y enloquecido. Mi pulso estaba latiendo a la misma marcha que un tren, mis piernas blandas se desvanecían como plumas en el aire, y yo, estaba rindiéndome promiscuamente ante él.El beso no era para nada de lo que alguna vez esperaba. Era más, mucho más.Por un instante, en algún pedacito descabellado d
El retrato armoniosamente familiar en frente de mí me sacudió por completo.La sonrisa vagamente fresca, feliz y aliviada de Máximo, junto con dos pequeños de al menos unos ocho o nueve años y una mujer refinadamente elegante en medio de la oficina, sentados en el piso y riendo y carcajadas, me paralizó.Me mantuve muy quieta, respiré despacio y sentí como mi estomago se sacudió luego de haber reaccionado a una escena como aquella.Había sido una completa estúpida. ¿Por qué lo hice? Solo había conseguido humillarme con aquel arrebato, solo había conseguido interrumpir un momento tan intimido como aquel entre Máximo, sus hijos y… esa mujer.No tenia el derecho, que tonta había sido, había actuado como una niña pequeña llena de inseguridades y celos. Celos que evidentemente no me pertenecía tener.
No había dejado de temblar mientras deambulaba bajo la ciudad cristal que se había convertido Sídney durante la última hora, no había dejado de reprocharme y reñirme a mí misma por ser lo que fui, por ser lo que hablé y lo que sentí.¿En dónde tenía la cabeza?¿Cómo pude creer que ese hombre y yo...?Negué con la cabeza y arrastré las lagrimas que manchaban mis pómulos con el dorso de mis manos, sorbí mi nariz y traté de mantener cualquier clase de pensamientos muy lejos de mi cabeza, pero solo eran intentos tontos y vanos, no podía, no podía dejar de pensar en él, en sus dedos cuando rozaban mi cara y en sus labios tan cerca de los míos.¿Por qué simplemente no lo podía dejar estar?¿Por qué el recuerdo de sus labios sobre los míos era una