Sus ojos, humedecidos por las lágrimas que trató de reprimir de inmediato, me observaron un instante con una sonrisa apagada. Mi corazón no supo si latir o detenerse ante la información que acababa de soltar.
—Me divorcié luego de un par de meses. Ella se encargó de que la separación fuera lo más lenta posible. Se negaba a ir a las citas con los abogados, atrasaba la firma del divorcio y separación de bienes, creyendo que con el tiempo ella podría recuperarme. Me había perdido completamente, y yo había perdido a las dos personas que más amaba.
Un nudo se instaló en la boca de mi estómago y pude observar de soslayo, como las gotas de lluvia pinchaban los cristales, el frio se intensificó y mi cuerpo tembló en el proceso.
— ¿Tuvieron dos hijos? —Me atreví a preguntar, sin embargo, me arrepentí poco desp
No supe cuál era la reacción que debía tener en ese instante, pero lo único que hice fue salir de la habitación y correr hacia él.— ¡Máximo!Su espalda erguida se detuvo en frente en mí, y luego de unos cortos segundos me encaró.La expresión que me ofreció su rostro fue indiferencia y severidad.— ¿Desde qué momento dejé de ser el señor Kahler? —El tono que uso fue tan ajeno y lacónico que casi me atravesó.—Yo realmente no quise decir... —Traté de excusarme, traté de terminar la frase, pero esta simplemente no llegó.—Fue realmente lo que quisiste decir. Sin embargo, no soy del tipo que le afecta lo que una muchachita con problemas de autoestima piense de mí. —Su mirada se oscureció cuando creí que había terminado de hablar&md
MÁXIMOCuando conocí a Claire, creí que una parte de mi vida había sido enterrada. Cuando le confesé mi mierda, ella no salió corriendo en la dirección opuesta. Simplemente creí que me amaba lo suficiente para aceptar a un hombre como yo como esposo. Por supuesto que lo hizo, se casó con mi fortuna.Creí que perdería la cabeza. Creí que me convertiría en un hombre ruin mientras iba creciendo. Y pese a que mi exterior reflejaba eso, por dentro yo no era así. Me había jurado aquella noche con doce años, que mi alma no iba a estar tan podrida como la de ellos. Pero habían tratado de dañarme tanto, que una parte de mí todavía latía por eso.La noche cayó en medio de papeles por leer y firmar. Llamadas entrantes y salientes; Hospital, negocios y finalmente mis hijos, quienes me dieron la paz en medi
Estaba besándome.El señor Kahler, estaba besándome y el universo entero había detenido su curso. La noche, la luna y las estrellas, todas habían ralentizado su rumbo para nosotros. La sensación vertiginosa de sentir sus labios remotamente suaves sobre los míos se había disparado como un cohete por cada partícula de mi cuerpo y una gran parte de él, todavía no reaccionaba.La cordura voló muy lejos de aquí, dejándome sola con un corazón desenfrenado que brincaba muy duro contra mi pecho; eufórico y enloquecido. Mi pulso estaba latiendo a la misma marcha que un tren, mis piernas blandas se desvanecían como plumas en el aire, y yo, estaba rindiéndome promiscuamente ante él.El beso no era para nada de lo que alguna vez esperaba. Era más, mucho más.Por un instante, en algún pedacito descabellado d
El retrato armoniosamente familiar en frente de mí me sacudió por completo.La sonrisa vagamente fresca, feliz y aliviada de Máximo, junto con dos pequeños de al menos unos ocho o nueve años y una mujer refinadamente elegante en medio de la oficina, sentados en el piso y riendo y carcajadas, me paralizó.Me mantuve muy quieta, respiré despacio y sentí como mi estomago se sacudió luego de haber reaccionado a una escena como aquella.Había sido una completa estúpida. ¿Por qué lo hice? Solo había conseguido humillarme con aquel arrebato, solo había conseguido interrumpir un momento tan intimido como aquel entre Máximo, sus hijos y… esa mujer.No tenia el derecho, que tonta había sido, había actuado como una niña pequeña llena de inseguridades y celos. Celos que evidentemente no me pertenecía tener.
No había dejado de temblar mientras deambulaba bajo la ciudad cristal que se había convertido Sídney durante la última hora, no había dejado de reprocharme y reñirme a mí misma por ser lo que fui, por ser lo que hablé y lo que sentí.¿En dónde tenía la cabeza?¿Cómo pude creer que ese hombre y yo...?Negué con la cabeza y arrastré las lagrimas que manchaban mis pómulos con el dorso de mis manos, sorbí mi nariz y traté de mantener cualquier clase de pensamientos muy lejos de mi cabeza, pero solo eran intentos tontos y vanos, no podía, no podía dejar de pensar en él, en sus dedos cuando rozaban mi cara y en sus labios tan cerca de los míos.¿Por qué simplemente no lo podía dejar estar?¿Por qué el recuerdo de sus labios sobre los míos era una
Máximo—Debería cambiarse de ropa, no ayudará demasiado si usted también se enferma. —Amelia me ofreció una toalla y ropa seca poco después de haber salido y entrado a la habitación.Estaba tan preocupado por Ariel, que no fui consciente de ello. Aun llevaba el pantalón mojado y algunas gotas de agua todavía humedecían mis hombros, necesitaba de todas mis fuerzas para un momento como aquel.Tan pronto como volví seco a la habitación, continué la labor que había estado haciendo Amelia en cambiarle los paños de agua de agua caliente.—¿Máximo? ¿Como está? Déjame examinarla —Reconocí inmediatamente la voz de Thomas y lo puse al tanto de la situación y todo lo que habíamos hecho mientras él llegaba.—No reacciona, ¿Qué debemos
Me removí sabiendo que despertaba.Me dolía hasta el último rincón de mi cuerpo, como si hubiese estado corriendo horas sin parar. abrí los ojos y mis parpados comenzaron a moverse hasta poder acostumbrarse a la luz. Me llevé las manos a la cabeza y arrugué la nariz, me dolía muy fuerte la cabeza.¿Qué me había sucedido y por que no recordaba nada?El amanecer ya se filtraba cauteloso por las ventanas cuando me incorporé, dolorosamente conseguí tocar el piso frio con mis pies descalzos. Un leve mareo me sacudió y cerré los ojos por un segundo, escasos recuerdos vinieron a mi mente, Máximo fue el primero de ellos.Sus ojos, su voz, incluso sus labios eran un claro recordatorio de que lo tenia muy metido dentro del pecho, tanto, que le soñé o al menos estaba un poco segura de que eso era lo que había sucedido. Pero entonces re
Era de noche cuando desperté. Un olor a perfume, cigarrillo y alcohol había inundado la habitación. Me removí sobre la cama, consiguiendo así, encontrarme con la imagen de Graciela parada junto a la ventana, dándole caladas a un cigarrillo en su mano.—¿Qué haces aquí? —Pregunté de inmediato, incorporándome.—Hola, hijita, ¿así saludas a tu madre? —Una sonrisa se abrió desde la comisura de su boca, se burlaba.—No puedes estar aquí, si Máximo se entera…—Máximo, Máximo, Máximo…bla, bla, bla… —Bufó y apagó la colilla con la punta de sus zapatos altos.Avanzó en mi dirección, saliendo de la oscuridad. Lucia completamente diferente. Un ajustado y corto vestido negro que apretaba sus muslos. Llevaba un labial rojo en sus labios y un