Era de noche cuando desperté. Un olor a perfume, cigarrillo y alcohol había inundado la habitación. Me removí sobre la cama, consiguiendo así, encontrarme con la imagen de Graciela parada junto a la ventana, dándole caladas a un cigarrillo en su mano.
—¿Qué haces aquí? —Pregunté de inmediato, incorporándome.
—Hola, hijita, ¿así saludas a tu madre? —Una sonrisa se abrió desde la comisura de su boca, se burlaba.
—No puedes estar aquí, si Máximo se entera…
—Máximo, Máximo, Máximo…bla, bla, bla… —Bufó y apagó la colilla con la punta de sus zapatos altos.
Avanzó en mi dirección, saliendo de la oscuridad. Lucia completamente diferente. Un ajustado y corto vestido negro que apretaba sus muslos. Llevaba un labial rojo en sus labios y un
MáximoAriel había sido dada de alta pocos días, Amelia se encargó de recibirla en el ático con todas las comodidades, haber puesta una enfermera para ella era demasiado exagerado, incluso me lo dijo Thomas, así que desistí de aquella idea y me aseguré de que Amelia estuviese al pendiente de su completa recuperación y que me llamase si presenciaba algún cambio.También me aseguré de que cumpliese al pie de la letra con el tratamiento indicado y que comiese lo suficiente para recuperar fuerzas. Todo eso, a través de una llamada con Amelia.—Ahora mismo está almorzando. —Me informó ella desde el otro lado de la línea—. Pregunta por mucho por usted, pero… —Soltó un suspiro y luego el silencio.—¿Pero ¿qué? ¿Qué pasa?—Le he dicho que u
Nos habíamos besado y no supe que hacer con la fuerza que comenzó a latir mi corazón por culpa de aquel sentimiento, y aunque solo hubiesen sido unos segundos, el recuerdo de sus labios quería marcado por siempre.Estuve fantaseando toda la noche con ello, sus manos alrededor de mi cuello, su boca, su respiración agitada, la mía, todo me había absorbido tanto que apenas y pude conseguir el sueño.La mañana siguiente desayunamos juntos. Máximo, como siempre, no se levantó de la mesa hasta que acabara mi plato, me llevó a la universidad y luego paso por mi a ella, almorzamos en un bonito restaurante y nos despedimos en la tarde. Veríamos una película en la noche y yo no podía con la emoción dentro de mi pecho.No hablábamos de nada al respecto, simplemente actuábamos como dos enamorados y nos dábamos cortos y castos besos de vez en c
Esa noche solo había silencio en el ático y una cena hecha por Amelia que no pudo ser servida. Máximo no había llegado y yo había perdido el apetito.—Buenas noches, mi niña. —Se despidió ella con una sonrisa y apagó las luces del vestíbulo, dejándome sola en el salón.Amelia iría a ver a su hijo y el siguiente día era domingo, por lo que sus días de descanso eran los míos de inquietudes.—Buenas noches… —Susurré bajito una vez que las puertas del elevador se cerraron.Subí a mi habitación buscando el consuelo dentro de la ducha. El agua fría resbaló de pronto por mis hombros, pechos y caderas, arrastrando consigo los restos de una ansiedad que se había instalado en la boca de mi estomago durante las últimas horas.“mantiene una relación aparentemente en
El amanecer se filtró oscuro la siguiente mañana a través de las ventanas. Máximo dormía plácidamente a mi lado. Sonreí, porque eran las ocho de la mañana y él solía ser muy madrugador.Había sido una noche increíble, para recordar toda la vida. Se sentía como estar viviendo un sueño y yo no quería despertar. Me removí sobre las sábanas, habíamos dormidos desnudos y abrazados, dándonos besos y cortas caricias en toda la madrugada.Salté con cuidado fuera de la cama, no pretendía despertarlo. Me coloqué el albornoz y me metí dentro de la ducha, el agua caliente se sintió muy bien en ese momento, la disfrutaba con los ojos cerrados y sonreí por todo lo vivido la noche anterior. De pronto, sentí las manos de Máximo sobre mis caderas, no me sobresalté, lo recibí con una son
Los días pasaron y las semanas también. Estaba viviendo un sueño junto a Máximo, cada vez que nos veíamos, ya no podíamos separarnos. Nos despedíamos muy temprano por la mañana y coincidíamos al medio día para almorzar, lo mismo cada día. Las tardes eran eternas, Máximo seguía pasando por mi a la universidad y todos mis compañeros deslumbraban y murmuraban acerca de nosotros, no lo creían y, a decir verdad, ni siquiera yo. En algunas ocasiones éramos fotografiados, también, los periodistas se acercaban a donde sea que nos encontráramos y nos hacían preguntas. Máximo y yo solo nos limitábamos a ignorarlos, incluso, algunos de ellos, eran poco respetuosos. Todo estaba marchando de maravilla entre nosotros, no podía estar más feliz que eso, incluso mis calificaciones mejoraron y en algunas asignaturas podría decirse que me había superado, de hecho, un poco mas que mis compañeros. El profesor Garcés había sido sustituido de mi clase por una amable profesora que rodeaba los trein
ArielEse día lo celebramos en un bonito restaurante cerca del centro de la ciudad, comimos postre y también bebimos champagne, el tiempo pasó por si solo, tranquilo y sereno, permitiéndonos disfrutarlo.Estar cada día con Máximo era cada vez mejor, me sentía tan enamorada que difícilmente algún día podría disminuir ese sentimiento por él.Al final de la noche vimos una película en el salón. Habíamos convertido aquella parte del ático en un pequeño y desastroso cine, palomitas de maíz dulce y bebidas con mucha azúcar, lo que Máximo declinó para si mismo de inmediato y Amelia le ofreció unas cuantas zanahorias con aderezo saludable y agua.La media noche nos cogió abrazados en la tarraza, compartimos el silencio por unos cuantos minutos mientras admirábamos una Sídney
Máximo llego a Londres pasada la medianoche, me avisó con un mensaje de texto que leí la mañana siguiente. Fueron casi veinte horas de vuelo.Hablábamos por llamada a la hora de la comida y nos mensajeábamos casi el resto del día.16:25“¿Qué llevas puesto hoy debajo de la ropa?”Mis mejillas se sonrojaron de inmediato. Había estado ausente en toda la clase por responder sus mensajes.Le envié rápido una respuesta.16: 26“He comprado lencería nueva, ¿el negro es tu color favorito?”Esperé ansiosa mirando la pantalla. Máximo siempre conseguía acalorarme de esta manera, incluso estando a tantos kilómetros de distancia.16:30“No lo sé, tendría que vé
Máximo Las mejillas de Ariel estaban rojas por la impresión y sus ojos azules intensos y tácitos me observaron de un sobresalto. Apreté la mandíbula con fuerza casi preso de la rabia y aquel pobre imbécil tomó una postura protectora delante de ella dispuesto a darme una explicación. Y por supuesto que yo exigía una jodida explicación. —Señor Kahler. —Dijo y no titubeo. —¡Te pedí una m*****a cosa Flavio! —Farfullé, sosteniéndome de mi propia ira. —Señor… —¿Era tan jodidamente difícil mantener tus manos lejos de ella? Joder, estaba tan cabreado, estaba tan decepcionado incluso de que ella permitiera que su boca estuviese tan cerca de sus labios. La miré, estaba muy quieta junto al lado de Flavio y yo quise apartarla de ese bastardo, quería que se mantuviera lejos de ella, que no respirara su mismo aire. —¿Tú le pediste que hiciera eso? —Quiso saber, luego de varios e intensos segundos. Por supuest