Máximo
Las mejillas de Ariel estaban rojas por la impresión y sus ojos azules intensos y tácitos me observaron de un sobresalto. Apreté la mandíbula con fuerza casi preso de la rabia y aquel pobre imbécil tomó una postura protectora delante de ella dispuesto a darme una explicación.
Y por supuesto que yo exigía una jodida explicación.
—Señor Kahler. —Dijo y no titubeo.
—¡Te pedí una m*****a cosa Flavio! —Farfullé, sosteniéndome de mi propia ira.
—Señor…
—¿Era tan jodidamente difícil mantener tus manos lejos de ella?
Joder, estaba tan cabreado, estaba tan decepcionado incluso de que ella permitiera que su boca estuviese tan cerca de sus labios. La miré, estaba muy quieta junto al lado de Flavio y yo quise apartarla de ese bastardo, quería que se mantuviera lejos de ella, que no respirara su mismo aire.
—¿Tú le pediste que hiciera eso? —Quiso saber, luego de varios e intensos segundos.
Por supuest
Bajé las escaleras del apartamento creyendo que me desplomaría en cualquier momento. Las luces del salón estaban apagadas, igual que las del vestíbulo. En puntillas salí por la puerta y bajé a la recepción. El frio caló inminente esa noche, sonreí al conserje detrás del recibidor y él me devolvió el gesto somnoliento, era casi la media noche.Graciela estaba de pie junto a las puertas, se frotaba el frio con una de sus manos y con la otra sostenía un cigarrillo. Lucia bastante diferente a la ultima vez que la vi, más fría, más delgada y demacrada.—¿Qué es lo que quieres? —Pregunté una vez que estuve lo suficientemente cerca.Odiaba que me temblara la voz ante su presencia, odiaba todo lo que concernía a ella.Una sonrisa cínica fue lo primero que recibí, luego, una mirada que comenzó
ArielLos días siguientes fueron un completo calvario, ya no podía conciliar el sueño por la noche y los días eran casi abrasadores. Concentrarme en la universidad me estaba costando demasiado, bostezaba cada vez que hablaba y mi cuerpo ya no tenía energía suficiente. Cuando llegaba al apartamento, tomaba siestas largas, lo que me impedía pegar un ojo por la noche y allí era donde los pensamientos y las lagrimas llegaban.No había tenido el valor necesario para presentarme al ático y buscar algo de mi ropa, y aunque Lucie me había prestado alguna de las suyas, sentía que estaba abusando demasiado, incluso con la comida y demás gastos, así que tomé la decisión de conseguir un trabajo y para mi suerte, la biblioteca de la universidad necesitaba a alguien para su recepción, la paga no era mucha porque las horas de trabajo eran pocas, pero
Ariel Nada podría sentirse mejor que estar entre sus brazos.La tranquilidad que sentía con Máximo era casi palpable, sus brazos siempre iban a ser el mejor lugar para estar. Hicimos el amor como si hubiésemos esperado décadas por ello, ni siquiera fui consciente de la puesta de sol filtrándose por la amplia ventana del despacho, solo estaba disfrutando de las caricias que comenzaban en mi pelo y terminaban en la pequeña curva que se hacía en mi cuerpo.Anhelé que el tiempo se detuviera para nosotros y que ese momento quedara impregnado sobre nuestras pieles como un extraordinario recuerdo.—Te amo, sirena —Fueron las primeras palabras de Máximo luego de un largo silencio.Sentí la caricia en aquellas palabras, había tanta sinceridad en ellas que no quedaba el espacio para la duda, yo también correspondía igual o con mayor
Ariel. Las náuseas podrían significar cualquier cosa y si, incluso un embarazo, pero también un malestar de estomago o alguna otra enfermedad, pero mi ciclo era demasiado regular y esa mañana, luego de despertar, salí corriendo hasta el baño. Me revisé y no había algún indicio de que estuviese a punto de bajar, sin embargo, mis pechos estaban demasiado sensible al tacto y la parte baja de mi espalda, estaba comenzando a dolerme cada vez con más frecuencia. Me senté sobre la tapa del retrete y pensé en todas las posibilidades, así que debía salir de dudas o me volvería completamente loca. Me coloqué de pie y me miré al espejo, evidentemente lucia mas delgada que hace un par de semanas, mis pómulos sobresalían con mas facilidad y mis brazos eran mas delgados que antes. Llevé temblorosamente las manos a mi vientre, y levanté la camisa, sonreí, no había indicios de nada, pero ¿Cómo se vería un hijo de Máximo y mío? Conseguí llegar
Máximo Mi sirena dormía plácidamente bajo mis sabanas y yo no podía dejar de obsérvarla embelesado, joder, estaba tan enamorado, me gustaba amarla. Hacia ya unos pocos meses que la vida se había encargado de ponerla en mi camino, o quizás, yo ya había estado forjando ese destino desde hace mucho rato. Su ardua búsqueda dio frutos de una forma poco esperada, no esperé encontrarme con ella del modo en que lo hice, eran otros los planes, sin embargo, no me arrepentía en lo absoluto, no me arrepentía de amarle. Ariel se removió sobre la cama sin abrir los ojos, descansaba y yo no quise despertarla. Había pasado la última hora admirándola, a ella y su pequeño vientre. Sonreí, aún no había indicios de que algo se formara, pero la sola idea de saber que mi hijo crecía allí dentro provocaba que el corazón me latiese como un loco desesperado. Aparté unos mechones de cabello lejos de su cara, ocultándolos detrás de sus orejas. Ella sonrió en su
MáximoArreglé todo con un par de llamadas en el camino y ya los paramédicos nos esperaban en el aparcamiento cuando irrumpimos el hospital. Ni bien Flavio había detenido el auto cuando salté fuera y traje a Ariel conmigo entre mis brazos.Ella había estado inconsciente todo el trayecto y yo sentía que el corazón iba a estallarme por dentro.Mi mujer y mi hijo, pensé mientras cruzábamos las puertas del centro.—¿Qué ha pasado? —Thomas apareció tan pronto estuvimos dentro. Examinó sus ojos y su pulso mientras todos se movían y uno de mis hombres de seguridad nos abría el camino.—Se desmayó. —Dije, estaba agitado—. Ha tenido una fuerte impresión con la prensa, Thomas, ella está embarazada, asegúrate de que ambos estén bien.—De acuerdo, a urgenci
ArielLogré dormir toda la madrugada y desperté hambrienta la mañana siguiente. El doctor Thomas vino a chequearme poco antes de la madrugada y todo indicaba que mi bebé y yo estábamos muy bien, que mayor había sido el susto.—¿Cómo dormiste? —Máximo, a pesar de haberse ausentado un par de horas la noche anterior, no se despegó de mi en toda la madrugada, ni siquiera cuando Amelia insistió en tomar su lugar.Todavía llevaba el traje de la noche anterior. Su corbata estaba un poco desajustada y su cabello era un marrón alborotado por encima de su cabeza. También, era la primera vez que se dejaba asomar el indicio de algunos vellos en su barba.—Bien. —Murmuré recibiendo el calor de sus besos sobre mis labios—. Pero tengo un poco de hambre—¿Tienes antojos? —Preguntó de inmed
Máximo La prensa no nos dejaría en paz por un buen rato, las fotos y el articulo de lo que allí especulaban era la comidilla de todo el mundo, esa y probablemente la siguiente semana. Tenia que doblar la seguridad, más por Ariel que por mí, no quería que nada le perturbara mientras conseguía resolver toda esta m****a. Conseguimos llegar al ático y evitar a los periodistas en la entrada. Ariel permaneció todo el tiempo inquieta bajo mi brazo mientras yo la cubría con una chaqueta e ignoraba las preguntas irracionales de la prensa. —¿Estás bien? —Pregunté una vez que estuvimos dentro del elevador, cogí su barbilla y la obligué a mirarme. —Si. —Musitó con un asentimiento de cabeza y luego se recargó sobre mi pecho—. Solo necesito descansar. Tan pronto llegamos, Amelia nos esperaba en el vestíbulo. Estaba preocupada, pero se limitó al silencio y nos siguió mientras subíamos las escaleras. Ariel se dejó recostar sobre la ca