Ariel.
Las náuseas podrían significar cualquier cosa y si, incluso un embarazo, pero también un malestar de estomago o alguna otra enfermedad, pero mi ciclo era demasiado regular y esa mañana, luego de despertar, salí corriendo hasta el baño.
Me revisé y no había algún indicio de que estuviese a punto de bajar, sin embargo, mis pechos estaban demasiado sensible al tacto y la parte baja de mi espalda, estaba comenzando a dolerme cada vez con más frecuencia.
Me senté sobre la tapa del retrete y pensé en todas las posibilidades, así que debía salir de dudas o me volvería completamente loca.
Me coloqué de pie y me miré al espejo, evidentemente lucia mas delgada que hace un par de semanas, mis pómulos sobresalían con mas facilidad y mis brazos eran mas delgados que antes. Llevé temblorosamente las manos a mi vientre, y levanté la camisa, sonreí, no había indicios de nada, pero ¿Cómo se vería un hijo de Máximo y mío?
Conseguí llegar
Máximo Mi sirena dormía plácidamente bajo mis sabanas y yo no podía dejar de obsérvarla embelesado, joder, estaba tan enamorado, me gustaba amarla. Hacia ya unos pocos meses que la vida se había encargado de ponerla en mi camino, o quizás, yo ya había estado forjando ese destino desde hace mucho rato. Su ardua búsqueda dio frutos de una forma poco esperada, no esperé encontrarme con ella del modo en que lo hice, eran otros los planes, sin embargo, no me arrepentía en lo absoluto, no me arrepentía de amarle. Ariel se removió sobre la cama sin abrir los ojos, descansaba y yo no quise despertarla. Había pasado la última hora admirándola, a ella y su pequeño vientre. Sonreí, aún no había indicios de que algo se formara, pero la sola idea de saber que mi hijo crecía allí dentro provocaba que el corazón me latiese como un loco desesperado. Aparté unos mechones de cabello lejos de su cara, ocultándolos detrás de sus orejas. Ella sonrió en su
MáximoArreglé todo con un par de llamadas en el camino y ya los paramédicos nos esperaban en el aparcamiento cuando irrumpimos el hospital. Ni bien Flavio había detenido el auto cuando salté fuera y traje a Ariel conmigo entre mis brazos.Ella había estado inconsciente todo el trayecto y yo sentía que el corazón iba a estallarme por dentro.Mi mujer y mi hijo, pensé mientras cruzábamos las puertas del centro.—¿Qué ha pasado? —Thomas apareció tan pronto estuvimos dentro. Examinó sus ojos y su pulso mientras todos se movían y uno de mis hombres de seguridad nos abría el camino.—Se desmayó. —Dije, estaba agitado—. Ha tenido una fuerte impresión con la prensa, Thomas, ella está embarazada, asegúrate de que ambos estén bien.—De acuerdo, a urgenci
ArielLogré dormir toda la madrugada y desperté hambrienta la mañana siguiente. El doctor Thomas vino a chequearme poco antes de la madrugada y todo indicaba que mi bebé y yo estábamos muy bien, que mayor había sido el susto.—¿Cómo dormiste? —Máximo, a pesar de haberse ausentado un par de horas la noche anterior, no se despegó de mi en toda la madrugada, ni siquiera cuando Amelia insistió en tomar su lugar.Todavía llevaba el traje de la noche anterior. Su corbata estaba un poco desajustada y su cabello era un marrón alborotado por encima de su cabeza. También, era la primera vez que se dejaba asomar el indicio de algunos vellos en su barba.—Bien. —Murmuré recibiendo el calor de sus besos sobre mis labios—. Pero tengo un poco de hambre—¿Tienes antojos? —Preguntó de inmed
Máximo La prensa no nos dejaría en paz por un buen rato, las fotos y el articulo de lo que allí especulaban era la comidilla de todo el mundo, esa y probablemente la siguiente semana. Tenia que doblar la seguridad, más por Ariel que por mí, no quería que nada le perturbara mientras conseguía resolver toda esta m****a. Conseguimos llegar al ático y evitar a los periodistas en la entrada. Ariel permaneció todo el tiempo inquieta bajo mi brazo mientras yo la cubría con una chaqueta e ignoraba las preguntas irracionales de la prensa. —¿Estás bien? —Pregunté una vez que estuvimos dentro del elevador, cogí su barbilla y la obligué a mirarme. —Si. —Musitó con un asentimiento de cabeza y luego se recargó sobre mi pecho—. Solo necesito descansar. Tan pronto llegamos, Amelia nos esperaba en el vestíbulo. Estaba preocupada, pero se limitó al silencio y nos siguió mientras subíamos las escaleras. Ariel se dejó recostar sobre la ca
MáximoToda la mierda que estábamos viviendo me sobrepasaba y ya yo había sido demasiado condescendiente. Se trataba de la vida de mi mujer y de mi hijo, nada menos.Después de haberme asegurado de que el ático estuviese perfectamente vigilado a partir de los sucedido, me puse a la línea con algunos contactos de bienes raíces, necesitaba comprar una casa alejada del centro de la ciudad y que permitiese la tranquilidad de Ariel el resto de su embarazo y de nuestras vidas. Ella, por su parte, se mantuvo todo el tiempo a mi lado mientras yo lo resolvía todo y cada clase de pendientes desde el despacho.Hablaba por teléfono con Dave esa misma noche mientras la veía descansar en uno de los sofá junto a la ventana, se había rendido al sueño cuando cayó la media noche y yo finalmente pude respirar y deshacerme de algunos botones de mi camisa cuando supe qu
ArielLa visita con el ginecólogo fue una completa aventura.Máximo estaba nervioso y yo ansiosa. Había estado esperándome en el vestíbulo del ático moviéndose de un lado a otro al menos con una hora de anticipación. Demetrio, el nuevo jefe de seguridad, se aseguró de que el trayecto fuese lo mas ameno posible, evitamos algunos periodistas saliendo por la parte trasera del aparcamiento y encontró un modo de que llegásemos al hospital sin ser vistos.Tan pronto entramos a la recepción, nos esperaba una mujer ya con una carpeta.—Señor y señora Kahler, sigan adelante por favor, el doctor Brown ya los está esperando—Dijo ella y mi corazón dio un pequeño vuelco dentro de mi pecho.Señora Kahler… pensé y saboreé la sola idea entre mis labios.Máximo asintió en
ArielEsa y la semana siguiente, se convirtieron en una completa locura.Todo el mundo ya sabia acerca de nuestro compromiso. La prensa fue la primera en descubrirlo. Máximo y yo decidimos ir a ver los anillos para la boda incluso antes de que fijásemos fecha, cuando fuimos fotografiados saliendo de la tienda.Las preguntas no se hicieron esperar y, a pesar de nuestro silencio, el anillo era escandalosamente atractivo. Amelia no podía estar menos emocionada que yo, me había felicitado y abrazado cuando le mostré mi mano, no necesité si quiera comunicárselo. Flavio, por su parte, se enteró al escucharnos. No dijo nada, ni siquiera cuando traté de acercarme a él, fue demasiado evasivo y desde que ya solo trabajaba desde la empresa de Máximo, pocas eran las ocasiones que conseguía verlo.Mis compañeros alucinaron al verme el primer día que fui a
ArielToda mi existencia dejó de tener sentido en el instante en que lo dijo, todo, a partir de ese momento, comenzó a venirse abajo delante de mis propias narices.—No soy tu madre. —Dijo, de forma cruda, satisfecha y certera.Como si se hubiese quitado un peso muy grande de sus hombres al pronunciar aquellas cuatro palabras. ¡¿Pero que estaba diciendo?! Pensé al mirarla, pensé mientras esperaba estúpidamente que se retractara, que se riese en mi cara y asegurara de que se tratara de una maldita broma.Si, tenia que ser una maldita broma… por favor, tenía que serlo.—Estás mintiendo… —Murmuré, quise tanto estar tan segura de eso, pero sus ojos gritaban lo contrario, Dios mío…—. ¿Por qué estás haciendo todo esto?—¿No te das cuenta? —Me miró divertida, a