Ariel
Los latidos lánguidos de mi corazón comenzaron a recobrar una marcha casi impresionante cuando le vi, palpitando desbocado dentro de mi caja torácica.
Máximo lucia como si cinco años hubiesen pasado por encima de él en cuestión de horas. Llevaba el mismo traje que el día anterior y todo de él olía a perfume y alcohol entremezclado. Se miraba muy diferente al hombre que yo conocía muy bien, este que estaba en frente de mi con una mirada rota y casi suplicante, lo había suplantado.
—Sirena… —Su voz fue apenas un audible susurro, pero estalló dentro de mi como un eco.
Sentí como comenzaba a perder el equilibrio en ese momento, sentí la ausencia del aire y la poca fuerza con que se sostenían mis piernas fue disminuyendo. Cada segundo que pasábamos frente a frente y mirándonos de ese modo, era
Ariel Empujé las puertas del edificio y me lancé a la calle sabiendo que me faltaba el aire. Fue difícil conseguirlo, pero entre cada bocanada, fui poco a poco recobrando el aliento. Inmediatamente la brisa gélida de aquella mañana me acarició el rostro, no parecían los primeros días de verano, al contrario, se avecinaba una fuerte ráfaga de viento acompañada de una lluvia que pronto cubriría las calles de Sídney.Avancé a través del pavimento y sentí el escozor de mis lágrimas cruzarse por mi cara, las aparté de inmediato, odiaba ese sentimiento. Las lágrimas de impotencia eran peor que las de tristeza o dolor, yo tenía mucho de la primera en ese momento.¿Cómo se había atrevido a buscarme después de lo que me hizo? ¡Era un embustero y la peor parte de ello era que le amaba!
Máximo Reaccioné de inmediato.—¿Dónde está Ariel? —Pregunté disparado, mis hermanos alzaron la vista al mencionarla y se colocaron de pie rápidamente.Escuché una pequeña burla y un murmullo del otro lado de la línea, como si alguien estuviese siseándole de cerca que decir. Los nervios crecieron a través de mi sistema. Saberla con ella me llenó de mucho temor. Sabia cuan perversa podría llegar a ser, no imaginaba la vida de Ariel y mi hijo en sus manos.Me volvería completamente loco si…Aparté el pensamiento, primero la haría pedazos antes de que llegase a tocarle un pelo.—Será mejor que te sientes, sobrino… —Enfatizó aquella última palabra con tanto desprecio que yo me vi capaz de compartir el mismo sentimiento.—¡Te j
ArielLa noche arrastró consigo un frio inminente que caló hasta mis huesos y me obligó a despertar. Al principio, lo hice lento, dolía hacerlo. Sabía que iba a encontrarme con una perturbadora realidad que no quería volver a enfrentar.Pero lo hice, y entonces, descubrí una cosa.Ya no estaba en la furgoneta.Había despertado en una pequeña habitación demasiado reducida como para que alguien pudiese conseguir con normalidad su propio aliento. Las paredes y los pisos eran rocosos, olía a humedad y sal marina.Estábamos cerca del mar, tanto, que podía escuchar las olas romper en la orilla. Me removí en mi lugar, pero el acto solo me hizo recordar que seguía amordazada. Ahogué un jadeo al mismo tiempo que el dolor se desencadenaba en cada una de las partes de mi cuerpo que estaban atadas.Comencé a rasgar la p
ArielMastiqué el miedo y el aturdimiento. Luego, lo digerí dolorosamente lento.Todo comenzó a suceder muy rápido, tanto, que apenas y tuve tiempo de pensar en lo que haría para evitar lo que se avecinaba.Lo que me haría completamente trizas si llegara a llevarse a cabo…Benjamín me miró con una retorcida sonrisa mientras impulsivamente sacaba las llaves de sus bolsillos. Estas cayeron al suelo y él se tambaleó al recogerlas.—Me muero por probarte. —Dijo y vi el indicio de su lengua saborear sus labios. Fue asqueroso presenciarlo y verlo inclinarse hacia mí para desatarme de la cerradura de las cadenas.No puse resistencia, pero evité el contacto de sus labios sobre mi cara al girarme y supe entonces que mis piernas temblaban, todo de mi lo hacía, incluso mi respiración era entrecortada.Una nu
Máximo—¿Ha dicho que siguen una pista hacia la playa? —Andrea preguntó pensativa, yo intuí demasiado bien que ella podía saber algo.El pulso comenzaba a latirme con mucha urgencia.El detective asintió y yo la miré expectativo, igual que el resto, pero la desesperación estaba corroyéndome la piel y me acerqué a ella en una gran zancada que no dejó casi espacio entre nosotros.—¿Sabes algo? —Pregunté. Ella asintió con la cabeza y luego negó, como si no pudiese ponerse de acuerdo con sus propias ideas—. Andrea, lo que sea que puedas saber servirá de mucho.—Yo, no lo sé… —Musitó, sus ojos se convirtieron en dos recipientes llenos de lágrimas.—Andrea, por favor…cualquier cosa puede servir. —Supliqué y la tomé del
Ariel Pensé que la muerte me llevaría con ella, pronto descubrí que no. Una bocanada de aire se envió a través de mi garganta y se instaló en mis pulmones como si hubiesen estado suplicando por ello mientras dormía.Luego llegó el aturdimiento cuando abrí los ojos. Todo parecía desintegrarse a mi alrededor, nada tenia sentido, ni siquiera cuando intenté incorporarme y descubrir donde me encontraba. El dolor se extendió impidiéndome el movimiento y el palpito en mi cabeza me obligó a cerrar los ojos de vuelta.Me llevé las manos al vientre por un acto reflejo. Preocupada, temiendo por la vida de mi hijo y suplicando que su corazón todavía estuviese latiendo. Ese miedo me envió de vuelta a incorporarme y lo hice ahogando un quejido. Sentí que se me quebraba hasta el último pedazo de médula y solloc&eac
MáximoLa madrugada entró impetuosa sin respuestas. Enfermeras entraban y salían, ninguna de ellas decía nada, solo le limitaban a correr de un lado a otro y agachaban la cabeza cuando Lucie, Daniel, inclusive yo, exigíamos saber que pasaba con ella.Fueron las horas más largas y tortuosas de toda mi existencia. El hambre y el sueño no llegaban, ni siquiera cuando Amelia pretendió que ingiriera algún alimento como todos lo habían hecho, ni cuando Dave me pidió que descansara sobre una de las sillas de la sala de espera.La espera estaba consumiendo, matándome. Necesitaba saber que ella iba a estar bien, que nuestro hijo iba a lograrlo, necesitaba que alguien saliera por esa puerta y me diese la esperanza de volver a tenerla.Sentí que Dios escuchó mis ruegos cuando Thomas salió con una capa de sudor cubriendo su frente. Fue lo pr
ArielDesperté y tardé en reconocer que me encontraba en la habitación de un hospital. Estaba tumbada en la cama con los brazos lánguidos a mis costados. Quizás podía moverme, pero tuve miedo de hacerlo, no quería desencadenar un dolor que no pudiese soportar.Ya lo habia experimentado demasiado…Alcancé mi vientre con la mirada, estaba cubierto por las sábanas y mis dedos se arrastraron lentos por debajo. Toqué despacio, mis manos estaban frías y me provocó un escalofrío con el ligero contacto. Sonreí, estaba segura de que mi bebé todavía vivía, su solo existencia me llenaba de alegría.Era una niña, ahora podía estar completamente segura. Una niña que llevaba sus ojos y su sonrisa. Una niña nuestra.—¿Lo ves, bebé? —Pronuncié con un par de