28BlakeVi el reloj por quinta vez en menos de diez minutos y solté un suspiro. Marqué su número otra vez, y como las anteriores, no contestó. Me pasé la mano por el cabello, ya ansioso.—¿Dónde estás, enana? —murmuré. ¿Estarías en camino o jamás saliste de la cama?Me preocupaba. Mucho. La última vez que la vi parecía una sombra de sí misma, y eso me carcomía por dentro. Me hacía sentir un inútil. Yo debía protegerla, cuidarla… no verla así, rota.Apreté los puños sobre el escritorio, sintiendo el calor subir por mis venas.Ese imbécil que la dejó en ese estado se iba a ganar perder unos cuantos dientes. O más que eso.—Nadie hace llorar a mi hermanita y se queda ileso —gruñí entre dientes.Me levanté decidido. Iba a bajar y le iba a avisarle a Malena, mi asistente, que Sera vendría. Pero su escritorio estaba vacío. Fruncí el ceño. ¿Dónde se había metido?Justo cuando iba a marcarle, me llegó un mensaje del equipo de seguridad."Una mujer intenta ingresar sin autorización. Se niega
29RyderMe di la vuelta con el cuerpo temblando, tenía que irme, estaba a punto de hacer una estupidez, cuando sentí la mano de Aiden detenerme por el brazo.—No puedes irte ahora, Ryder —dijo serio, bajando la voz, pero sin perder firmeza—. La reunión es en quince minutos. Si se firma, hablamos de más de cien millones de dólares. No puedes tirar todo a la mierda por una asistente insignificante.Me giré tan rápido que casi lo golpeo. Lo miré directo a los ojos y gruñí, con los dientes apretados como fiera contenida.—Vuelve a hablar así de ella… y voy a apretar tu maldito corazón hasta que explote —le advertí con una voz tan baja y amenazante que incluso Aiden, que ya estaba curtido de lidiar conmigo, retrocedió un paso.Respiré hondo.No podía perder el control. No ahora.Comencé a caminar hacia la recepción como si nada, como si no estuviera al borde del colapso. Vanesa, mi nueva asistente, caminaba detrás de mí con los tacones resonando nerviosos.—Grupo Thorne, tenemos una reuni
30RyderLa llamada me distrajo mucho, apreté la mandíbula mientras hablaba con el doctor al otro lado de la línea.—Me dijeron que necesitaba de mis especialidades —dijeron al otro lado de la línea.—Gracias por atender tan rápido —dije, aunque mi tono no ocultaba del todo la tensión.Había encontrado un médico especialista en mujeres embarazadas de lobos. Uno de los pocos que aceptaban trabajar con clanes cerrados.—¿Quién es? —pregunta Aiden.—Es la doctora que encontraste. Quiere revisar a Seraphina —agregué, mientras caminaba hacia uno de los ventanales de la sala de reuniones vacía—. puede que la medicina humana… no sé, que la tecnología pueda ayudarnos. ya no estamos en la edad de piedra, ¿no?Me pasé la mano por el rostro, agotado.Si hay algo, cualquier cosa, que la mantenga segura… lo haré.Aunque tenga que soportar verla con él. aunque me parta en dos.La llamada me distrajo mucho. Encontré un médico especialista en mujeres lobas embarazadas y quiere revisar a Seraphina. ¿P
31BlakeLlevé a Seraphina al consultorio privado donde el Dr. Kazuo Tanaka ya nos esperaba. Era un hombre de poco hablar, mirada afilada y precisión quirúrgica en cada movimiento. Uno de los mejores en su campo, recomendado por contactos míos.Sospecho que esto no era un embarazo común. Desde el primer momento.Mientras la examinaba con profesionalismo, yo no apartaba la vista de ella. Su expresión se notaba distraída, como si su mente estuviera atrapada en otra escena… probablemente en la de aquel maldito pasillo, con Thorne no creo que no se conozcan. Él la veía como si le perteneciera y eso me molestaba, porque tengo la certeza de que él era un lobo. No cualquiera. De los poderosos. Y no sabía todavía si eso significaba peligro para mi hermana.Cuando la máquina emitió ruidos de tambor, Seraphina se tensó y mi atención se centró en ella de nuevo.—¿Está todo bien? —pregunté al instante.El Dr. Tanaka se giró hacia mí, cruzando los brazos, como si eligiera con precisión quirúrgica
1SeraphinaLlevo seis meses trabajando en Enterprise Éter, para el mismísimo Ryder J. Thorne.La primera vez que lo vi, no pude evitar babear un poco. O sea, ¿cómo no hacerlo? Ese hombre parecía sacado de una campaña de ropa cara: alto, cabello oscuro siempre perfectamente despeinado y una mirada capaz de atravesarte sin pestañear. Pero el encantamiento me duró lo que un suspiro. Recordé que necesitaba el trabajo y que babear por el jefe estaba al final de la lista de cosas que no debía hacer jamás.—¡Astor! —gritó desde su oficina, y pegué un salto en mi silla.Juro que lo hace a propósito. Le gusta asustarme. Estoy segura de que debe reírse por dentro cada vez que pego un respingo como si me hubieran disparado.—Dígame, señor Thorne —respondí al entrar en su oficina, mi campo minado personal. Llevaba la tablet entre las manos, lista para anotar lo que sea que se le hubiera ocurrido esta vez.Él no levantó la vista. Solo hojeaba los documentos que, por cierto, yo misma le habí
2SeraphinaHan pasado casi tres años desde que mi jefe y yo... no quiero ni decirlo.Salimos de una reunión que se había extendido más de lo que el señor Thorne había previsto, y eso significaba una cosa: mal humor asegurado. Su aura de "no me toques o muerdo" era tan densa que se podía cortar con un cuchillo.La única que se atrevía a acercarse a él en ese estado era yo. Porque era la única a la que no mordía... al menos no siempre. Suspiré, más para mí que para alguien más, mientras lo seguía por el pasillo.—¿Por qué suspira, señorita Astor? —preguntó de pronto, con ese tono seco que usaba cuando estaba irritado.Me sobresalté ligeramente, sin detenerme.—Señor Thorne, tengo que ir al médico —dije, sin mirarlo.—¿Cómo que al médico? ¿Por qué? ¿Te sientes mal? —se detuvo de golpe, lo que me obligó a frenarme justo a tiempo.—No, no —negué con la cabeza, mintiendo un poco. No quería que se metiera en mis asuntos. Me ponía nerviosa cuando me miraba con esos ojos grises, fríos
3Seraphina Seguí con mi trabajo como si nada hubiera pasado, en la tarde luego de la última junta del día. Caminaba detrás de mi jefe, Ryder Thorne, con unas carpetas en la mano. Sus piernas largas y su estatura imponente lo hacían parecer una montaña en movimiento. Un solo paso suyo equivalía a dos, a veces tres de los míos, así que pasaba el día entero trotando detrás de él como un perrito bien entrenado.—Dile a Oliver Willow que venga en media hora. Necesito la licitación de esa empresa —ordenó con voz firme, sin molestarse en mirar a los lados.Si lo hiciera, su mirada se tornaría fría, con ese desdén que reservaba para quienes babeaban a su paso… que eran muchos. Mujeres, hombres, no importaba. Todos volteaban a mirarlo con una mezcla de deseo y temor. Ryder Thorne imponía, sin necesidad de alzar la voz.—Sí, señor Thorne —murmuré apenas, lo suficientemente bajo para no molestar su concentración.Entramos al ascensor. Esta vez él se colocó detrás de mí. Sentí su presencia
4RyderMe encantaba ver a la siempre recatada señorita Astor con los ojos vidriosos, la respiración agitada y el cuerpo temblando de deseo. Esa imagen era una droga que no podía dejar, un secreto exquisito que solo nosotros compartíamos entre los muros de esta oficina.Desde hace casi tres años, tenía el privilegio —y el vicio— de disfrutar de los placeres desenfrenados que me otorgaba su entrega total. Era mía en todos los sentidos, incluso cuando ella fingía que no lo era.—Seraphina —murmuré, casi como un rezo, sintiendo cómo su nombre ardía en mi lengua.—Ry... Ryder —tartamudeó con un temblor que no era de miedo, sino de pura anticipación.—Me encanta cuando te pones toda zorrita —dije, mi aliento golpeando sus labios húmedos— ¿te vas a avenir para mí como la buena chica que eres?—Sí… si… por favor —suplicó, lo que solo era música para mis oídos— solo...Me senté en mi silla, esa misma desde donde he dirigido imperios, y la contemplé desde abajo. Estaba abierta de pierna