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Capítulo 2 ''L.C.''

Litza Cooper

Francia, Paris

—Lis, no sabes lo feliz que me hace venir contigo a Francia —admite mientras mira por la ventana la torre Eiffel, ya he venido antes a este país. Mi madre es de aquí, no veo la gran maravilla de esta ciudad, ni siquiera es la del amor como dicen, sin embargo, es marketing para traer gente.

Las vacaciones por obligación y por ley debo pasarla con mi madre, el divorcio fue pactado de ese modo, me gusta pasar más tiempo con mi padre. Este me entiende, puedo ser yo misma y no con todas las reglas a la que me somete mi mamá, ya que Paris no solo es la ciudad del amor sino que también de la moda.

Ahora mi mejor amiga y yo vamos a una exclusiva tienda por un vestido para una gala de negocios de mi padre, no deseaba ir, sin embargo, no tengo edad para decidir donde quiero estar. El auto se detiene, no espero a que el chofer abra mi puerta y salgo junto a Irem para ingresar al local en el que enseguida somos atendidas.

—Señorita Cooper, es bueno tenerla aquí —muestro una sonrisa falsa—, su madre dejo seleccionado los vestidos —no entiendo para que me hace venir a la tienda si ella escoge lo que voy a ponerme, sin duda estoy muy harta de hacer lo que mis padres quieran.

Suspiro, me pruebo cada vestido y ninguno me gusta en lo absoluto.

—¿No logras decidirte? —cuestiona Irem que ya tiene uno escogido.

—Todos muestran una niña infantil —expreso molesta—, me gustaría algo que rompa esquemas y muestre a mis padres que su hija, ya es una mujer —añado.

—Puedo darte eso, sin embargo, no quiero que tu madre se entere —habla el chico con sus cejas arqueadas.

—Prometo ser una tumba —sonríe y se retira para volver con un vestido carmín.

Chillo y corro aprobármelo, sin duda este si muestra lo mujer que soy, mis largas horas de ejercicio con Paul han dado bueno resultados a mi cuerpo. Espero con ansias la llegada de la noche, compro el vestido y una lencería del mismo color para hacer juego, ya que esta noche será solo mía.

(…)

Al regresar a casa de mi madre escondí el vestido, mientras deposito el que supuestamente utilizare en la cama. No tardo mucho tiempo en subir a mi habitación, sonrío al ver lo escogido por mí.

—Es hermoso —acaricia la tela—, imagine que te gustaría —añade con una sonrisa enorme en sus labios—. La temática de la fiesta es ir con mascara, —me entrega el antifaz—, como soy la organizadora llegare más temprano, pero nos veremos allá —murmura retirándose de mi habitación.

Irem no tarda en llegar a mi habitación, es hora de prepararnos para la noche, nos hacemos mascarillas, depilamos todo el vello del cuerpo y luego las maquilladoras llegan para dejarnos impecable. Se encargan de ayudarme a colocar el vestido rojo y en el momento que llega la hora de retirarnos llega un jeep por nosotras.

—La noche es tuya, Lis —halaga mi amiga en el momento que el jeep se detiene frente al lujo hotel en donde se estará llevando la fiesta.

—Y tuya —le guiño, el chofer abre la puerta y me coloco el antifaz para bajar del auto.

Ingrese al salón de fiesta, sentía varias mirada posarse en mí y camine con elegancia hasta la barra. Pedí un Cosmopolitan, ni siquiera me solicitaron ID y agradezco a Dios por eso, ya que ni siquiera tengo el carnet. No soy menor de edad, ya que hace dos días cumplí la mayoría y no he tenido tiempo de sacar la identificación.

Las horas pasan, no cuento cuantos Cosmopolitan he tomado y el alcohol me pide mover las caderas, sin embargo, deseo hacerlo con alguien por lo que hago un breve recorrido en la barra y justo a mi lado hay un hombre bien trajeado que no deja de mirarme.

—¿Quieres bailar conmigo? —cuestione.

En sus ojos pude notar cierta duda, bufe y me puse de pie para buscar otra persona para bailar, sin embargo, la voz gruesa del hombre me detiene.

—Si —lo vuelvo a ver y se pone de pie, es jodidamente alto y fornido.

Tomo su brazo para llevarlo a la pista, me mueve al ritmo de la música y espero me siga el ritmo. No esperaba que en una junta de empresario pongan una melodía tan sensual como la que suena, el hombre bien trajeado coloca su mano en mi cintura y no puedo dejar de mirar sus ojos logrando ver los grises que son.

Sonrío coqueta y me muevo al ritmo de la canción rozando mi cuerpo con el suyo, los dedos del hombre masajean mi cintura. Muerdo mi labio y noto que su mirada va hasta ellos, es muy alto y con los tacones puedo acercarme muy poco a los suyos, sin embargo, este rompe la distancia para besarme.

La mano del hombre se desliza hasta mi trasero, lo sujeta y gimo en su boca, es jodidamente caliente, me giro para continuar moviéndome y puedo sentir su erección contra mi parte trasera.

El aire caliente de su nariz al deslizarla por mi cuello me estremece y mi braga se humedece, soy una virgen cachonda y deseo a este hombre ahora mismo, me giro a mirarlo y no puedo evitar mostrarme necesitada.

—Vamos a un lugar privado —le pido.

—Mi habitación —casi pareció un gruñido.

Sujeto mi mano y con prisa me llevo al ascensor, para mala suerte había tres personas dentro y cuando estas se quedaron en su piso y las puertas se cerraron, ya mi espalda se encontraba apoyada contra la pared metálica y los labios del hombre fornido estaban sobre los míos besándome con necesidad.

Presiono su dureza que parece hasta más grande que antes y gemí, es un hombre bastante caliente. Ni siquiera sé quién es, ni me importa y creo que ese anonimato me excita aún más. Cuando la puerta se abre, sujeta mi mano y me lleva a su habitación en donde me vuelve a besar con fiereza, él quería quitar mi mascara.

—Es mejor el anonimato —exprese mirando sus ojos grises, se notaba algo dudoso, sin embargo, asintió.

—Bien —su voz salió gruesa.

Este vestido fue diseñado para un momento como este, ya que la facilidad para quitarlo es única y aprovecho para hacerlo quedando en tanga frente al hombre fornido. Tengo suficiente alcohol en mi sistema como para no sentir vergüenza de mí desnude, sin embargo, la mirada lujuriosa que me da me hace sentir como una diosa del olimpo.

Nuestros labios volvieron a unirse, me cargo y enrede mis piernas en su cintura lo sentí caminar y luego mi espalda siendo apoyada del suave colchón. El hombre fornido no tardo mucho tiempo en deshacerse de su traje quedando en bóxer y no pude evitar tragar al notar semejante erección, creo que el único pene que vi fue cuando un tipo envió por error una foto a mi número.

Las personas se equivocaron al crear rumores de que mientras más fornido, más pequeño el amigo, ya que el bóxer de este se encogió o no elige las tallas correctas. Su miembro se encuentra la mitad fuera de su ropa interior y la otra guardada en la tela negra.

Besa mi cuello y se desliza hasta mis senos, lo succiona mientras una mano se cuela en mi tanga para acariciar mi mojado sexo. Es sin duda un bendito dios del sexo, ya que solo con estas acciones me tiene más mojada que nunca.

No tarda mucho tiempo en mi senos, se desliza hasta mi centro y quita la última prenda que cubre mi desnude. Se cuelga mi pierna en su hombro, gimo fuerte en el momento que su lengua recorre mi sexo, no había recibido un oral nunca… bueno soy una virgen, pero ese no es el caso. El hombre es un jodido dios del sexo, se nota que disfruta el comer mi parte sensibles, ya que libera pequeños gemidos muy varoniles.

—Córrete, pequeña —diablos su voz dando orden es tan sexy.

Todo mi cuerpo se contrae y luego relaja.

»Buena chica —susurra.

Vuelve a posarse sobre mí, ni siquiera supe en qué momento se deshizo de su bóxer y su miembro es bastante grande. Se frota contra mi sexo, lo lubrica con mis fluidos y sin previo aviso me penetra.

—¡Ah! —grito.

—Shh… ya esta pequeña —es un salvaje.

Lloriqueo por el dolor, besa mis mejillas y frota su nariz con la mía.

—Duele —jadeo.

—Eres pequeña —susurra.

Espera varios minutos hasta que me acostumbre a su tamaño, el fornido sujeto comienza a moverse despacio y aumenta su marcha con el paso del tiempo. No hay duda que es un experto, me toma con firmeza y disfruto cada embestida, es como si ambos supiéramos lo que quiere el otro.

La habitación se inunda con nuestros gemidos, lo dejo poseer mi cuerpo en varias posiciones y disfruto del calor del suyo con cada minuto que pasa.

»Mm… me encanta tus gemidos, pequeña —aprieto la almohada con mis dientes, su mano baja hasta mi torso y hace que quedemos de rodillas.

Mi espalda contra su pecho, besa mi cuello y lo mordisquea a su antojo, me muevo cuando se detiene.

—No aguanto más —jadeo.

—Ya casi, —gime.

Este sale de mi interior, me gira y luego carga. Me embiste con firmeza, es rápido y no puedo evitar correrme otra vez, lo escucho maldecir y luego lo caliente que derrama en mi interior, me recuesta y se mueve despacio. Trato de recuperar la compostura, no parece querer salir y permanece erecto dentro de mí.

—¿Te quedaras ahí? —interrogo.

—Pequeña, espero te recuperes para continuar —alzo mis cejas sorprendida.

—¿Qué? —pregunto.

—Te jodere hasta saciarme

¿Con que dios loco del sexo me he metido?

(…)

La costumbre de despertar temprano nunca podre dejarla y aunque el cuerpo caliente del fornido hombre me tienta a quedarme por más hora, creo lo ideal sería regresar a mi casa. Salgo con cuidado de su cama, me duele toda la entrepierna y pude vislumbrar una mancha de sangre en la colcha blanca.

El hombre fornido no tenía mascara puesta, supongo se la quitó mientras dormía y ahora que me fijo es un tipo muy guapo, espero volver a verlo algún día.

Busque un hoja para dejarle una nota y me retire de su habitación, mi chofer no tardó mucho en llegar por mí. Puedo ser una virgen, sin embargo, no soy tonta, por lo tanto, me pase por una farmacia y compre pastillas para el día después, no me gustaría quedarme embarazada de un desconocido. 

Después de eso regrese a mi casa y tres semanas después comencé a enfermarme, el dolor de estómago era insoportable. Al principio pensamos en una gastritis, sin embargo, cuando mi médico de cabecera realizo una sonografía resulto que estaba embarazada dejando en shock a mi padre.

—Litza Cooper, me debes una explicación —era algo que hasta yo necesitaba, se suponía que una pastilla del día después me protegería, sin embargo, no fue lo que sucedió. Mi papá es un hombre comprensible, le conté a media y se enojó bastante conmigo hasta que nació mi pequeño gastritis.

Kalen Cooper.

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