Y se murió...

Presente

Leslie despertó cinco minutos después en la habitación que habían dispuesto para ella con un rápido aleteo de párpados, el cual Duncan inmediatamente comparó con el de las mariposas al despegar. Se incorporó y giró el rostro hacia él al darse cuenta de que estaba de vuelta en su alcoba. Intentó incorporarse, pero Duncan la detuvo con un movimiento de su mano, la cuál presionó contra su hombro para mantenerla acostada. Estaba genuinamente preocupado por ella y sus constantes desvanecimientos, por lo que el doctor de confianza de la familia ya venía en camino, sumado el hecho de que estaba intrigado por todo lo que giraba en torno al misterio de su identidad.

Leslie no tenía ningún tipo de documento de identificación.

Era nadie, literalmente.

─¿Cómo te sientes? ─le preguntó con inquietud, obligándose a sí mismo a dejar de lado sus dudas y a enfocarse en su salud─. ¿Estás bien? ¿Tienes hambre o necesitas algo? ¿Te puedo ayudar, princesa?

Aunque sentía su cabeza dar vueltas y lo
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