Tenía mucho que hacer, así que pospuso temporalmente sus encuentros con Alice y Francis para empezar con los preparativos del baile. Solo tenían dos días para ello, por lo que se dedicó a ayudar a la servidumbre con la limpieza del salón mientras pensaba en cómo haría la decoración sin la ayuda del sofisticado equipo que su madre solía contratar para que hiciesen la visión dentro de su mente una realidad. No era primavera, por lo que no tenía nada salvo hielo y nieve para ambientar el salón debido a la ausencia de flores durante esta estación.Acababa de desempolvar una de las cortinas cuando Sean asomó su cabeza plateada en el enorme salón de baile, mirando con algo de horror cómo la esposa de su nieto estaba sentada en el suelo, fregándolo como una sirvienta. Sin dudar, la instó a levantarse cuando estuvieron cerca. Se aclaró la garganta antes de hablar a pesar de que ella ya le estaba prestando la suficiente atención.─Graham mencionó lo infeliz que fuiste el día de tu boda debido
Los preparativos para la fiesta de bienvenida del Rey de Escocia marcharon mejor de lo que Isobel y posiblemente todos esperaban dado su grado de inexperiencia, sobre todo Jonathan, quien no dejaba de verla con la frente arrugada con disgusto debido a que sus planes para dejarla como una inútil se habían ido por la culata. Por mucho que le costara admitirlo, Claudia había resultado de gran ayuda para ella ya que era imposible que en tan poco tiempo se aprendiera los nombres de todos los integrantes del clan y de los miembros de la corte que acompañarían al su majestad. Tampoco era completamente aburrida o desagradable, sino más bien todo lo contrario.En realidad era la mejor compañía femenina que había tenido desde que llegó, haciéndola reír incluso cuando se esforzaba por no hacerlo debido a que tenía mucho que resentirle por Graham.─Y, por último, evita ser extremadamente amable y amistosa. Eres la esposa de un futuro Sir, no una maldita sirvienta ─le dijo después de terminar de m
Una vez se sentó con ella en sus piernas pese a los intentos de huir de su esposa, cuyas mejillas se habían sonrojado, esta se dirigió a él con el ceño enormemente fruncido ya que con un solo acto acaba de echar al traste cualquier respeto que pudo haberse ganado por su cuenta.─Me acabas de hacer ver como una estúpida ─refunfuñó.Graham besó su mejilla, a lo que Isobel se derritió por dentro.No podría estar molesta con él ni aunque quisiera, pero al menos era lo suficientemente fuerte como para aparentarlo.─Eres mi esposa ─gruñó cuando acercó sus labios a los suyos e Isobel no los separó a modo de protesta, sin entender el por qué de su comportamiento─. Puedo hacer con mi esposa lo que quiera.Isobel se cruzó de brazos, molesta.─De donde vengo, eso que acabas de decir sonaría muy mal.Graham se encogió de hombros.─En donde estamos, me perteneces y puedo hacer contigo lo que desee… ─murmuró contra sus labios mientras lleva una mano al dobladillo de su vestido, a lo que Isobel se t
Isobel nunca se habría imaginado que aquel día iba a morir.El reto de subir a Ben Nevis, la montaña más alta de Reino Unido, no suponía un gran esfuerzo para Isobel. No podía evitar apuntarse a todas las excursiones que encontraba en línea o en folletos en establecimientos hacia los Montes Grampianos.Cuando Isobel llegó a la cima de la meseta, a aproximadamente mil trecientos metros sobre el nivel del mar, esperó a que los demás excursionistas se alejaran para continuar por otro camino, deseaba un momento de tranquilidad para extender el tartán en el suelo y sentarse sobre él. Alejarse del resto de viajeros para poder contemplar la vista que se hallaba ante tus ojos hacía que mereciera la pena renunciar al resto del recorrido. Ya los encontraría en el aparcamiento cuando terminase de disfrutar de la sensación que producía el aire escocés en el rostro
Fort Williams, Escocia.Año 1700.Graham cabalgaba por el peligroso sendero montañés a bordo del único ser vivo en el que verdaderamente confiaba: un pura sangre negro que él mismo había ayudado a sacar del vientre de la yegua que lo dio a luz y que había adiestrado para que fuera su compañero desde que nació. Kendrick había sido lo único que había tomado, a parte de la ropa que llevaba puesta y unas míseras monedas de oro que eran nada al lado de la fortuna de su padre, de su hogar de la infancia cuando se marchó de ella a la edad de veinte años. Desde entonces había estado viajando por toda Escocia, habituándose a la vida de highlander que habían llevado tanto su abuelo como sus antepasados, pero que su progenitor había saltado en búsqueda de la modernización como si se sintiera avergonzado de ell
Graham se dirigió directamente a la fortaleza de su abuelo al percatarse de que nada de lo que él pudiera hacer ayudaría a la muchacha. Allí la mujer recibiría la atención que necesitaba. En su cabaña solo lo tendría a él. Pese a que Graham no vivía en el castillo, los sirvientes se inclinaron hacia el heredero del clan MacAllister y lo guiaron a su ala, la cual su viejo amo siempre mantenía acondicionada para él en el caso de que por fin recapacitara y abandonara la vieja choza en la que vivía en medio de la nada por tener un carácter tan terco y orgulloso. A pesar del estado de su acompañante, a quienes todos veían con la frente arrugada con confusión y lástima, nadie se atrevió a poner un dedo sobre ella para ayudarla hasta que él les dio permiso. No querían darle motivos para enfadarse con ellos. ─Haz todo lo posible por ayudarla ─le ordenó a Casandra, el ama de llaves favorita de su abuelo, antes de depositarla con cuidado en su cama y darse la vuelta sin presta
Cuando Isobel abrió los ojos, no podía creer dónde se encontraba. Estaba en el palacio a los pies de Ben Nevis, perteneciente por siglos al Clan MacAllister. Era una construcción blanca, hermosa y amplia que estaba situada en el valle que bordeaba los Montes Grampianos y llevaba años siendo mantenida intacta por sus familiares, quiénes habían amasado una fortuna a mediados de los siglos a raíz del comercio y la agricultura. Siempre había querido entrar en él, pero era una propiedad privada. Sus dueños siempre habían esquivado las propuestas de las organizaciones culturales para convertirlo en museo. Hasta dónde sabía, todavía había MacAllisters viviendo allí.Lo que nunca pensó fue que fueran tan extraños.En la habitación en la que se despertó, no había ni una sola bombilla. Habí
Las emociones reprimidas en su interior se sintieron más llevaderas al sincerarse consigo mismo. Estaba, por algún motivo, destinado a vivir y morir solo, pero al menos ya era consciente de ello.Cuando se encontró frente a la mujer que había rescatado, no pudo evitar sentirse identificado con ella. Ambos se veían solitarios e independientes. Debía trabajar en una de las tabernas del pueblo, pero observándola de cerca, con la luz del día y no con el pobre resplandor de una antorcha, podía decir a ciencia cierta que era demasiado hermosa para laborar en una. Su nariz era pequeña, y sus pómulos eran marcados a pesar de sus mejillas redondas y rostro ovalado. Sus espesas, gruesas y abundantes pestañas golpeaban contra su piel blanca como la nieve, la cual también se encontraba salpicada de diminutas pecas marrones. Descendiendo, no pudo evitar tragar ante la visión de su pecho expue